Por: Gerardo Lozano
La Secretaría de Hacienda ha planteado el cobro de impuestos a los esotéricos, adivinadores o brujos, según se les quiera llamar, que son, desde tiempos ancestrales, una actividad económica informal en México. Esto implicaría primero meterles a la formalidad, es decir, inscribirlos en el SAT, una tarea imposible salvo en aquellos casos en que tengan locales públicos, que los hay. Sin embargo, saber cuánto cobran y cuánta clientela tienen sencillamente no se puede.
Sería bastante justo que estos vendedores de magia blanca y negra, de fantasías extravagantes y de remedios sobrenaturales, pagaran impuestos, pues llegan a cobrar cantidades muy grandes por realizar “trabajos”, la mayoría de ellos relacionados con amores y entuertos de parejas, o por echarle un vistazo al futuro, una tarea que las religiones sólo les conceden a los dioses.
Tratar de cobrar impuestos a esta gente, podría ser una pérdida de tiempo si no se tienen poderes de hechicería, algo que no posee el SAT, a Dios gracias, pues con los poderes que tiene nos trae con el Jesús en la boca.
Lo que sí debería hacer el SAT es apretar al sector médico privado, que está desatado en sus utilidades y es uno de los principales evasores de impuestos del país. Entre peor va el sector público de salud, mejor le va a la medicina privada.
MEJOR REGULAR AL SECTOR MÉDICO
Un médico especialista cobra entre 700 y mil pesos por consulta, de las cuales puede tener cinco o más en un día. Dado que es algo más bien raro que los pacientes pidan un comprobante fiscal, los médicos reportan al SAT lo que ellos quieren.
Las consultas son solo el servicio básico que se presta pues, por citar un ejemplo, un cardiólogo puede realizar electrocardiogramas, pruebas de esfuerzo, ecocardiogramas de diversos tipos, exámenes preoperatorios y colocación de monitores cardiovasculares. Por cada uno de estos servicios cobra una cantidad de dinero que no es poca. En un chequeo un paciente puede pagar tres, cuatro mil o más pesos, y de nada pide comprobación fiscal.
Los dentistas han convertido a la boca en una industria. Nunca en la historia de la humanidad dos hileras de dientes habían hecho necesarias varias especialidades médicas, por medio de las cuales se pueden pagar cantidades verdaderamente grandes de dinero, en ocasiones escandalosas, y, nuevamente, es cosa extraña que el paciente pida comprobantes fiscales, por lo que todo lo que ingresa va a la bolsa del médico después de gastos.
Las cirugías son palabras mayores. Un procedimiento de cateterismo para colocar un expansor en alguna artería coronaria, que es algo bastante común, puede tener un costo que va de los 30 mil a los 50 mil pesos. Una cirugía mayor puede tener un costo de 100 mil, 150 mil o más pesos, todo depende de la solvencia económica que el médico le vea al paciente, y también es raro que se dé un comprobante fiscal; y para qué lo querría si muy complicado, sino imposible, que pueda ser deducido en la declaración de una persona física o moral.
La visión romántica de la medicina, donde era vista casi como un oficio sacerdotal, ya pasó a la historia. Hoy un médico no tiene un consultorio: tiene un negocio de prestación de servicios, salvo muy honrosas excepciones. La nueva mentalidad es hacer todo el dinero posible, y el SAT les ayuda muchísimo en esa tarea.
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