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¿Por qué se ha caído electoralmente el PAN?

Análisis Político y Social / Opinión / Slider / 6 abril, 2021

Por: Gerardo Lozano

Una de las tendencias más relevante de las elecciones del 6 de junio, donde se renovaron 15 gubernaturas, 500 diputaciones federales, 1,063 diputaciones locales y 923 presidencias municipales, fue la confirmación del derrumbe del PAN en Coahuila.

Debido a que era, hasta las elecciones presidenciales de 2018, el principal partido de oposición del país y quien tuvo en sus manos su consolidación como una alternativa fuerte de centro-derecha, que debió ofrecer contrapesos al movimiento de MORENA, el PAN se ha ido desfondando en varias regiones del país, como el norte, donde tuvo su primera gubernatura en Baja California Norte, donde hoy es una sombra.

 De 15 gubernaturas en juego, cuatro de las cuales gobernaba, ganó de forma contundente Querétaro y de forma mucho menos holgada Chihuahua, pero increíblemente esta la ganó en contra del propio gobierno panista de Javier Corral y su delfín Gustavo Madero, quien era el candidato de Corral, quienes se fueron con todo, incluidas demandas judiciales, en contra de la candidata María Eugenia Campos Galván, pero el grueso de la sociedad del estado no simpatiza con Morena e, increíblemente, ganó la que será la primera gobernadora mujer en la historia de Chihuahua.

Nunca se había visto una división tan feroz de panistas contra panistas, más tratándose del gobernador y su delfín contra una candidata mujer.

El gran cuestionamiento es qué le pasó al PAN para sufrir un derrumbe tan desastroso cuando en el periodo de Enrique Peña Nieto fue oposición y no debería estar sufriendo el voto de castigo por ese gobierno, lo que sí le está sucediendo al PRI, que está en teoría en una posición mucho más riesgosa, pues de 8 gubernaturas que encabezaba perdió la 8 y se quedó con tan solo cuatro, solo dos de ellas relevantes: el estado de México y Coahuila.

La mayoría de los analistas consideran que el PAN llegó a la elección presidencial de 2018 seriamente fracturado y en casi tres años ha sido incapaz de resolver sus conflictos internos y restructurarse como organización, pero además enfrenta otros dos problemas.

Primero, un abandono de sus principios básicos, lo que lo ha desdibujado como organización política y no le permite ofrecer a los electores una agenda política propia. Y segundo, además de este extravío doctrinal e ideológico el PAN cayó en la mayor tentación del ejercicio del poder: la corrupción.

Las alcaldías ganadas en la ciudad de México, son el resultado del malestar de las clases medias y en general de una gran parte de los capitalinos con el gobierno de López Obrador y Claudia Sheinbaum, más que del trabajo político del PAN como tal.

EL CASO COAHUILA

Para poder tener una idea de lo que sucede a nivel nacional, se puede tomar como referencia lo que ocurre en Coahuila, donde el PAN se derrumbó de forma estrepitosa en la pasada elección por las diputaciones locales, de las cuales no logró ganar una sola y se ha tenido que conformar con tres plurinominales, después de que en la legislatura pasada tuviera 9 diputados locales.

En la pasada elección del 6 de junio solo ganó, y de forma apretadísima, la alcaldía de Monclova y dos o tres pequeños municipios, todas las demás alcaldías las perdió, incluido Torreón, lo mismo que todas las diputaciones federales, incluido el distrito 5, por el que compitió el propio Jorge Zermeño.

Como a nivel nacional, el PAN en Coahuila enfrenta una grave división interna, no sólo entre las regiones sino también a nivel regional y municipal.

En los últimos veinte años el PAN estatal ha sido controlado en gran medida por una camarilla de políticos jóvenes, que ahora están ya en una edad mediana, encabezados por Guillermo Anaya Llamas.

Se trata de un grupo de abogados de familias de clase media, que incursionaron en el PAN no por cuestiones doctrinales o ideológicas, ni siquiera como una forma de buscar comprometerse socialmente, sino como una forma de ascenso social, de lucro profesional, lo cual han logrado con abundancia.

Todos ellos llegaron a cargos de elección popular, en menor o mayor medida, pero muy pronto comenzaron a recibir señalamientos de corrupción, de tráfico de influencias y de enriquecimiento inexplicable.

La clientela dura los siguió apoyando, pero el consenso que habían logrado en los medios populares por medio del ejercicio del poder, comenzó a perderse y sólo se vio atenuado por el descrédito y el desastre del gobierno estatal de Humberto Moreira y la mala imagen que dejó el hermano Rubén.

En la última elección interna por la dirigencia estatal del PAN, el grupo de Guillermo Anaya logró imponer, mediante todo un litigio legal, a Jesús de León Tello, lo que provocó un fuerte choque con el panismo del centro del estado y el distanciamiento del panismo de Saltillo, la capital.

Para dar una idea del nivel de aceptación interna de la camarilla panista de Torreón, en la elección interna por las diputaciones plurinominales, el dirigente municipal, Ignacio García, quien es primer regidor del ayuntamiento panista de Torreón, obtuvo tan solo 5 votos y fue superado por Homero Walss y Natalia Vigil, dos militantes de bajo perfil que ahora son diputados plurinominales.

REBASADOS POR MORENA

El reclamo más importante de la militancia y la clientela panista hacia su dirigencia es la incapacidad de plantarse y proponer una estrategia alternativa ante el fenómeno de MORENA.

El PAN se percibe perdido, desconcertado, ante un partido que se está moviendo con una velocidad de vértigo, frente al cual ha sido incapaz de elaborar una estrategia eficaz y mucho menos presentar una dirigencia que esté a la altura de un reto de tales magnitudes.

El líder nacional del PAN, Marko Cortés, es uno de los dirigentes de más bajo perfil de que se tenga memoria en la historia del panismo nacional, y además está bajo la influencia de Ricardo Anaya, un muchacho, abogado también, que no debió ser el candidato a la presidencia de la república en el 2018, mucho menos controlar a su partido, pero hoy ha reaparecido con una campaña mediática en busca nuevamente de la candidatura para las elecciones de 2024,y nadie hace nada al interior de la dirigencia nacional del partido.

Esta incapacidad de mostrarse como una oposición importante ante el gobierno de López Obrador ha ido provocando un fuerte desaliento entre los sectores de clase media y alta, donde se ubica históricamente la clientela dura del PAN. Hay inclusive un sentimiento de cierta frustración.

Para ahondar más este sentimiento, un grupo de conocidos panistas de Torreón, en un acto de pragmatismo rampante, se han pasado a MORENA para ocupar cargos claves y puestos de representación popular, inclusive habiendo sido electos como candidatos del PAN, como es el caso de Luis Fernando Salazar Fernández, quien, como diputado federal electo, se pasó a MORENA y fracasó, por el mismo rechazo del un sector importante de su expartido, en su intento por convertirse en presidente municipal de Torreón.

A estas alturas del tercer año del gobierno de López Obrador, la clientela dura del panismo parece persuadida que no se trata, como en otras épocas, de una lucha democrática por los gobiernos, sino que está de por medio el destino mismo del país y su partido parece extraviado.

Del otro lado, López Obrador tuvo la determinación de ganar las elecciones del 6 de junio al precio que fuera y estuvo jugando la única carta fuerte que le queda: la lucha en contra de la corrupción.

Para “ablandar” a la Alianza de Gobernadores Federalistas, que se ha conformado como el bloque opositor que pudiera influir de una manera importante en las elecciones del 6 de junio, la presidencia ordenó, con meses de anticipación, una investigación en contra del gobernador panista de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, y la FGR ha presentado una demanda de desafuero en contra de él.

Para la misma Alianza de Gobernadores Federalistas se ha convertido en un problema muy embarazoso sostenerle el apoyo a Francisco Cabeza de Vaca, dada la cantidad y gravedad de las imputaciones que se le hacen, en lo que es un golpe mediático y político contundente y, lo más penoso es que se trata de un gobernador panista, cuando ya habían investigado inclusive a todos los gobernadores priistas y de otros partidos opositores.

El PAN llegó así a la elección del 6 de junio: dividido, sin figuras de liderazgo a nivel nacional y de los estados, sin una propuesta de gobierno alternativa a la de López Obrador, desconcertado y, para colmo de males, alcanzado por escándalos de corrupción.

Cuando más falta le hace al país una opción política de centro-derecha que haga equilibrio a un gobierno populista, autoritario, ferozmente centralista y sin mayor vocación democrática, el PAN pasa por uno de los peores momentos de su historia.

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Redacción




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