Por: Eduardo Rodríguez

Es ya bien conocido que una cosa es lo que se discute a puerta cerrada entre los funcionarios norteamericanos y los mexicanos, y otra muy distinta lo que se dice en las reuniones posteriores con los medios de comunicación.

El 5 de octubre el gobierno norteamericano envió a su plana mayor en materia de seguridad para una reunión de alto nivel con sus pares mexicanos, donde se discutió, como uno de los temas centrales, el problema de la producción y tráfico de fentanilo. Lo sucedido en la reunión a puerta cerrada está reservado, pero las funcionarias mexicanas se dedicaron a mentir en la reunión con los medios de comunicación, de una manera tan evidente y burda que provocó fuerte malestar entre los medios de comunicación norteamericanos.

Es ya bien conocido que una cosa es lo que se discute a puerta cerrada entre los funcionarios norteamericanos y los mexicanos, y otra muy distinta lo que se dice en las reuniones posteriores con los medios de comunicación. Sobre ello debe de existir inclusive en previo acuerdo o sobre entendimiento, pero la sociedad mexicana no puede pasar por alto el nivel de simulación y de mentiras que se han manejado el pasado 5 de octubre, tanto por parte de la Secretaría de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, como de la canciller Alicia Bárcena.

Rosa Icela Rodríguez ha sido, durante el tiempo que lleva ocupando un cargo tan estratégico, un florero, porque todo el aparato oficial de seguridad del estado lo maneja el ejército y a ella, aun siendo secretaria, solo se le comparte una parte de la información. El presidente es informado en detalle, pero él decide que es lo que debe manejar ante la opinión pública Rosa Icela al comparecer en “las mañaneras”, que son el único canal de información que se permite en temas de seguridad, por lo menos para dar la versión oficial.

Es de sentido común que el presidente Joe Biden, quien está sujeto a una muy fuerte presión política interna, no envió a su fiscal general, Merrick Garland; a  su encargado de seguridad nacional, Alejandro Mayorkas, y a la asesora de la Casa Blanca en materia de seguridad nacional, Elizabeth Sherwood-Randall, a que les vieran la cara con cuentos chinos, o con “los otros datos” que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador maneja para los mexicanos; por lo menos para aquellos que pueden seguir creyendo en lo increíble.

Rosa Icela Rodríguez dijo, entre otras, dos mentiras aberrantes: que en México no se produce la droga llamada fentanilo, y que en lo que va del gobierno de AMLO se han destruido más de 2 mil laboratorios clandestinos productores de estupefacientes, 900 de ellos tan solo en el transcurso del presente año.

Es una pena que la nueva canciller, Alicia Bárcena, una diplomática profesional y seria, tuviera que secundar públicamente semejantes despropósitos, en lo que debe ser el primer sapo que tiene que tragar durante su estancia en el cargo.

Para los norteamericanos la situación es muy clara: los cárteles de Sinaloa y de Jalisco la Nueva Generación, CJNG, son los principales productores de fentanilo y de su tráfico hacia los Estados Unidos.

TAPAR EL SOL CON UN DEDO

La reunión del 5 de octubre se motivó por dos situaciones principales: el grave problema de salud pública que ha provocado el fentanilo en los EEUU, al grado de convertirse en una pandemia, que cobra más muertes que cualquier otro padecimiento y, paralelamente, la crisis migratoria, que ha vuelto a tomar impulso.

El gobierno norteamericano quiere medidas y resultados concretos, y a eso vinieron a México sus funcionarios, quienes poseen toda la información necesaria sobre la omisión y la tolerancia del gobierno de López Obrador hacia los cárteles de la droga y, dado que el proceso electoral en puerta en ambos países está acelerando las cosas, la tolerancia y la buena voluntad parece haber llegado a su fin.

La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EU (CBP, por sus siglas en inglés), reporta que en 2022 fueron decomisadas 14 toneladas de fentanilo procedentes de los cárteles mexicanos, pero en 2023, haciendo corte al mes de agosto, los decomisos se han incrementado a 25 toneladas de fentanilo, por lo que, de seguir la tendencia, podía llegarse en diciembre a más de 30 toneladas de esta mortífera droga.

Los principales puntos de confiscación de la droga han sido Tucson, Arizona, y San Diego, California, con un 95% del total.

¿Cómo sostener ante la evidencia que en México no se está produciendo la droga y los cárteles la están traficando a los EEUU, donde poseen redes de distribución para todo el país?

La otra gran mentira de Rosa Icela Rodríguez, es que se han destruido más de 2,000 laboratorios clandestinos en los cinco años del gobierno de AMLO, 900 de ellos en este año ¡Un poco más de 3 laboratorios destruidos por día! En este 2024 o, si se desea distribuir la mentira entre los 5 años de gobierno, tendríamos que se ha destruido un poco más de un laboratorio por día, considerando los 365 días del año. Algo increíble y absurdo, porque no concuerda con ninguna información oficial verificable, ni por parte de la Secretaría de Seguridad, ni del ejército, que es quien realiza ese tipo de tareas.

UN NEGOCIO ENORME

Con una inversión de 800 dólares por kilo de productos químicos o precursores, procedentes de China, se pueden producir 450,000 pastillas de fentanilo, las que se venden en las calles de EEUU a razón de 3 dólares por pastilla, lo que representa un beneficio de mercado de 1 millón 350 mil dólares por cada kilo de pastillas. Una tonelada de esta droga reporta ganancias a los cárteles de la droga por encima de los 1,000 millones de dólares.

Es la nueva generación de los estupefacientes, pues además de sus altísimas ganancias, se puede producir en laboratorios clandestinos que son fáciles de esconder, con el gran beneficio adicional de que el tráfico de la droga, ya en su forma de pastillas, se puede realizar con mucho mayor facilidad que otras drogas. Una sola maleta de 10 kilogramos representa un valor de mercado superior a los 10 millones de dólares.

El grave problema, y que tiene en alerta al gobierno norteamericano, es que el fentanilo, que es un opioide sintético 50 veces más potente que la heroína, es tan peligroso que una dosis de solo 2 o 3 miligramos, equivalente a entre 10 y 15 granos de sal de mesa, se considera letal.

El nivel de adicción que produce es altísimo, debido a que su principal efecto es causar en el adicto una sensación de extrema felicidad.

Para incrementar la adicción en general de otras drogas, los narcotraficantes están produciendo una nueva generación de drogas “mixtas”, al agregar una muy pequeña dosis de fentanilo a otras drogas de uso más común, como las metanfetaminas, la cocaína, la heroína, entre las más comunes.

Para detener la producción y el tráfico de fentanilo, el gobierno mexicano tiene que modificar su actual política de “abrazos, no balazos” y combatir a fondo a las poderosas organizaciones del narcotráfico, o cárteles, justo al final de su sexenio, en periodo electoral y cuando el poder de esas organizaciones se ha expandido por casi todo el territorio del país, con un fuerte involucramiento en la política y en la estructura gubernamental.

Los productos químicos o precursores para la producción del fentanilo proceden de China, e ingresan a México a través de los puertos del pacífico. En este sexenio se ha puesto en manos del ejército y la marina el control de todo el sistema de aduanas del país, lo que lleva inevitablemente al hecho de que los militares no están haciendo bien su trabajo en los nuevos cargos que les han entregado.

Pasa lo mismo con el problema del tráfico de armas provenientes de los Estados Unidos. El gobierno mexicano reclama al norteamericano un mayor control en la venta de armas, sobre todo de alto poder, pero todas esas armas ingresan por las aduanas mexicanas que están bajo la responsabilidad de los militares. Si las aduanas son eficientes las armas no pueden ingresar a México.