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La dirigencia nacional del PRI no hizo la tarea

Análisis Político y Social / 27 junio, 2021

Por: Rodrigo Tejeda

La dirigencia nacional del PRI, encabezada por Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas, tuvo una derrota histórica en la pasada elección del 6 de junio, al perder ocho de las ocho gubernaturas que gobernaba y que estaban en disputa: Sonora, Sinaloa, Zacatecas, San Luis Potosí, Guerrero, Colima, Tlaxcala y Campeche, esta última especialmente emblemática, pues el propio “Alito” fue gobernador de la entidad.

De cuatro gubernaturas, el PAN pudo retener las dos más importantes: Chihuahua y Querétaro, aunque perdió Baja California Sur, en lo que fue una extraña voltereta electoral, y Nayarit, donde en apariencia el narcotráfico metió mano.

El PRD perdió Michoacán en una apretadísima elección y Morena repitió Baja California Norte, ante un papel deplorable del PRI y del PAN.

Alejandro Moreno es uno de los “bebesaurios” del PRI, cobijado por el grupo de Atlacomulco (Enrique Peña Nieto) para llegar a la gubernatura de Campeche con apenas 40 años de edad (hoy tiene 46 y ya fue senador de la república a los 31 y posteriormente diputado federal).

Al dejar la dirigencia nacional del PRI Claudia Ruiz Massieu Salinas, se decidió nombrar a Alejandro Moreno como una supuesta renovación generacional, designando en la Secretaría General del partido a Carolina Viggiano Austria, gente del exsecretario de gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, del grupo de Hidalgo.

Viggiano Austria es pareja de Rubén Moreira Valdés, a quien hicieron diputado federal plurinominal para protegerlo a través del fuero de posibles investigaciones de la UIF y de FGR. El talante de esta pareja es bastante bien conocido en Coahuila.

Para abrir la campaña electoral de este 2021, la dirigencia priista nacional se despachó a lo grande con la asignación de diputaciones federales plurinominales. El propio “Alito” Moreno se puso en la punta de la lista, seguido de Carolina Viggiano, quien a su vez colocó nuevamente a Rubén Moreira Valdés, quien volverá a ser diputado para tratar de seguirse protegiendo con el fuero de posibles acusaciones.

En su momento se manejó que también había sido colocado en la lista el hijo de Carolina Viggiano, Juan Pablo Beltrán Viggiano, pero al desatarse las críticas en apariencia tuvo que desaparecer este nombre.

Posteriormente “Alito” Moreno trató de meter mano directa en la designación de las candidaturas a diputados federales en los estados, pero fue frenado por varios gobernadores inconformes.

Vendiéndose como el gran operador electoral, Rubén Moreira Valdés fue enviado a Campeche, con la consigna de retener el estado para el PRI, a como diera lugar, pero perdió frente a una de las peores candidatas de Morena: la expriista Layla Sansores, una reliquia de la política campechana, con 75 años de edad a cuestas y un larguísimo paso por al menos cuatro partidos políticos.

Frente a Sansores, el “genio” electoral de Rubén Moreira no pudo y Campeche, el estado nativo de “Alito”, fue el primero en sumarse a una larga fila de cruces para el PRI.

PERDER TODO EL NOROESTE

Perder Campeche y estados como Tlaxcala, Colima, Guerrero o Zacatecas, no parecía un gran problema en términos objetivos. Al final del día, ¿quién quiere gobernar un estado como Guerrero sino alguien como Félix Salgado Macedonio? El estado está sumido en el caos; tiene de todo: narcotráfico, pobreza extrema, violencia, tradición de guerrilla, deterioro de sus centros turísticos, que son la base de la economía; en fin, todos los problemas juntos.

Lo importante estaba en los estados del noroeste, como Baja California Norte, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa y la joya de la elección: Nuevo León, además de San Luis Potosí en el bajío.

En Baja California Norte, con una candidata de poca carrera (Marina del Pilar Ávila Olmeda), Morena arrasó en la elección, frente a un capo, Jorge Hank Rhon (PES), y el disparate de candidata que fue la reina de belleza, Lupita Jones (PRI-PAN-PRD).

“Alito” Moreno no fue capaz de controlar su propio partido, que terminó abandonando a Lupita Jones y sumándose a Hank Rhon, para ponerlo en un segundo pero muy distante lugar. Un desastre de elección.

En Sonora el PRI tiene la gubernatura con Claudia Pavlovich, quien no supo hacer valer su condición, y la perdió frente a Morena con Alfonso Durazo, exsecretario federal de seguridad, un político sin mayor presencia y carisma, desarraigado de la entidad y al final de la campaña con señalamientos de enriquecimiento inexplicable y nexos oscuros con ciertas instancias del mundo criminal.

Además de la gubernatura se perdieron la mayoría de las diputaciones federales, el control del Congreso Estatal y buena parte de los municipios. Inexplicablemente Durazo alcanzó una votación del 50.51%, frente a un 35.58% de la coalición PRI-PAN-PRD. Es evidente que al menos el PRI no supo o no quiso hacer la tarea.

En Sinaloa se repitió la historia: Morena se llevó todo, incluidas las 7 diputaciones federales, las principales alcaldías, el Congreso Estatal y, por supuesto, la gubernatura.

Dentro del medio de la política estatal es fuerte el rumor de que el gobernador sinaloense, Quirino Ordaz Coppel, priista él y empresario con una administración plagada de trapacerías, transó políticamente con Morena o más directamente con López Obrador, pues no hay explicación razonable a una derrota tan contundente, donde el PRI pierde, literalmente, todo.

En Nuevo León, donde la dirigencia nacional del PRI no tiene una injerencia directa frente a los grupos de poder político y económico del estado, el candidato Adrián de la Garza era el perfil más razonable y serio en la contienda, mientras que Morena se había caído hasta un tercer lugar, pero López Obrador había manifestado que tenía especial interés en Nuevo León, el estado más industrializado del país y jugó sucio. Violentando la legislación electoral y en consecuencia violando la ley, atacó personalmente en varias ocasiones a Adrián de la Garza, ante un PRI nacional que no supo arroparlo, lo que propició que un junior frívolo, inmaduro para un cargo de ese nivel, como Samuel García, de Movimiento Ciudadano, se llevara cómodamente la elección, con lo cual Movimiento Ciudadano se convierte en el nuevo partido emergente al gobernar en el tercero y cuarto estados más importantes del país: Nuevo León y Jalisco, con Enrique Alfaro, que ocupa la gubernatura desde 2018.

A la lista de descalabros se sumó Zacatecas, Guerrero, Colima, Tlaxcala y San Luis Potosí, donde ganó por primera vez esa alianza imposible del Partido Verde Ecologista de México y el PT, en lo que es otro resultado extraño, más en la región del bajío.

En descargo de “Alito” Moreno se puede mencionar que se enfrentó a una elección de estado; que el crimen organizado metió la mano en varios de esos estados a favor de Morena y toda la presión clientelar del gobierno federal a través de sus programas y operadores, pero aún así perder ocho de ocho gubernaturas es un mal resultado, que está muy lejos de compensar el haber ganado, en alianza, las ocho alcaldías de la Ciudad de México.

Casos como el de Coahuila demuestran que una gran parte de los gobernadores priistas no hizo su tarea y la dirigencia nacional se quedó corta para un compromiso que era histórico, el cual fue salvado, sólo en parte, por la ciudadanía, que tomó decisiones de dar un voto útil al PRI en varios estados, aunque en principio es simpatizante y vota habitualmente por otros partidos políticos.

A nivel nacional el PRI solo conserva los gobiernos estatales de México, Coahuila, Hidalgo y Oaxaca, lo que le coloca en una difícil tercera posición, pues el PAN gobierna en Chihuahua, Durango, Tamaulipas, Guanajuato, Querétaro, Aguascalientes, Yucatán y Quintana Roo, ocho estados, y tendrá alrededor de 111 diputaciones federales directas. Con una buena dirigencia nacional, no como la que tiene ahora, es un partido que puede regresar para pelear la elección presidencial de 2024.

El PRI necesitará de una verdadera transformación, no la que se hizo con la actual dirigencia nacional, donde sigue la mano de los dinosaurios y del grupo de Enrique Peña Nieto, quien está protegiendo sus intereses y sus evidentes tratos con el actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que los tiene, a él y su círculo cercano, en la condición de intocables. A cambio se ha comprado el silencio, que es una de las formas más acabadas de la complicidad.

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