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Caravanas: un problema que se complica en la frontera norte

Análisis Político y Social / Opinión / 30 abril, 2019

Por: Álvaro González

Además del factor migratorio, que es también uno de los tres sectores más importantes de generación de divisas al país, que van directamente a la parte más pobre de la población, los nuevos acuerdos comerciales exigen el tener un tráfico fronterizo fluido, eficiente.

Esto estaba sucediendo hasta la llegada de Donald Trump y toda su enfermiza demagogia y racismo, que se ha tomado como recurso político el convertir a los mexicanos en “enemigos” de los Estados Unidos y a la frontera con México como una amenaza, lo que le ha llevado a la obsesión de construir un muro, lo cual le ha sido hasta ahora imposible. Todo indica que la llegada de los demócratas a la mayoría de la cámara de representantes se lo hará imposible.

Trump finalmente es sólo un presidente por cuatro años y muy probablemente no se reelija. Cuatro años es un tiempo muy corto en la historia de las relaciones fronterizas terrestres México-Estados Unidos, por lo que la estrategia de la democracia mexicana sólo requería paciencia, mesura y habilidad para sortear el gobierno trumpista; para mantener, en términos prácticos, estable su frontera.

El problema surge cuando el propio Donald Trump y su equipo deciden crear una “crisis humanitaria” y un “enorme peligro” en la frontera sur, irritado por su fracaso de conseguir con otros argumentos dinero para la construcción del muro y satisfacer, de esa manera, a la parte racista de su clientela electoral, la cual puede considerarse lamentablemente como la Norteamérica profunda, blanca y ultraconservadora.

En la edición de febrero de Revista de Coahuila abordamos lo injusto que resulta el que los estados norteños, como Coahuila, estén pagando ya por una política migratoria errónea por parte del nuevo gobierno federal. El argumento central es que México necesita mantener lo más despresurizada posible su frontera con Estados Unidos, pues la migración de mexicanos al vecino país, ha sido, desde mediados del siglo pasado, el más importante factor de estabilidad social, ante las crisis económicas recurrentes y la incapacidad de nuestra economía para lograr índices de crecimiento superiores al 2% anual.

HUMANITARIOS, INGENUOS O IRRESPONSABLES

Todo se complica cuando el gobierno de Andrés Manuel López y su canciller Marcelo Ebrard, por cierto un inexperto en asuntos diplomáticos y colocado en el cargo, como casi todos, por razones de compromisos políticos, no saben manejar la aparición de enormes caravanas de migrantes salidos de los países centroamericanos, principalmente Honduras, El Salvador y Guatemala, en las cuales se mezclan una parte de africanos y gente de otras nacionalidades que llega al Canal de Panamá y de ahí se introduce a estos países.

Sólo para un observador ingenuo y desinformado estas caravanas de miles de migrantes son algo espontáneo.

Ningún medio de comunicación importante de México se ha dado a la tarea de investigar cómo es que se forman estas caravanas; qué sucede realmente en San Pedro Sula o en Tegucigalpa, Honduras, o en San Salvador, la capital de El Salvador.

Las cosas no son tan simples como muchos medios las difunden: hondureños, salvadoreños o guatemaltecos huyendo de la violencia y del hambre, por la falta de empleo y el asedio de pandillas demenciales, como la MS13 Mara Salvatrucha.

La mayor parte de los migrantes entrevistados por la televisión y otros medios, no dicen realmente lo que piensan, cuál es su verdadera situación, cómo es que se integraron a las caravanas y quiénes son los líderes, como tampoco mencionan el hecho muy frecuente de que ya tienen familiares establecidos en los Estados Unidos o incluso han radicado por años en el vecino país y desean volver a ingresar, después de haber sido deportados o salido por su propia iniciativa.

Los países centroamericanos tienen graves problemas, pero surgidos en gran medida de las guerras civiles de los años ochenta, de la influencia cubana cuando era un protectorado soviético y de gobiernos extremistas y corruptos, pues se trata de países diminutos.

Sólo para dar una idea, El Salvador tiene una extensión territorial de tan solo 21,040 kilómetros cuadrados y Honduras de 112,500 kilómetros cuadrados, mientras Coahuila tiene una extensión de 151,600 kilómetros cuadrados.

En una división geopolítica sensata, El Salvador no debería ser un país. Su extensión territorial es poco más de dos veces la del municipio de San Pedro de las Colonias y no tiene fuentes de riqueza excepcionales, todo lo contrario.

HISTORIAS DE MIGRANTES

Vayamos a los ejemplos. Matilde Pardo es una madre de familia de 32 años, que lleva consigo una hija de 6 y un hijo de 8 años; residía en un barrio de San Pedro Sula y trabajó por casi seis años en una empacadora de frutas. Cuando se le pregunta por su marido se contradice, titubea, pero ante la insistencia del reportero reconoce que él está residiendo ilegalmente en los Estados Unidos desde hace cerca de cinco años.

Al preguntarle sobre cómo decidió unirse a la caravana de mil 800 migrantes que llegó hasta Piedras Negras, vuelve a titubear, pero luego afirma que la invitaron una “gentes que la andaban organizando”, le prometieron que llegando a México ya no iban a tener que hacer enormes caminatas, que iban a tener protección y comida. Un hombre de pelo rasurado, delgado, de camiseta blanca, les repartió 100 dólares cuando salieron y 200 dólares cuando ingresaron a México.

Muestra una gran seguridad en que logrará cruzar a Estados Unidos, aunque se le comenta cuál es la política de Donald Trump. Lleva en la mano una bolsa de artículos diversos de limpieza y otra de comida que ha adquirido; ella se prepara para cruzar la frontera.

Otra mujer más joven, morena y bajita, se le acerca y le pide si le puede prestar 300 pesos, pero ella la ataja y le hace señas para que regrese más tarde.

Un rato más tarde la mujer que se le acercó a Matilde Pardo, quien dice llamarse María Azurriaga, opina con gran desenfado que Matilde trae dinero para poder pasar a los Estados Unidos, que ellas se sumaron a la caravana para aprovechar la protección que les da, porque son mujeres y traen niños.

¿No están exponiendo demasiado a sus hijos tan pequeños? Se le cuestiona. “No, ellos (los organizadores) nos prometieron que íbamos a llegar bien y aquí estamos, además nos dijeron que con niños es más fácil lograr pasar y pues a eso venimos hasta acá”, contesta mientras se retira para ir nuevamente en busca de Matilde, la cual dice es su vecina en San Pedro Sula. Sus familias viven en el Barrio Suncery, afirma, de donde vienen varios de los que están en esta caravana.

NO HAY EMPATÍA CON LOS MEXICANOS

Algo que no se dice en casi ningún medio pero que se puede palpar si estás en medio de los migrantes, es que los centroamericanos en general, pero particularmente los salvadoreños y hondureños, no sienten empatía por los mexicanos. Para ellos estar en México y atravesar su enorme territorio es un sacrificio.

Todos estos migrantes desean llegar a Estados Unidos, no les interesa vivir ni trabajar en México, pero la falta de empatía se disimula para recibir la protección y la ayuda que se les está brindando, pues anteriormente viajaban sobre los vagones de “La Bestía”, donde, además de las condiciones infrahumanas que debían soportar, eran víctimas frecuentes del crimen organizados y de pandillas, que les robaban, les golpeaban, podían violar a las mujeres o inclusive matarlos si no accedían a la extorsión.

México es visto como un problema para su propósito de llegar hasta la frontera norte e internarse en Estados Unidos, porque además todas las organizaciones de “polleros”, muchas de las cuales forman parte del crimen organizado, son quienes manejan todo el tráfico de centroamericanos y los explotan tanto como pueden.

Si el salvadoreño y hondureño ordinario no siente empatía hacia México, entre las pandillas que asolan a países con El Salvador y las pandillas mexicanas que operan en la frontera o en estados como California, Illinois, Texas y muchos otros, existe una confrontación mortal.

Penosamente, el origen de la MS13 Mara Salvatrucha está relacionado a la Mexican Mafia o MM, la cual proviene de las viejas pandillas que tienen antecedentes desde la década de 1940 y son los dueños de los barrios bajos de todo el sur de California.

La MS13 Mara Salvatrucha, una mezcla terrible de pandilla, con ritos de secta y elementos de origen pseudoreligioso, se forma por parte de salvadoreños que buscaban protegerse de la Pandilla Calle 18 o Eighteen Street Gang, una muy violenta pandilla que agredía brutalmente a los migrantes centroamericanos que huyeron a Estados Unidos escapando de la guerra civil de los años ochenta en El Salvador.

Posteriormente, en los años noventa, cuando se desata una guerra de pandillas, el gobierno norteamericano deporta a sus países de origen a miles de pandilleros, creando un grave problema de seguridad, debido a la debilidad del estado de derecho y a la limitadísima capacidad de las policías en los países centroamericanos, donde la brutalidad de estas pandillas asola barrios y sectores completos de varias ciudades centroamericanas, pues además mantienen la “hermandad” con los mandos que permanecen en Estados Unidos y establecen relaciones con diversas organizaciones criminales, algunas de las cuales los emplean como sicarios y “burreros”, debido a la brutalidad demencial que son capaces de ejecutar.

En la caravana que arribó a Piedras Negras las autoridades policiacas lograron detectar a varios integrantes de la MS13 Mara Salvatrucha, quienes se presume eran parte de la organización de dicha caravana. De inmediato se escudaron en la violación de sus derechos humanos.

Lo crítico es si México tiene la capacidad de manejar lo que está sucediendo con la nueva modalidad de integrar caravanas de miles de migrantes centroamericanos. Los hechos muestran que la política migratoria que se está aplicando ya está haciendo crisis y la frontera norte se ha comenzado a colapsar.

Los habitantes de todas las ciudades fronterizas con Estados Unidos están molestos con el nuevo fenómeno y han comenzado a pagar las consecuencias. En el caso de Coahuila no sólo hay malestar en la frontera sino en toda la región norte del estado, la cual, como se comentaba en el trabajo anterior, tiene un siglo de convivencia armónica con los estados sureños de los Estados Unidos.

Para un habitante de Piedras Negras o de Allende, es mucho más común ir a San Antonio que a Saltillo. Los lazos familiares están repartidos entre Estados Unidos y México con absoluta naturalidad y sin que nunca haya habido problemas por ello.

Es natural que lo que ha comenzado a suceder ahora les tenga molestos y esa animadversión va a voltear hacia el nuevo gobierno federal, más que hacia el lado estadunidense.

¿PUEDE MÉXICO AYUDAR A CENTROAMÉRICA?

Hasta el gobierno pasado, México había seguido una política migratoria hacia Centroamérica de permisibilidad, tomando en cuenta la actual legislación vigente en la materia, que es dura en varios aspectos teóricos.

El flujo de ciudadanos centroamericanos por México se había mantenido de forma continua, espontánea y en grupos relativamente chicos, comparadas a las caravanas de hoy. La mayor parte de los migrantes se desplazaban en los techos de los vagones del ferrocarril denominado “La Bestia”, pero había otros flujos a través de Oaxaca hacia la frontera de Arizona y California.

Esto permitía al gobierno mexicano no tener que aplicar la ley y responsabilizarse de los migrantes, pero el otro lado de esta realidad estaba conformado por “los polleros” o traficantes de personas y los abusos, cada vez más violentos, del crimen organizado en contra de los migrantes, además de la corrupción de los agentes de migración y en general de las policías estatales y municipales.

Ahora hay un cambio, que se da a partir de la organización de enormes caravanas, manejadas por delincuentes del negocio migratorio, pero a gran escala, lo que es un fenómeno de otra naturaleza en el flujo migratorio centroamericano, pero también el otro factor más crítico es la política del gobierno de Donald Trump hacia la migración en general y hacia la migración hispana en lo particular.

López Obrador ha manejado la idea, que tiene fundamento, de que la solución a la migración está en el desarrollo económico de los países centroamericanos, repitiendo lo que alguna vez se conoció como “El pacto de las Américas”; un proyecto de asistencia común entre los Estados Unidos, México y los países centroamericanos.

El gran problema es que quitando a Costa Rica y a Panamá, los otros cuatro países centroamericanos son estados fallidos y no, como se afirma con gran frecuencia, por la falta de desarrollo económico adecuado, sino por los conflictos políticos y el problema de la violencia y la descomposición del tejido social, algo sobre lo que México puede hacer muy poco.

Debido a la problemática tan compleja que enfrenta México, también es muy poco lo que puede hacer en materia económica por los países centroamericanos. Suficiente tiene con tratar de resolver su propia problemática en el sureste del país.

México no puede jugar la irresponsable política exterior de Cuba, que siendo una dictadura y un protectorado soviético, se dedicó a ingerir en varios países, entre ellos los centroamericanos, donde contribuyó a las guerras civiles, más que a la solución de los problemas. Lo mismo hizo Estados Unidos en la década de los ochenta.

Lo que México no se puede permitir, en términos pragmáticos, es tensar y generar una situación de conflicto en su gigantesca frontera con Estados Unidos. Es indispensable la aplicación de una política migratoria que atienda, en primer término, los intereses de México y ponga orden en su frontera sur, que puede convertirse en una zona caótica, ahondando los problemas de los estados del sureste.

El planteamiento de que el problema migratorio se puede resolver sin poner orden y aplicar la ley, por temor a que surjan conflictos, parece una posición insostenible al corto, mediano y largo plazo.

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Redacción




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