El PAN en Coahuila está en serios problemas

Por: Gerardo Lozano

De no haberse aliado con el PRI, el PAN en Coahuila estaría en muy graves problemas, o, de hecho, lo está, pero tiene un respiro en esa alianza para tratar de hacer algo en 2024 y no pasar al proceso de convertirse en un partido marginal, de los llamados “morralla”. 

Resulta apenas creíble que en la pasada elección por la gubernatura en 2017 el PAN estuvo a punto de ganar y que hoy obtuvo tan solo el 6.8% de la votación, por debajo de Morena y del PT y solo un punto por encima del pequeño partido UDC.

De haberse lanzado en forma independiente, el PAN habría obtenido apenas una o dos diputaciones locales plurinominales. De ese tamaño es el desplome que ha sufrido.

¿Qué le pasó al PAN en Coahuila? Hay varios factores que parecen haber influido para llevar al viejo partido de la derecha a una circunstancia tan penosa, en un estado donde había sido la oposición histórica.

A nivel nacional, el primer problema del PAN parece residir en haberse cerrado como organización política. Por muchos años, décadas, el PAN estuvo cerrado para la ciudadanía que simpatizaba. Convertirse en militante del partido era todo un trámite burocrático y de recelo; en apariencia sólo se podía entrar por recomendaciones o relación con algún dirigente. Esto propició mantenerse en manos de una reducida camarilla, la que acaparaba la mayoría de los cargos y las candidaturas.

En Torreón, el problema más crítico es que esa camarilla, desde donde se manejaba el Comité Directivo Estatal, se corrompió escandalosamente durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa. Aquello se convirtió en un grupo de políticos jóvenes que se dedicaron a traficar influencias a través de cargos burocráticos de tipo federal y de diputaciones y senadurías.

El PAN gozaba del poder federal, en el sentido estricto del término, y esto en apariencia pudrió al partido. En pleno periodo de Felipe Calderón, llega a la presidencia municipal de Torreón un personaje como José Ángel Pérez, un verdadero inepto para el ejercicio de un cargo gubernamental, que le dejaría abierta la puerta al regreso del PRI.

En Saltillo el control del partido era un problema aún mayor, al quedar bajo el dominio de la familia López Villarreal, el clan empresarial de origen nacional más importante del sureste del estado. Todavía en 2014, se decide colocar en la presidencia municipal a Isidro López Villarreal, el hermano mayor de la familia, quien tenía fama de ser un personaje que ha estado peleado toda su vida con el trabajo y que pasa gran parte de su tiempo en los campos de golf y vive buena parte del año en San Antonio, Texas.

En 2018, llega a la presidencia municipal de Torreón el último miembro de la vieja camada del PAN, Jorge Zermeño Infante, un político corrupto que se las había ingeniado para seguir teniendo una imagen respetable, después de haber sido el primer alcalde de oposición de la ciudad, un cargo que había desempeñado con mediocridad, y de haber obtenido canonjías tan grandes como la embajada de España en el periodo de Felipe Calderón, con quien sostenía una muy estrecha relación.

Ocupa el cargo en dos ocasiones, de 2018 hasta el 2021, pero en este retorno lo hace en compañía de sus hijos mayores, uno de ellos especialmente ambicioso. Su gobierno se caracterizó por la corrupción, llevada a cabo a través de sus hijos, los que nunca ocuparon un cargo formal, y de su círculo de amistades más cercanas, la mayoría de ellos viejos panistas y algunos advenedizos nuevos y también muy ambiciosos.

Actualmente existen varios procesos judiciales en contra de funcionarios de esa administración, incluso uno de ellos en arraigo domiciliario, quien se niega a restituir el daño. Existen también amparos de altos funcionarios del gobierno zermeñista, pero, debido precisamente a la alianza político-electoral, es muy probable que la mayoría de ellos sólo restituya parte del daño, o ni eso. La información oficial en torno al tema se comenzó a manejar con extremo sigilo a partir de finales del año pasado y hoy sigue bajo reserva.

En Monclova, donde se ubica el padrón panista más grande del estado, el problema de la corrupción se repite, lo que da una idea de la descomposición del partido en todo Coahuila.

La falta de calidad moral es tal que un nutrido grupo de exfuncionarios de la administración de Jorge Zermeño Infante demandó la devolución de sus aportaciones al Fondo de Pensiones del Ayuntamiento. Esto nunca antes se había dado en un gobierno municipal saliente, salvo en el de José Ángel Pérez, donde varios altos funcionarios interpusieron demandas millonarias por “despido injustificado”, una vez que había concluido la administración, y las ganaron.

A la corrupción de la dirigencia, la cerrazón del partido y las repercusiones del mal gobierno de Felipe Calderón se añade la división interna, motivada por la lucha por los cargos legislativos y las candidaturas a puestos de elección popular. Hay deserción de liderazgos y éstos, por medio de Morena, se llevan a una parte importante de los seguidores del partido.

El derrumbe es grave, pero ahora la dirigencia está exultante, triunfal, en una contienda donde logra obtener, por la vía de la alianza, varias diputaciones y cargos gubernamentales, que serán repartidos según convenga a la deteriorada estructura. Lo cierto es que el PAN aportó al triunfo de la alianza apenas el 6.8% de los votos, cuando se estimaba que aportara al menos el doble.

Frente a Morena y sus aliados, el PAN, por lo menos en Coahuila, no parece tener nada qué ofrecer, ni siquiera un discurso de oposición medianamente inteligente y creíble. Toda su clientela, (que alcanzaba cerca de los 400 mil votantes) ha votado por el PRI, se ha ido a Morena o sencillamente se encuentra en calidad de huérfana políticamente, ante una dirigencia que sigue siendo más o menos la misma y que está paralizada, que no propone nada, pero espera obtener algunos cargos de gobierno en el nuevo gabinete.

Una pena para la democracia y para aquellos que han sido panistas en Coahuila por generaciones.