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El pobre Presidente en su Palacio Virreinal

Análisis Político y Social / 7 agosto, 2023

Por: Eugenia Rodríguez

El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene la necesidad publicitaria de ser pobre, austero, franciscano, pero eso es algo imposible, demagógico. Su manutención le cuesta cara al erario, por más que él lo niegue y se la pase machacando el cuento de que solamente gana 163 mil 793 pesos mensuales, ya con prestaciones, y que nadie, por ley, debe ganar más que él, pues él es la máxima autoridad del país.

Se ufana públicamente de no utilizar tarjetas bancarias de ningún tipo y llevar en la cartera 200 pesos en efectivo. Dice que no tiene ningún bien inmueble a su nombre y su sueldo se lo administra su mujer, de tal manera que él es el presidente más pobre que hemos tenido en la historia de México. Y lo dice con ceremonia, sin que le gane la risa.

Es muy evidente que estamos ante una más de sus muchas mentiras, las cuales son ya tantas que ha adquirido la habilidad del mitómano: miente con toda naturalidad e inclusive sin que haya necesidad de ello.

Hace unos meses, su acérrimo crítico, el periodista Carlos Loret de Mola, hizo un cálculo, bastante conservador, de cuánto ingresaba el presidente en dinero en efectivo y en costo de todos los servicios que recibe, lo que le llevó a la conclusión de que en lugar de ganar 163 mil 793 pesos mensuales, ya con prestaciones, su sueldo real es cercano a los 405 mil 156 pesos, en lo que parece haberse quedado corto.

Realmente la manutención del presidente cuesta más, y eso no es ningún problema; el problema es que insiste en la postura demagógica de que nadie debe ganar más que él y en la populista ostentación de su pobreza. “Nunca me ha interesado el dinero”, afirma ufano, a lo que debería de añadir: “lo que realmente me interesa es el poder”.

La primera decisión que tomó como presidente es que viviría en el Palacio Nacional, considerado el palacio virreinal más importante de todo América, junto al cual la famosa Casa Blanca que habita el presidente de los EEUU es una modesta edificación.

El Palacio Nacional tiene una superficie de construcción de 40 mil metros cuadrados, equivalente al menos a seis manzanas urbanas del centro histórico de la Ciudad de México. De acuerdo al reporte de Transparencia, su costo de mantenimiento es de 6 millones de pesos mensuales. Nada más el mantenimiento.

El presidente y su familia viven en un departamento de 300 metros cuadrados que mandó construir en su periodo Felipe Calderón. Se trata de un departamento de lujo, con todas las comodidades, cuyos servicios, mantenimiento y personal de servicio corre por cuenta del erario.

A diferencia de un ejecutivo de empresa o de un alto funcionario gubernamental, al presidente se le paga todo: renta, comida, luz, teléfono, agua, ropa, chofer, servicio doméstico, gasolina, médicos; todo.

De acuerdo a los contratos publicados, sólo por concepto de tintorería se gastan 17 mil pesos mensuales. Por gasolina 66 mil pesos mensuales y así todos los demás gastos, como el médico, que debe ser bastante oneroso, si se toma en cuenta que el presidente sufre de varios padecimientos, uno de ellos muy delicado, por lo que está sujeto a un permanente chequeo médico y consumo de medicamentos. Por sentido común, al interior del Palacio Nacional debe de existir un área especial para la realización de esos chequeos médicos.

Recientemente ha dicho que en los cinco años que lleva en el poder no ha cambiado su coche ¿Y para que lo iba a cambiar si tiene todos los vehículos que desee a su disposición? Sus hijos Andrés y José Ramón cada uno dispone de una camioneta Suburban y del servicio correspondiente, lo cual no suena nada austero.

Realmente vivir en la residencia oficial de Los Pinos era algo mucho más económico, a diferencia del gigantesco Palacio Nacional, pero se ha hecho creer la idea contraria, en este juego de simulación.

López Obrador en apariencia no tiene bienes económicos, inclusive llega al extremo de la demagogia cuando afirma que cobra su pensión del bienestar, esto es sus 4,800 pesos bimestrales, porque de algo deberá de vivir cuando deje de ser presidente, pero realmente puede tener lo que quiera económicamente.

Este año, en noviembre, cumplirá 70 años de edad y al dejar la presidencia tendrá 71 años, y dice, lo que nadie le cree, que se irá al retiro en su finca de Palenque, Chiapas, llamada “La Chingada”.

Sólo para dar un referente, López Obrador y sus hijos son dueños del partido Morena, y lo van a seguir siendo el próximo sexenio y el siguiente. Lo tienen a su disposición. 

Más de la mitad de su vida López Obrador no ha tenido un empleo formal, salvo el periodo en que fue jefe de gobierno de la Ciudad de México. Todo el resto del tiempo ha vivido informalmente de la política, donde los partidos le asignaban un sueldo, por cierto nada simbólico, pero ahora dice que recibirá su pensión del ISSSTE, a lo cual, con sorna, Felipe Calderón afirma que “le faltan semanas”, y no pocas; le faltan casi todas.

Pero el teatro debe continuar y hay que reinventarse. Su idea es emular a José Mujica, “El Pepe”, legendario presidente izquierdista de Uruguay, quien se ha dedicado toda su vida a cultivar flores, en un modesto negocio familiar. 

Ya lo dijo recientemente: “Tengo la legítima aspiración de pasar a la historia como uno de los grandes presidentes de México”. ¿Como Benito Juárez, como Francisco I. Madero, como Lázaro Cárdenas? Para ser un personaje histórico suponemos que no se necesita usar tarjetas de crédito, ni tener cuentas bancarias, ni traer dinero en la cartera, eso es algo vulgar, cosa de gente ordinaria dedicada a trabajar para vivir, no de un personaje de talla histórica.

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