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Los partidos políticos:  el gran problema de la democracia en México

Análisis Político y Social / Especiales / Especiales Principal / Slider / 4 marzo, 2024

Por: Gerardo Lozano

Hoy la sociedad mexicana, en todos sus estratos sociales, no está debidamente representada por los partidos existentes, sin embargo son estos quienes elegirán a todos los candidatos a cargos de elección popular

Todo el proceso político en México pasa por los partidos políticos, organizaciones viciadas y viciosas manejadas por pequeñas camarillas o grupos de políticos, quienes buscan, antes que el bien común y la buena marcha de la democracia, su ambición de poder y sus intereses personales, los que en muchas ocasiones pueden ser perversos o, por lo menos, mezquinos.

Hoy la sociedad mexicana, en todos sus estratos sociales, no está debidamente representada por los partidos existentes, sin embargo son estos quienes elegirán a todos los candidatos a cargos de elección popular: diputados, senadores, presidentes municipales, regidores, gobernadores y al presidente o presidenta de la república.

Estas organizaciones son financiadas con dinero del erario público, pero suelen ser completamente opacas en el manejo de los recursos que se les proporcionan, pero aun más en su manejo operativo interno, donde todo se decide a puerta cerrada, de espaldas a la sociedad.

Lo más delicado es que son finalmente los partidos políticos, desde el ejercicio del poder, quienes deciden el rumbo de la sociedad e imponen la agenda política, económica, social y hasta cultural del país.

En medio de una gran crisis de los dos viejos partidos políticos: el PRI y el PAN, fue creado un nuevo movimiento, que luego se convierte en partido con el nombre de Morena, una mezcolanza extremadamente confusa de corrientes, individuos, intereses y manejos políticos, que permite que un pequeño grupo de políticos, dominados todos por la voluntad de un solo hombre, estén manejando al país a su antojo, disfrazando de populismo un proyecto que busca de fondo restituir un sistema autoritario aparentemente de izquierda, pero peligrosamente antidemocrático y bajo el dominio del estado.

Todos los demás partidos pequeños, como el PRD, PVEM, PT y Movimiento Ciudadano no son más que organizaciones creadas por pequeños grupos, con una representación y un apoyo social reducidísimo, que no buscan sino sus intereses; organizaciones inventadas para trepar en la estructura del poder y llevarse todas las canonjías posibles.

El PRD es un muerto que camina; los restos de un partido de izquierdas que no pudo ser, que arrastra sus despojos en alianzas imposibles, pero que está al borde de la desaparición. El PVEM, propiedad de una familia, ni es verde, ni mucho menos es ecologista, vive de manipular una buena causa que debería estar en otras manos. El PT es un diminuto partido supuestamente de izquierda radical, que ostenta una réplica de la bandera del comunismo chino, pero en la práctica es un parásito coludido con el nuevo partido en el poder. Movimiento Ciudadano, MC, pretende vender la idea de una nueva corriente política, orientada a las nuevas generaciones, pero es otro partido más parasitario en busca de una rebanada del poder.

El desplome del PRI dejó huérfanos de representación a muchos sectores sociales, pero abrió la posibilidad hacia una verdadera transición democrática, con el despertar de la participación ciudadana, cansada de un viejo régimen que, con sus vicios, extravió en muchos sentidos el camino del país hacia el desarrollo y la riqueza. 

El PAN, que había esperado por más de medio siglo el acceso al poder, recogió la oportunidad con la caída del PRI, pero en doce años y dos gobiernos defraudó la mayor parte de las expectativas de quienes le dieron su apoyo y le vieron como un cambio.

Penosamente, el PAN mostró que no estaba preparado para ofrecer un nuevo proyecto de país y, lo que es más lamentable, su llegada al poder le corrompió demasiado pronto, sumiéndole en la peor de las crisis, a la que solo han logrado escapar algunas pocas estructuras estatales aisladas en la geografía nacional.

El ascenso de Morena está montado, como estrategia específica, en el desmantelamiento del PRD, que ya ha sido liquidado; del PRI, que está a un paso de también ser liquidado, y del PAN, que está en manos de una dirigencia mediocre e inepta, pero sigue siendo la única alternativa sobreviviente para una gran parte de una clase media consciente y politizada, que entiende el grave riesgo de perder el sistema democrático y extraviar el rumbo del país, pero, más por necesidad que por confianza en el PAN, sabe que tiene que poner una contención al autoritarismo y al populismo emergente.

Morena, o más específicamente su caudillo y creador, Andrés Manuel López Obrador, ha resultado un experto en demolición de instituciones, pero un gran inepto en construcción. En el lugar de lo que arrasa no siembra nada nuevo, por lo menos nada nuevo que sea sustentable, lo que es tal vez la principal característica de los líderes populistas latinoamericanos que han alcanzado el poder. 

La principal aportación del populismo en América Latina ha sido la creación de algunas dictaduras altamente destructivas, que no han producido, a corto, mediano y largo plazo, sino pobreza, supresión de libertades y subdesarrollo. 

Las alternativas de la sociedad civil

¿Qué alternativa tiene la sociedad civil ante los partidos políticos? Como esto les permite el monopolio de la política, los partidos políticos existentes se niegan a realizar cambios legales, por los cuales se abran a la sociedad civil, lo que les obligaría a tener una mayor participación ciudadana en la conformación y el manejo de sus estructuras internas, limitando la creación de camarillas y grupos de poder enquistados.

Se supone, solo se supone, que, a través del INE, los partidos políticos son fiscalizados y sancionados en caso de que violen la ley, pero, especialmente con los últimos cambios de dirigencia del INE, esto no está sucediendo.

En las recientes precampañas por la presidencia de la república y, en general, en los procesos electorales que se dan en los estados, los partidos políticos siguen usando recursos gubernamentales, recursos de una procedencia oscura y, sólo en menor medida, el presupuesto que se les entrega oficialmente. 

Esto permite que los partidos que ocupan cargos de poder, utilicen los gobiernos en su beneficio, lo que está ampliamente documentado y no es sancionado por el INE, pero además se está presentando un proceso peligroso, por el cual el crimen organizado está inyectando dinero a los partidos en muchos estados del país, lo que violenta el proceso democrático al manipular la voluntad ciudadana.

En la práctica, los partidos políticos crean estructuras llamadas “territoriales”, que son una red de “liderazgos” en las colonias populares y de clase media baja y hasta media, por medio de las cuales compran, literalmente, el voto ciudadano por medio de dádivas, que incluyen despensas, material de construcción, tinacos, anteojos, sillas de ruedas, aparatos ortopédicos y, en los días clave, dinero en efectivo. Todo ello financiado con recursos gubernamentales o de procedencia desconocida.

Lo último es el mantenimiento de estas “estructuras territoriales” a través de la manipulación de los programas asistenciales, y de los mismos programas sociales gubernamentales, algo que viene realizando con gran eficacia Morena, el partido en el poder.

¿Cómo romper con este sistema corrupto y antidemocrático? Una de las alternativas se encuentra en las organizaciones de la sociedad civil, que puede agrupar masivamente a sectores de la clase media que están más politizados y muestran un mayor nivel de conciencia cívica, para presionar a los partidos políticos y denunciar sus anomalías, además de presionar al INE, al cual le ha dado un gran apoyo, para que cumpla puntualmente sus tareas, conforme a las leyes vigentes.

Es también necesario que se impulsen cambios a la ley que rige a los partidos y los procesos electorales, para poder eliminar varias prácticas viciosas y otras que son ya obsoletas. Cambios como la eliminación de las diputaciones y senadurías plurinominales, que se han vuelto una forma de beneficiar a las dirigencias de los partidos y sus allegados, o el establecimiento de reglas claras y abiertas para la alianza de partidos políticos.

Para un militante de izquierda, derecha o centro es un fraude que el partido por el cual vota establezca alianzas copulares, a puerta cerrada, sin consensuarlas, sin tomar en cuenta a la militancia y sin fundamentarlas, lo que permite usar los partidos para beneficiar a las camarillas y grupos que los controlan.

Un político electo por un determinado partido para ocupar un cargo de elección popular, no debería de cambiarse de partido o “chaquetear”, para usar una expresión popular, al menos mientras dure el periodo para el cual fue electo, pues esto va en contra de la voluntad de quienes le eligieron.

La distribución de las candidaturas a cualquier puesto de elección popular, debería de tener algún mecanismo por el cual se realice de forma abierta a la militancia y los simpatizantes, es decir ciudadanizarlo, evitando que se formen pequeños grupos que se reparten los cargos de forma sucesiva y tienen, inclusive, el descaro de reclamarlos ante el Tribunal Electoral cuando no los obtienen.

Es necesario monitorear, de manera más rigurosa, el patrimonio económico de los políticos que ocupan cargos de elección popular, los hechos están mostrando que la llamada “declaración patrimonial” no es suficiente, por lo menos si no se aplica de una manera rigurosa, se transparenta y se aplican sanciones severas en caso de enriquecimiento “inexplicable”, pues hoy la principal motivación de la mayoría de los políticos es precisamente el enriquecimiento personal y de sus familias.

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Redacción




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