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El PAN en Coahuila: aliarse o hundirse como oposición

Análisis Político y Social / Slider / 12 diciembre, 2022

Por: Álvaro González

El PAN tiene en Coahuila un serio dilema: en los dos últimos procesos electorales, de 2020 y 2021, fue desplazado completamente por Morena como el principal partido de la oposición en el estado y, con estos resultados, si acudiera sin alianza a la elección por la gubernatura en 2023, el único beneficiario del voto panista sería precisamente Morena, con lo cual la posición del panismo se vería ante un escenario aún más adverso.

Los resultados de las elecciones de 2020 y 2021 son datos duros y contundentes sobre la difícil posición del PAN.

En 2020, año en que se renovó el Congreso del Estado, el PRI obtuvo el 49.31% de los votos, Morena el 19.34% y el PAN tan solo el 9.90% del total. De esta forma el PRI se adjudicó los 16 distritos del estado, Morena obtuvo 4 diputaciones plurinominales y el PAN apenas 3, cuando en la legislatura anterior había tenido 9, pero de estas 3 ya perdió una con la salida de Rodolfo Walss, quien se pasó a Morena.

En la elección de 2021, donde se renovaron las 38 presidencias municipales del estado, el PRI obtuvo el 40.84% de la votación total, Morena el 31.24% y el PAN cayó a un 12.62%.

De las 38 alcaldías, el PRI ganó 25, Morena 8 y el PAN sólo 4, pero estas fueron las de Candela, General Cepeda, Juárez y Monclova. Los tres primeros son de los municipios más chicos y marginales de Coahuila y sólo Monclova es la tercera ciudad del estado, pero ésta se ganó más por el trabajo político de Mario Alberto Dávila Delgado que por el PAN como partido.

A siete meses de la elección por la gubernatura, que será el 4 de junio de 2023, toda la atención político-electoral está centrada en la lucha entre el PRI y Morena, dejando en una posición completamente marginal al PAN.

A partir de este escenario, ¿qué puede y qué debe hacer el PAN? Hay varias posturas encontradas al interior del partido. El ala más dura se niega a considerar siquiera una posible alianza con el PRI, más después de los sucesos últimos con Alejandro “Alito” Moreno, el dirigente nacional de este partido, pero hay otra corriente del panismo que considera que detener a Morena es, hoy por hoy, la prioridad, pues esto le cerraría mucho más los espacios políticos y electorales al mediano y largo plazo.

La resistencia del ala dura es muy explicable, pues el PAN ha sido históricamente la oposición del PRI en Coahuila, y esto era lo que le daba todo su impulso y su fuerza. Vivíamos así en un bipartidismo, que se comenzó a hacer mucho más competitivo desde los años noventa del siglo pasado, pero de pronto y de manera sumamente brusca este escenario ha cambiado.

A nivel nacional el PRI se derrumbó hasta una tercera posición, y el PAN se quedó en la segunda posición en que se había mantenido durante todo el periodo previo a la alternancia del 2000, pero el problema es que Morena se convirtió en el partido gobernante, no como un periodo más de alternancia, sino como una formación política que está construyendo o al menos intentando, un cambio de régimen, para regresar a la hegemonía de un solo partido, sólo que en este caso mucho menos tolerante y mucho más agresivo e ideologizado. El PAN no tiene ya frente a sí un adversario político sino a un enemigo.

LO NACIONAL Y LO ESTATAL

Surge así una paradoja: a nivel nacional el PAN ocupa un lugar de primera oposición, por encima del PRI, lo que le permite establecer ciertas condiciones en caso de mantener una alianza como la que se había pactado desde 2021, pero a nivel de Coahuila la situación es en sentido inverso: el PRI tiene una posición de primera fuerza política, gobierna en el estado y en los municipios más importantes y tiene abrumadora mayoría en el Congreso Estatal, mientras que el PAN se encuentra en la posición más difícil, por lo menos de las tres últimas décadas.

¿Qué puede hacer entonces el PAN coahuilense? Sólo a manera de rumor, no de hechos confirmados, se ha filtrado a los medios de comunicación que el ala dura del panismo está exigiendo una negociación imposible, en la cual pide, para establecer una alianza en 2023, tener prácticamente casi la mitad de las posiciones políticas posibles, en caso de ganar la elección, lo que resulta desproporcionado, partiendo de la cantidad de votos que puede aportar en números duros.

Para asegurarse de ganar la elección contra Morena, el PRI sí parece requerir de una alianza que amplíe su ventaja frente al partido oficial, que está cargando con todos los recursos que tiene a su disposición, los cuales son muchos.

La estrategia ya bien conocida de Morena, que aplicó en la elección de Durango, es la de mandar a hacer encuestas y difundirlas desde la Ciudad de México, en las que inicialmente presenta un “empate técnico” y, en una segunda serie de encuestas, difundirá que está arrancando el proceso electoral con una ventaja sobre el PRI o sobre la alianza, en caso de que ésta se integre.

La siguiente estrategia, que ya han puesto en marcha, es que van contra los hermanos Moreira y el “moreirato”, afirmando inclusive que el jefe político en Coahuila sigue siendo Rubén Moreira, por su posición en la Cámara de Diputados, lo cual es un disparate, pero puede ser útil para efectos de propaganda electoral si no se le contrarresta.

Rubén Moreira sigue activo políticamente en la Ciudad de México, gracias a su condición de diputado consorte. Sobrevivió y está donde está por las relaciones de su esposa Carolina Viggiano, pero él, junto con su esposa, está muy lejos de traer el aire de frente. Rubén Moreira fracasó como operador electoral en Campeche, un asunto muy personal que le habían confiado, y Carolina Viggiano fracasó, de forma estrepitosa, como candidata al gobierno estatal de Hidalgo.

Otro asunto, éste personal pero muy delicado, es que Rubén Moreira tiene la prioridad de atender su salud física y dedicarle tiempo a ello, debido a un grave padecimiento que le ha regresado, de acuerdo a fuentes confiables que lo han hecho trascender, así que ni es el jefe político y, lejos de poder seguir con la mano puesta en Coahuila, la estrategia obligada es mantenerlo al margen, allá donde está, en la Ciudad de México, donde radica desde hace cinco años.

En Coahuila, que es una excepción, las cosas hace años que caminan bajo una jefatura política distinta, pero el dilema más inmediato es si habrá o no habrá alianza con el PAN, frente a Morena que ya tiene su propia alianza; tanto la tradicional como la de los partidos regionales, que suman poco, pero en una contienda cerrada todo cuenta.

La última información de la dirigencia panista es que la mayoría sí acepta la posibilidad de una alianza partidista con el PRI y el PRD, la que debe concretarse antes de finales de este año.

¿Y la elección por la gubernatura en 2017 donde hubo empate técnico PRI-PAN? Vista, desde el escenario de hoy, ya no es sino una añoranza de algo irrepetible, una historia para contar.

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Redacción




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