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¿Qué hace uno durante la pandemia?

Cultura / Cultura Principal / 1 julio, 2020

Daniel Herrera

Escritor y músico lagunero
twitter: @puratolvanera

Pues mucho y poco, al mismo tiempo. Es extraño vivir de esta manera. Hoy estoy cumpliendo tres meses de semiencierro. Hay que ser sincero, salgo mucho más de lo que recomiendan los especialistas. Por ejemplo, a pararme en medio de la calle esperando a que alguien pase y nada. De verdad, afuera hay menos gente que adentro de mi casa.

También salgo a comprar comida y a resolver asuntos de esos que molestan y conspiran y no permiten terminar la columna mensual.

Qué masculino es esto de salir a la calle a resolver asuntos. Tal vez por eso son más hombres los que enferman de Covid que mujeres. En fin, pero de eso no trata este texto.

Salgo y regreso a hacer lo mismo que hacía antes de la pandemia, pero con algunas variaciones.

Estuve por varias semanas dando clases a distancia. Tantas que ya odio Zoom y me urge regresar al salón de clases. También me he dedicado a arreglar todo eso que no pude hacer antes por tanto trabajo.

Por ejemplo, he resuelto mi problema de falta de agua. Hice una inversión importante y ahora sí, el municipio ya no dejará mi tinaco vacío. Vaya que he luchado por una distribución decente de agua potable. Claro, eso de “potable” es un decir. Aún con todo lo que invertí, cuando hace mucho calor, ni una gota cae en la cisterna enterrada en la cochera. Pero, por mientras, ya no sufro y tampoco reniego en Twitter por la falta de agua.

También he estado leyendo. No tanto como yo quisiera, pero a estas alturas ya agradezco la posibilidad de leer aunque sea un poco. He pasado por varios libros. Por ejemplo, en este momento estoy con CeroCeroCero de Roberto Saviano. Qué libro más malo. No es tanto que esté mal escrito, es que pareciera que Saviano se leyó todos los libros sobre el narco en México que le cayeron y decidió hacer un resumen. Sí, es una investigación documental más, pero lo vendieron como si fuera la gran revelación sobre el mundo de la droga. Ah, además es retrógrada y puritano. Quiero decir que su visión de la adicción a la coca parece más de un sacerdote que de un periodista. No sé siquiera si voy a terminarlo.

Por otro lado, leí con mucho gusto Humillación de Wayne Koestenbaum. Es una joya llena de humor y amargura. Una disertación sobre la humillación y cómo esta hace girar parte del mundo. Es un libro que me tomó años leer porque no estaba preparado para enfrentar los momentos de mi vida en los que he humillado o me han humillado. Pero, ya está, lo he leído y me parece que tiene grandes aciertos y pensamientos que merecen una discusión. Ah, y la edición que tengo no es traducción española, algo que siempre disfruto.

Otros libros también han pasado por estas manos: Besar al detective de Élmer Mendoza, Nieve de mango de Paul Medrano, Loba de Orfa Alarcón, pero ahora quisiera hablar un poco de la música. Porque durante la pandemia también se suceden horas pegado a las bocinas o a los audífonos.

Algunos discos que he escuchado, porque sí, yo sigo oyendo discos completos aunque sea una costumbre casi extinta. Pero me desvío, quería hablar del nuevo trabajo de The Strokes. Qué gran disco es The New Abnormal. También es un gran título, sin duda. Desde el 2011 no hacían algo tan redondo. Incluso pensé que ya era un grupo que viviría de sus viejas glorias, pero me han azotado contra el suelo. Es el mismo Strokes melódico de los últimos años pero con la energía de los primeros discos.

También escuché el nuevo disco de Fiona Apple y debo decir que fue una decepción enorme. Lo hice porque leí entre mis contactos en las redes que era una maravilla. No comprendo esta obsesión por decir que lo nuevo, sólo porque es nuevo, debe ser genial.

Fetch the Bolt Cutters es una cosa autocomplaciente, aburrida, quiere apantallar pero se le notan las costuras. ¿Habrá sentido Fiona la influencia de Yoko Ono y por eso se puso a gritar así nomás en sus canciones? ¿Qué quería hacer? ¿Salir del sistema? ¿Para ser contestataria hay que hacer música de cagada? Y esto me mata, porque hice una revisión rápida en Google y resulta que los críticos han decidido que estamos ante una obra maestra. Pues permítanme disentir, caray.

En cambio, he pasado horas escuchando el disco de covers de Eagles of Death Metal: EODM Presents Boots Electric Performing The Best Songs We Never Wrote. Por supuesto que los muy progres avant-garde que me leen en este momento han exclamado algo o se burlan de mis gustos. “A este güey no le gusta Fiona pero le encanta EODM. Claramente es un heterosexual, racista y amante del patriarcado”.

No, mijito, que yo soy muy fan de Fiona, pero no de lo último que ha hecho. El problema es que no me gusta seguir a la marabunta que se encandila con cualquier cosa que aparezca por aquí y por allá.

Pero sí, tal vez reconozco que cuando escucho a Jesse Hughes cantar las rolas de AC/DC o de Kiss me aflore el white trash que llevo dentro justo a un lado del pequeño priista que todos tenemos ahí, en el corazón. Pero este disco tiene todo, rock clásico, hard rock, glam rock, power rock y pop rock. Todo bien acomodado en una serie de canciones que nos llevan por los gustos de Hughes exploradas desde el estilo particular del grupo.

Me pone de buen humor cuando estoy cocinando. Porque he cocinado mucho durante estos días. Pongo música, abro una cerveza y trajino por la cocina. La he pasado tan bien que a veces me pregunto si no debí ser chef. No tanto porque sea un gran cocinero, sino porque es uno de mis lugares favoritos en mi vida.

Otra cosa que he hecho es ver series. Me topé con varias que me han gustado bastante: Bosch, The Terror y The Last Dance. Aunque eso no es lo que más hago. En todo caso, paso más tiempo en la cocina que frente a la tele.

También he escrito y bastante. Espero terminar lo que estoy trabajando en este año, aunque ésas son puras buenas intenciones. Como siempre.

He dejado de tocar porque, tal vez, ya no me da el día y la escritura está absorbiendo la energía que me queda. O, tal vez, necesito un descanso después de pasar casi seis años ininterrumpidos trabajando los fines de semana. Algunos músicos me dirán que no aguanto nada y tienen razón.

En fin, que no la he pasado tan mal. Tengo mis libros, mi música, mi internet, mi cocina y mis cervezas. Estoy rodeado de mi familia y me encanta esta vida de encierro. Eso sí, extraño mucho ir a la cantina, vaya que lo extraño.

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