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El reclutamiento de jóvenes por el narco; una práctica brutal que desmiente a la ingenua teoría oficialista

Análisis Político y Social / 5 diciembre, 2023

Por: Eduardo Rodríguez

El crimen no para de expandirse por todo el territorio nacional y, en la medida que lo hace necesita de más gente y esta debe de ser gente joven, por el tipo de tareas a que se dedica

El escalofriante video ha dado la vuelta al mundo: cinco jóvenes de San Juan de los Lagos, Jalisco, obligados a matarse unos a otros por sicarios, también en apariencia jóvenes, miembros de uno de los cárteles mexicanos de la droga. El horror sin límites, demencial, por parte de los capos que reclutan jóvenes para tareas criminales, por las buenas o por las malas; por voluntad propia o por medio del reclutamiento forzado, una leva salvaje, como la que desgraciadamente practicaban algunos de los ejércitos de la revolución mexicana.

Unas semanas después, el mismo cártel “levanta” a siete muchachos adolescentes, entre ellos dos menores de edad, en una ranchería de Zacatecas. El mismo modus operandi: “levantar” a la fuerza y luego la desaparición.

La teoría gubernamental, o más bien la teoría de AMLO que repite él y sus funcionarios, es que en la medida en que las ayudas y becas alejen a los jóvenes de la pobreza, estos dejarán de optar por incorporarse a las organizaciones criminales, lo que supuestamente ya está ocurriendo, pero los hechos, lamentablemente, se empeñan en desmentir esta versión: los cárteles siguen reclutando y aplicando sus prácticas tradicionales.

La lógica es bien simple. El crimen no para de expandirse por todo el territorio nacional y, en la medida que lo hace necesita de más gente y esta debe de ser gente joven, por el tipo de tareas a que se dedica.

Otro hecho, que también va contra la teoría oficial, es que muchos capos ya son viejos o se están haciendo viejos, por lo cual hay una nueva y hasta una tercera generación de líderes criminales que está entrando al relevo y estos son jóvenes o muy jóvenes.

Como ejemplo se puede poner el caso más conocido: los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán, conocidos como los “chapitos”, que van de los 40 a los 30 años, quienes están integrando sus equipos operativos con gente tanto o más jóvenes que ellos, y la mayoría de estos muchachos no vienen de familias en pobreza, inclusive algunos de ellos vienen de familias que están por encima de la clase media.

“El Nini”, Néstor Isidro Pérez Salas, de tan solo 30 años de edad, jefe de seguridad del clan de los “chapitos”, fue detenido por el ejército y la marina en una de sus residencias, ubicada en una zona exclusiva de Culiacán, Sinaloa, donde habitaba como cualquier otro vecino del fraccionamiento de lujo. La captura se dio, como se ha vuelto habitual, después de una visita de AMLO a los EEUU, donde se ofrecía una recompensa de 3 millones de dólares por “El Nini”, considerado una pieza estratégica de la facción de “los chapitos”, debido a su conocimiento y manejo de todo el aparato de fuerza de choque y la operación interna de la organización.

“El Nini”, según las mismas filtraciones gubernamentales, trabaja con los Guzmán desde los 19 años de edad, convirtiéndose en un sicario que, a juzgar por su cargo actual, debe de haber tenido grandes habilidades para ejecutar y dirigir la violencia y “el arte” de matar. Se le considera el responsable de haber dirigido el llamado “culiacanazo”, que impidió el primer intento de captura de Ovidio Guzmán.

Ya había logrado evadir operativos para su captura, pero ante la facilidad con que fue capturado en el último operativo, o bien fue entregado por “los chapitos”, ante la exigencia gubernamental, o bien los anteriores operativos eran de mera simulación, sin intención real de captura.

Estamos entonces ante capos muy jóvenes, de segunda o tercera generación, que reclutan a gente tanto o más jóvenes que ellos, para tareas de violencia y muerte, de “mulas”, de producción de drogas, de “halconeo” (estos son casi niños la mayoría de ellos y comienza a haber mujeres también casi niñas), de manejo de laboratorio y de “puchadores” o “dílers”.

Recientemente la revista científica “Science” publicó una investigación de Rafael Prieto, Gian María Campedell y Alejandro Hope, del estimado de las personas que trabajan de tiempo completo para el crimen organizado. De acuerdo a este análisis, que tiene como referencia principal el reclutamiento, las bandas criminales mexicanas son el quinto empleador más importante del país, pues en 2022 oscilaban entre 160 y 185 mil personas, una muy alta proporción de ellas jóvenes y adolescentes.

El gobierno federal, que se niega a dar cifras al respecto, aunque sus organismos de inteligencia deben, o deberían, de tener un estimado oficial, niegan estas cifras, como niegan todo lo que no provenga de su versión, casi siempre manipulada, de los hechos.

Para la presidencia de López Obrador es un insulto el que se refiera que el crimen alcanza ya la proporción del quinto empleador del país, y que México haya ascendido al tercer lugar mundial en criminalidad.

Lo cierto es que los capos no entienden de programas del bienestar y de becas, en su permanente reclutamiento de jóvenes y de personas que necesitan para llevar a cabo sus operaciones y su expansión, que parece incansable.

Si el reclutamiento no se puede realizar de forma voluntaria, como sucede con muchos elementos provenientes de las fuerzas armadas y de las policías del país, hay que recurrir al reclutamiento de jóvenes y adolescentes de zonas urbanas populares, de pueblos y rancherías.

Si el reclutamiento voluntario no es suficiente, se recurre entonces al reclutamiento forzado, bajo secuestro inicial y amenazas, para incorporar a jóvenes que suelen ser dados inicialmente como desaparecidos, pero que realmente comienzan a vivir dentro del mundo criminal, trasladándolos a diferentes estados del país, o inclusive trayéndolos del extranjero, como ha sido el caso de pandilleros y migrantes de Centroamérica.

Mientras las fuerzas públicas de seguridad no implementen estrategias al respecto o, inclusive, sean incapaces de resolver desapariciones de grupos completos, miles de jóvenes, al negarse a formar parte del crimen, pueden ser asesinados de formas terribles, publicando las escenas dantescas en las redes sociales, a manera de mensaje de advertencia.

Por los sucesos registrados en diferentes estados durante este año, el reclutamiento de las organizaciones criminales ha estado en aumento durante el actual sexenio federal.

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Redacción




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