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Gary Clark Jr. – Cómo revolucionar un género con una guitarra

Cultura / Cultura Principal / 30 abril, 2019

Por: Daniel Herrera
Escritor y músico lagunero
Twitter: @puratolvanera

Desde el arribo y encumbramiento del reguetón mucho se ha hablado sobre la muerte del rock. Esta obsesión de algunos por demostrar que ciertos géneros son mejores que otros siempre lleva a hacer afirmaciones escandalosas pero absurdas.

La de ahora es afirmar, con total seguridad, que el rock se encuentra estancado y que deberíamos ya darle un acta de defunción.

“El reguetón ahora domina”, “el hip hop ha tomado la estafeta”, “el pop es más innovador”, y otras tonterías he leído tanto en las redes sociales como en artículos, sobre todo de revistas como Vice y similares. Entiendo el disfrute de muchos ante las reacciones de quienes negamos tales barbaridades, pero la risa y la diversión también deben tener cierta inteligencia. Escandalizar y ya, sin ningún tipo de discurso bien asentado en argumentos sólo revela cierta inmadurez, como cuando un niño decide repetir insultos sólo porque sí.

Bien, pues estoy aquí para revindicar mi derecho, no sólo a que me guste el género, sino para defender su existencia y constante evolución, sin importar si por el momento no ocupa los primeros lugares de ventas o las listas populares de Spotify.

Más que perderme en argumentos que prefiero explorar en un futuro, he decidido hacerlo de otra forma: reseñando el más reciente disco de Larry Clark Jr.

Comenzaré por afirmar que el cantante y guitarrista consiguió lo que parecía imposible según los tiempos que corren: conseguir un muy ventajoso contrato disquero, instalarse en el gusto de un público masivo y ser un héroe de la guitarra como los que existieron en los setentas.

This Land es el tercer disco de estudio del cantante. Los anteriores, Blak and Blu, del 2012; y The Story of Sonny Boy Slim, del 2015; ya nos habían mostrado a un gran guitarrista y un sólido cantante que se perfilaba a continuar la tradición de Jimmy Hendrix y Stevie Ray Vaughan, pero con nuevos elementos que le han dado un sello propio, distinguiéndose, así, de aquellos dos grandes de la guitarra.

Clark también ha grabado dos discos en vivo, dejando clara la importancia que tiene la experiencia directa de él tocando con su grupo.

Esto es importante porque los discos en estudio no son, necesariamente, una muestra representativa del poderío que demuestra el artista en el escenario. Los tres son menos crudos, con una producción cuidadosa y mucha racionalidad detrás.

Esto no falta en el álbum que publicó hace unas semanas. Porque, gran parte del éxito de Clark depende de que sabe entregar discos de calidad que no se repiten y que, sobre todo, no se convierten en una oda a sus habilidades en la guitarra, sino que, con una visión de artista integral, las canciones son creadas con un fin en sí, no como un medio para demostrar su virtuosismo.

Mucho se ha escrito sobre la canción que le da nombre al disco y su origen: un altercado que tuvo con un vecino después de comprar una nueva propiedad en Austin, Texas. Su nuevo vecino no podía creer que un joven negro tuviera el dinero para comprar una casa y terreno tan grandes. Una muestra del viejo racismo norteamericano que jamás se ha largado.

Pero, sólo esa canción responde a una temática activista. El resto del disco aborda los temas habituales en Gary Clark Jr.: el amor, la existencia diaria y algunos escarceos irónicos contra la autoridad.

Más que las letras, que pienso es lo menos poderoso que posee, creo que la música puede enseñarnos más sobre por qué el rock no está muerto y continúa en evolución.

A Clark siempre se le asocia con el blues. La relación es obvia, su principal influencia es, sin duda, el blues. Pero el artista no se queda en el pasado, no es nostalgia pura lo que crea. En realidad, es alguien que tomó los elementos fundamentales del género y los sacó de su letargo. Más que blues puro, su música es una mezcla radical de muchos otros estilos. Esto, por donde se vea, es evolución rockera.

En este disco se pueden encontrar desde blues como son The Governor o Dirty Dishes Blues, pasando por punk en Gotta Get Into Something, canciones altamente influenciadas por Prince como Pearl Cadillac y una serie de rhythm and blues con elementos electrónicos novedosos pero que lo alejan del R&B más comercial que suena en la radio.

Lo que nos regala Gary Clark Jr., y que viene haciendo desde su primer disco, es un blues rockero poco autocomplaciente. Una forma de entender que el género está vivo y su transformación es constante. Desde un principio se mostró como un artista que sabía incorporar toda la música que la tradición negra norteamericana ha creado. Nada es despreciado por él, así el hip hop, el soul, el motown e incluso el punk pueden ser retomados y convertidos en algo diferente.

Qué complicado es ser un blusero en esta época, la mayoría se aburren ante el primer solo o ante los lamentos iniciales de los viejos bluseros. Nadie se quiere deprimir, pero Gary Clark lo ha logrado. Nos ha demostrado que los géneros no están muertos, sino que su explotación ha llegado a límites que parecen cada vez más complicados de superar, sin embargo, siempre aparecerán músicos que puedan expandir las fronteras y señalarnos que todavía hay mucho por crear.

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