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Corrección política y arte

Cultura / Cultura Principal / 31 diciembre, 2018

Por: Daniel Herrera
Escritor y músico lagunero
twitter: @puratolvanera

Son tiempos extraños. Una nueva moralidad se ha abierto camino utilizando las efectivas herramientas que están a la mano: las redes, los celulares y las expresiones rabiosas.

Esta nueva moral es tolerante e intolerante al mismo tiempo. Condena y perdona de la misma manera y viaja de un extremo al otro sin ningún miramiento. Se pone siempre del lado de las víctimas incluso sin escuchar las dos versiones de las historias y ataca a los victimarios sin saber con seguridad quiénes son o qué han hecho. Los usuarios se convierten en jueces, abogados y verdugos al mismo tiempo.

He visto cómo se suben a alturas morales ridículas, desde cualquier ladrillo o banquito, y voltean con desprecio hacia abajo. Lo hacen los jóvenes, sobre todo, pero nosotros los cuarentones y más  grandes tampoco nos quedamos atrás.

Como toda moralidad, aspira a ser acatada por el mundo, pero al mismo tiempo sólo afecta a unos cuantos. Mientras más se tiene por perder, es probable que los soldados de estas nuevas reglas, decidan enfilar los ataques hacia las cabezas más visibles de cualquier grupo de individuos que han decidido expresar, de forma libre, una opinión poco afortunada.

Bajo esta nueva moralidad, se ha exhibido a todo tipo de personas: abogados, políticos, jueces, profesores y todo tipo de autoridad. Los artistas tampoco han escapado.

Pienso que es normal, y siempre se ha hecho, señalar los defectos morales de los artistas. Inquieta pensar que semejantes basuras puedan crear algo conmovedor y que refleje el espíritu humano. Pero el camino se ha internado hacia las obras de arte, en donde, algunos, mostrando una apabullantes superioridad moral, han decidido que nunca más podrán disfrutar las películas, libros, obra plástica o música de determinados creadores porque les recuerda que son o fueron mierda moral.

Lo que haga cada quien, respecto a cuáles productos culturales consumir y cuáles no, es muy su problema, por supuesto. Pero el asunto que me afecta y termina por molestarme, es que esta moralidad, como ya lo dije, intenta aplicarse a todo mundo y ahí es donde vamos en caída libre.

Porque el siguiente paso es censurar el arte. Ya los artistas, de entrada, se ven afectados por el contexto en el que viven. ¿Cómo esta nueva moral afectará el mundo del arte?

Por ejemplo, parece poco probable que, en la actualidad, veamos películas con personajes heroicos cargados de misoginia o racismo, como se hacía en los setentas. Así, en otras disciplinas artísticas, esta moral también se ve reflejada, aunque el cine es el arte que lo muestra de forma más evidente.

Hace poco descubrí, gracias a una de estas valientes personas que se han convertido en paladines de la nueva moralidad, que la novela Lolita de Nabokov, no sólo es una apología de la violación y la pederastia, sino que, incluso el autor, a quien ninguno de nosotros conoció en persona, seguro era también tan repugnante como su personaje Humbert Humbert.

Por fortuna, aparecieron defensores no sólo de la obra, sino también del escritor, y gracias a ellos, pude ver un video en donde Nabokov mismo explica que el protagonista del libro es un monstruo y que nadie está deseando que aparezcan acosadores o violadores sólo porque leyeron una de las más importantes obras de la literatura universal.

En fin, que eso no deja satisfechos a los nuevos cruzados de la corrección política. El arte se ha visto implicado y están convencidos de que es imposible o, por lo menos muy complicado, separar la obra de arte de la vida personal del creador.

Y aquí estamos ante un problema estético, ¿es necesario  conocer la vida del artista para entender su obra? La respuesta clave es que la obra es un objeto creado pero que debe ser visto como una unidad individual, bien delimitada. La vida del artista no es fundamental para que funcione como obra de arte, aunque el contexto de su creación siempre ayuda a comprenderla en su totalidad.

Vamos, a Woody Allen se la ha acusado de ser un terrible ser humano y, hace poco, lo desmintieron sus propios hijos.

Mientras el movimiento #MeToo se inflaba en las redes, los dedos flamígeros apuntaron hacia el director. Alguien afirmó que los  apuntes personales de Allen están llenos de ideas misóginas y pedófilas. Y, así, de pronto, fue incluido entre los personajes de Hollywood que tienen, ellos sí, acusaciones graves y demandas penales por violación.

El arte no debe ser juzgado desde la moralidad

Más allá de la estupidez que significa juzgar a alguien  porque hizo apuntes personales con ideas perversas que aparecen en su mente y ya, sigo pensando que se pueden ver las películas del director sin necesidad de revisar su vida. Es más, la primera vez que vi una película de él, yo era un adolescente que no sabía nada del director. Quedé fascinado. ¿Acaso es tan complicado hacer esa separación?

El problema es cuando el artista, consciente de las nuevas reglas no escritas de esta moralidad, ha decidido no romperlas y sus obras conviven de forma amable con ellas, supeditando las necesidades y obsesiones personales a lo que los demás indican debe ser aceptable o no. Eso, se podría decir, es problema del artista, pero también es un asunto que termina convirtiendo la producción de arte en un tópico ético antes que estético. ¿Hasta dónde esta nueva moralidad terminará influyendo en el arte que se crea actualmente? Imposible saberlo con certeza, pero estoy seguro que ya está afectando y que se puede notar su influencia en la disciplina más inmediata: el cine.

Sólo se debe observar cómo las películas con mayor proyección son una oda a la nueva corrección política. Ejemplos hay muchos y no podría agotarlos en esta reflexión.

No queda mucho por hacer frente a esta nueva moralidad, los valores no son universales y es probable que en algunos años domine casi todas las relaciones sociales civilizadas. No es esta una diatriba contra el feminismo o la tolerancia hacia tipos distintos de ver la vida, es sólo una crítica a la superioridad moral de quienes son la punta de lanza de esta nueva forma de juzgar al otro. La resistencia ante esta corrección política quedará en manos de cada uno, si así lo desea. Algunas partes del nuevo discurso serán aceptadas y otras, combatidas.

Desde mi punto de vista, el arte no debe ser juzgado desde la moralidad y utilizaré todas las herramientas de la estética para defenderlo.

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