Breaking

Docencia y arte, o cómo partirse en dos todos los días

Cultura / Cultura Principal / 11 junio, 2023

Por: Daniel Herrera

Cuando se piensa en un artista dando clases, es comprensible creer que lo hace porque necesita pagar cuentas y el arte no le da suficiente dinero. El problema es afirmar que el artista que da clases lo hace porque no ha podido crear una obra significativa ni ha encontrado la forma de llegar al éxito. También se afirma que un artista que da clases, tal vez un montón de horas a la semana, en realidad abandona su obra y es un fracasado que quiere impresionar a un montón de jóvenes o adolescente que no saben bien de qué se trata el arte.

Y, por supuesto, no puede faltar el estereotipo del artista fracasado que entusiasma y envuelve a una menor de edad para llevársela a la cama porque no puede enfrentar su propio fracaso ni a mujeres de su edad.

En resumen, se piensa que los artistas no deberían ser profes y que la educación se convierte en una forma más de sobrevivir, casi como si se trabajara en un restaurante de comida rápida.

Aunque es imposible negar la existencia de profes/artistas como los que enumero, quisiera dejar aquí una serie de ideas que tengo sobre cómo la educación y el arte van de la mano, y que un artista dedique tiempo de su vida a la docencia no significa ningún tipo de fiasco. Incluso, creo que el tiempo en el aula puede ser parte del proceso de creación por el que pasa cualquier artista. 

Cuando pienso en un artista, encuentro que, dentro de su formación, es muy común el encuentro con un maestro. Ya sea de manera directa y frontal, como en el caso de músicos o bailarines, o de forma indirecta, como es el caso de algunos cineastas o de los escritores. 

A pesar de que el artista tiene la tendencia natural a ser autodidacta, la mejor forma de entender cómo se hace arte y cuáles son las técnicas fundamentales para lograrlo es a través del trato con un profesor. 

La existencia del profesor/artista, en este caso, debería ser para ahorrarle tiempo y esfuerzo a los estudiantes, en lugar de permitirles navegar a su suerte descubriendo aquello que ya existe desde tiempo atrás. 

Eso que ya está ahí se puede revisar desde cierta perspectiva científica, por ejemplo a través de la historiografía y la estética, pero, al final, la enseñanza del arte no está sometida a las reglas que casi siempre se aplican en otras áreas del conocimiento humano.

Y aunque el arte no tiene en realidad nada de misterio, su aprendizaje puede ser riguroso, la enseñanza de la técnica implica disciplina, constancia e inteligencia. El trabajo para aprender a hacer arte requiere de la misma seriedad que se utiliza en la enseñanza de las ciencias “duras”. En este caso, el artista que da clases tiene una ventaja más: puede enseñar experiencia, una experiencia que sigue viviendo a diario mientras asiste a sus clases. Porque el profesor/artista debe continuar haciendo arte para poder transmitir ese conocimiento. De nada sirven las viejas glorias en el salón de clases. La nostalgia no es igual de poderosa que el ejemplo. 

Explicado como mito al artista que fracasa cuando da clases, lo que queda es definir qué define a un profesor/artista. 

Por un lado, se espera que tenga una formación interdisciplinaria. No es útil si tiene muchos conocimientos técnicos, pero estos no están soportados con conocimientos históricos y sus contextos sociales. También debe conocer de crítica, entendida como teoría, para explicar el valor del arte y, por supuesto, de estética, para explicar los cambios históricos que ha sufrido el arte. A todo esto se le agrega que debe practicar arte mientras también es docente para darle un valor extra a la enseñanza en el aula.

En segundo lugar, lo ideal, aunque a veces se aprende sobre la marcha, es que el profesor/artista tenga conocimientos de pedagogía. Nunca está de más un curso de microenseñanza. No se trata de que sea un experto en el área, pero sí que sepa comunicar el pensamiento y la técnica. 

Finalmente, en tercer lugar, el profesor/artista tiene que reflexionar sobre su disciplina y cómo se interrelaciona con la docencia. Esta reflexión no sucede sólo una vez en la vida, sino que debe sostenerse durante el tiempo que se esté en el aula y también fuera de ella.

Imagino a un profesor de arte ideal. No sólo explica la historia del arte desde las artes plásticas, sino también desde la música, la literatura, la danza y el teatro. Encuentra las conexiones en los distintos momentos del arte y cómo el contexto histórico, social, económico y político influyeron a los artistas. Busca y explica los vasos comunicantes entre las disciplinas artísticas a través de los siglos y acompaña todo con un análisis estético sobre los valores del arte en cada momento histórico. No sólo entiende y explica lo anterior, también prepara su clase y sabe cómo impartirla haciendo atractiva la historia, estética y filosofía del arte. El tiempo jamás alcanzará a este profesor/artista idealizado porque el arte es tan extenso que no hay forma de abarcarlo por completo, pero él o ella se levantará todos los días y dedicará parte de su vida a enseñar lo poco que sabe con vocación y pasión.

No soy, ni por asomo, un profesor así, pero juro que cada día frente al grupo intento llegar a esto. Algo creo que he logrado en el camino.

Comentarios de Facebook

Etiquetas: , , , ,



Redacción




Previous Post

Grupo Lala es reconocida por su trabajo social, de cuidado al medio ambiente y gobierno corporativo

Next Post

México: Democracia y dictaduras





You might also like


More Story

Grupo Lala es reconocida por su trabajo social, de cuidado al medio ambiente y gobierno corporativo

Grupo Lala, líder en la producción de bebidas y alimentos lácteos en México, fue reconocida con el distintivo de Empresa...

8 June, 2023