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Adelantar la sucesión presidencial: Grave error

Análisis Político y Social / Slider / 7 agosto, 2023

Por: Rodrigo Tejeda

La falta de respeto al estado de derecho, el retorno del presidencialismo y la arrogancia de quien cree que desde el poder se lo puede permitir todo han propiciado el haber adelantado la sucesión presidencial hasta medio año, lo que significa que el país tendrá una campaña por la sucesión de la presidencia por todo un año, lo que parece un grave error, pues tiene varios aspectos negativos, aun para el partido oficial, Morena, quien podría pagar las consecuencias de tratar de pasar por encima de todo y de todos.

Si López Obrador tiene la certeza de que su partido ganará la próxima elección presidencial, ¿por qué adelanta, ilegalmente, la campaña, cuando debería esperarse hasta el mes de diciembre de este año?

Lo primero que salta al escenario es un aparente propósito de anticiparse a sus posibles opositores, a quienes en apariencia desprecia y minimiza. Un “agandalle político” para usar un término coloquial, en el cual no le importa lo que diga la ley electoral, una vez que la nueva dirigente del INE se muestra mucho más dócil al autoritarismo presidencial y que ya se han ido los dos consejeros a quienes nunca pudieron doblegar.

Al anticipar la campaña, lanzando el juego de las “corcholatas”, tres reales y tres de mero artificio, la intención evidente es apoderarse de la presencia en los medios; realizar un proselitismo abierto en todo el país, que envía el mensaje de que habrá continuidad de Morena y es imposible oponerse políticamente a ello y, con eso, ganar la conversación pública; estar todos los días en todos los foros.

Parte de esta anticipación de campaña incluye al presidente haciendo proselitismo y atacando a toda oposición posible, lo que no le está permitido por ley, pero él, plenamente consciente de la investidura que representa, retorcidamente alega que tiene derecho a la libre expresión, a la réplica y a la denuncia de “los enemigos de la transformación”.

No puede legalmente, ni debe institucionalmente, meterse en temas electorales, mucho menos atacar a la oposición o hacer proselitismo, como lo ha vendo haciendo de forma diaria, lo que es un abuso de poder, pues él no es el presidente de sus seguidores de Morena, sino de todos los mexicanos. Treinta millones votaron por él, pero tan solo el padrón tenía más de 90 millones en 2017, hoy tiene todavía más.

CIUDAD DE MÉXICO, 20MARZO2023.- Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, presentó su libro “El Camino de México”, en el Palacio de Minería. Lo acompañaron Leticia Bonifaz, su esposa Rosalinda Bueso, la escritora Elena Poniatowska y el periodista Ricardo Raphael.
FOTO: MOISÉS PABLO/CUARTOSCURO.COM

 

LAS “CORCHOLATAS” SE ESTÁN DESGASTANDO

Con artificios de simulación, AMLO ha lanzado seis “corcholatas”, que, de estrada, es un término muy desagradable para referirse a sus precandidatos. De estos seis, tres son reales (Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López) y tres de artificio (Ricardo Monreal, Gerardo Noroña y Manuel Velasco).

Con Marcelo Ebrard y Adán Augusto López está jugando un juego muy obvio de perfidia política, algo que es muy riesgoso, pues al menos Marcelo Ebrard es una persona muy arrogante y con un ego tan grande como su estatura física, así que habrá que ver si acepta el ser utilizado en este juego de simulación. O las cosas terminan con un “fuego amigo” o, lo que es peor, con un rompimiento.

Para haber sido elegidos desde el poder, ninguno de los tres precandidatos reales tiene talentos destacados de liderazgo. A Claudia le falta carisma, color personal y el “toque” con los sectores realmente populares del morenismo y del resto del país; se le percibe acartonada, aburrida y con poco encanto.

Marcelo Ebrard es un hombre arrogante, demasiado “fifí” y sin don de gentes. Para colmo sus asesores de campaña y de imagen lo ponen a realizar actividades que lo hacen ver completamente artificial, hasta grotesco, como lanzar redes de pescador, subirse a un caballo o bailar, y en dichas actividades se ve realmente mal, o muy mal, para ser más precisos.

Él es ceremonioso, demasiado formal y, con frecuencia, pedante. Así es él, así ha sido siempre, hasta el nombre lo tiene pomposo: Marcelo Ebrard de Casaubón, lo que no suena a pueblo por ninguna parte.

Adán Augusto López es un tabasqueño socarrón, ladino, que pudiera empatar más con el mexicano de a pie, pero se le ve muy limitado. No es, ni por asomo, un hombre brillante en algún sentido, y, debido a su corta exposición en los medios de comunicación nacionales y regionales, está a demasiada distancia de los otros dos.

En relación a los otros tres precandidatos, es ocioso hacer sobre ellos mayores referencias, porque son de artificio, y ellos lo saben perfectamente. Su juego es seguir en la nómina del poder, no llegar a la presidencia de la república.

A la mitad del periodo que se han fijado de proselitismo en todo el país, ya se les percibe desgastados; ya han utilizado muchísimo más dinero del que públicamente admiten. El limitado discurso, que además está lleno de candados, se percibe tedioso, y las fricciones y el “fuego amigo” han comenzado.

Sólo por hacer una referencia: tienen al país tapizado de anuncios espectaculares, bardas, lonas y anuncios de todo tipo, pero lo grotesco es que dicen no saber quién colocó toda esa publicidad y, con cara de sorna, dicen no tener ni idea de cuánto cuesta todo eso, lo que pone al INE contra la pared, lo mismo que al Tribunal Federal Electoral, quienes tendrán que pronunciarse.

Obligados, el INE y el TEPJF han tenido que imponer algunas normas, como el limitarse a realizar reuniones en espacios cerrados o en las instalaciones propias del partido, para dirigirse a militantes del partido, no a un público abierto.

Casi de inmediato Mario Delgado, el dirigente nacional de Morena, ha declarado que las “corcholatas” pueden seguir haciendo sus campañas, desafiando lo dicho por el INE y el TEPJF, quienes además han impuesto las limitaciones de no poder hacer propuestas electorales, llamar al voto o atacar a otras organizaciones políticas o personas públicas; algo que siguen haciendo todos los días.

EL INTERÉS ESTÁ DECAYENDO 

Conscientes de que están violentando la ley, pero además atados por las reglas que les ha impuesto el propio AMLO, los precandidatos se deben limitar a promover la 4T, lo que significa proferir elogios al gobierno y a la persona del propio AMLO y, sólo de manera limitada, imitar los ataques a la oposición que se realizan desde la mañanera. Esto ha propiciado que los discursos se vuelvan repetitivos y, en consecuencia, decaiga el interés tanto de los militantes de Morena como del ciudadano común.

Incómodo con las reglas de AMLO y molesto porque no asciende en los sondeos de preferencias, Marcelo Ebrard está rompiendo esta simulación y se ha lanzado a hacer propuestas, que ya son electorales, sobre seguridad, lo que le ha acarreado fuertes críticas. Además parece ir a paso acelerado a una confrontación con Claudia Sheinbaum, quien lo criticó y, como respuesta, Marcelo Ebrard le ha retado a un “conversatorio”, para evitar la palabra debate, algo que les fue prohibido por AMLO.

Al iniciar el proceso se le asignó a cada precandidato 5 millones de pesos, los que fueron rechazados por Adán Augusto López, pero el país está siendo tapizado de propaganda y, a estas fechas, el dispendio de recursos es inocultable, pues incluye renta de equipo de sonido, regalos como cachuchas, camisetas, bolsas, paraguas, banderines, mandiles, renta de toldos, renta de sillas, acarreo de personas, alquiler de transporte, gastos de hospedaje de todo el equipo de apoyo y viáticos en general, más el gasto disfrazado en medios de comunicación, sobre todo electrónicos.

Son millones de pesos que están saliendo de los gobiernos morenistas, de patrocinadores de identidad desconocida y del dinero de Morena que no está siendo reportado.

Si el INE y el PEPJF se ponen a realizar su trabajo, no hay manera sencillamente de justificar todo este dispendio de dinero que se está realizando. 

Es demostrable que las campañas, en especial la campaña de Claudia Sheinbaum, están siendo soportadas con los beneficiarios de los programas del bienestar, con el uso de la imagen de AMLO, con el apoyo de los “servidores de la nación”, el cabildeo, desde la presidencia de la república, de Jesús Ramírez, el encargado de comunicación social y de un gasto millonario cuyo origen está en la oscuridad.

Pero con todo este costoso aparato, las “corcholatas” no levantan, y su clientela se está limitando a una parte de los beneficiarios de los programas del bienestar, no más. Las campañas no están permeando hacia el ciudadano que hoy no tiene preferencia por Morena, mucho menos al ciudadano que está en desacuerdo con la problemática que está enfrentando, en áreas como seguridad pública, servicios de salud, educación, el costo de la vida en general, entre otros muchos problemas.

Además, cada vez se pone más de manifiesto que la simulación de estas campañas es innecesaria, pues incrementa en muy poco la clientela de Morena y, en cambio, ha generado la posibilidad de un rompimiento interno.

El poder es un demonio demasiado poderoso como para ponerse a jugar con él.

La sola presencia de Xóchitl Gálvez, la sorpresiva precandidata de la oposición, ha alterado el balance político y está haciendo ver las campañas de los de Morena.

Una mujer sin un aparato gubernamental ni de ningún tipo detrás de ella, pero con mucho mayores dotes de liderazgo y una historia personal que desearía tener cualquiera de los aspirantes morenistas, los está rebasando en cosa de semanas.

En resumen, una campaña de un año como la que ha lanzado López Obrador es saturante y muy difícil de sostener en los medios de comunicación, aun con protagonistas muy atractivos, que no es el caso. La pérdida de interés ha comenzado y puede volverse mucho más pronunciada.

La perfidia de López Obrador parece haberle llevado en esta ocasión a un grave error.

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Redacción




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