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La pintura lagunera: poco público, menos clientes

Cultura / Opinión / 31 diciembre, 2018

Por: Álvaro González

Cada mes o dos meses se inaugura en la ciudad alguna exposición de pintura, que puede ser de artistas locales de un nivel de lo más diverso, que, en una gran parte, son creadores empíricos que tienen el gozo de exhibir sus trabajos, pero para los cuales la pintura es un entretenimiento y, por supuesto, no pasan por ningún filtro que evalúe su calidad, mucho menos de curadores profesionales.

Hay otro grupo de artistas, no muchos, que han alcanzado un nivel profesional, pero no han logrado colocarse dentro del dificilísimo y reducido mercado del arte regional. El día de la inauguración se logra reunir a un público en ocasiones numeroso, pero se trata en su mayoría de gentes del mismo medio, parientes y amigos.

En muy difícil que entre este público que va a la inauguración acudan compradores, por lo que la mayoría de los cuadros no logran venderse y tienen que ser regresados a la bodega, en espera de una nueva exposición.

Después del día de la inauguración el número de visitantes suele ser sumamente reducido, aunque la exposición se prolongue por un mes o hasta más tiempo.

Hay otras exposiciones de artistas foráneos que gozan de un mayor nombre, inclusive de artistas extranjeros, cuya obra es exhibida en los mejores espacios con que cuenta la ciudad.

En este tipo de exposiciones también, el día de la inauguración, suelen tener una asistencia que puede ir de las 30 a las 100 personas, en el caso de que sea muy atractiva la obra que se presenta, pero como estos trabajos son mucho más costosos, no hay compradores, inclusive lo más común es que no se ofrezcan a la venta, a menos que algún interesado pregunte al respecto.

Después de la inauguración, el resto del tiempo que dura expuesta la obra, que es prolongado, la afluencia de visitantes suele ser también sumamente pobre.

El único espacio que logra atraer una mayor cantidad de visitantes es el Museo Arocena, pero aun así, considerando el tamaño de la población regional, son muy pocos, no importando la calidad de la obra en exposición que es, la mayoría de las veces, de primer nivel.

Singularmente, la mayor venta de obras pictóricas se da a través de contados establecimientos que operan como tiendas de muebles y artículos de decoración, o los departamentos de “decoración para el hogar” de grandes tiendas departamentales, en cuyo caso se trata de litografías; copias con una buena impresión que cuestan relativamente poco, comparadas a una obra original con firma de autor.

Vivir de la pintura es algo reservado a un grupo muy reducido de artistas regionales, quienes, de alguna manera, logran establecer relaciones con una clientela de gente con altos recursos económicos, pero aun dentro de este grupo hay limitaciones, debido a que de los pocos clientes varios solicitan cuadros por encargo, a su gusto y ese gusto está motivado por obras que han visto de grandes autores o por razones mucho más caprichosas como el color o composiciones que de alguna manera les impactan.

Así de penoso pinta el cuadro del mercado regional.

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