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Marcelo Ebrard podría desafiar a AMLO en 2024

Análisis Político y Social / Slider / 5 julio, 2023

Por: La Redacción

Morena no es un monolito, una formación rocosa, sólida, en torno a Andrés Manuel López Obrador. Nada más distante de un movimiento que se integró al calor de la elección de 2018 y se agrupa hoy en el ejercicio del poder, que es lo suficientemente grande para dar cabida a corrientes, camarillas y personajes muy distintos entre sí, todos los cuales se benefician, de una forma u otra.

La mala noticia es que AMLO se tiene que ir en 2024 y solo una persona puede heredar la presidencia. Todas las demás serán descartadas y se deberán subordinar. ¿Será posible?

El propio AMLO ha hecho algo que puede costarle bastante caro a su propósito de continuidad: inició el juego de la sucesión presidencial con dos años de anticipación, inspirado en lo que hacía el presidencialismo priista en el siglo pasado, pero con la diferencia de “destapar” a cuatro precandidatos y lanzarlos a una campaña por todo el país, violentando todo el proceso electoral tal como lo establece la ley.

Dentro del movimiento de Morena o de la llamada 4T, se alcanzan a distinguir tres corrientes distintas: la radical, que se dice marxista y comunista; la moderada, que se identifica más con el modelo social-demócrata (lo que se traduciría como un socialismo democrático), y el círculo rojo de AMLO, que está integrado por sus hijos, parte de su familia y sus amigos e íntimos, quienes estarían dispuestos a darle una continuidad al lopezobradorismo, tal y como lo conocemos.

De las cuatro “corcholatas” que están en el escenario nacional, Claudia Sheinbaum pertenece al círculo rojo y es garantía de que se intentará la continuidad.

El otro que está en ese círculo es Adán Augusto López, quien sería algo así como el Plan B, pero tiene un perfil bajo y su capacidad de aglutinar una fuerza electoral nacional es muy limitada, por lo que se ve difícil que pueda ser el elegido.

Ricardo Monreal es un político caracterizado por la contradicción y la ambigüedad. Intentó crearse una imagen de moderado, e inclusive de independiente, pero, por lo mismo, ha sido relegado del grupo y apenas recientemente vuelto a adoptar, pero no tiene la confianza como para ser designado sucesor.

Marcelo Ebrard es el hombre dilema para AMLO, pues, siendo del bando de los moderados, es quien muestra más potencial de posicionamiento ante la opinión pública nacional. Es decir, que si bien pudiera no ser muy atractivo para la clientela más pobre del morenismo, tiene la capacidad de ser aceptado por un sector muy amplio de las clases medias y de aquellos que no están viendo las cosas claras con los partidos de oposición, que van rezagados y no están ofreciendo una formación seria y competitiva.

Esto significa para muchos una conclusión pragmática: si vamos a seguir con el morenismo o 4T, lo mejor que nos puede pasar es que el próximo sea un moderado, así que habrá que apoyarlo por todos los medios posibles.

Ya es evidente que Marcelo Ebrard, aún siendo el secretario de Relaciones Exteriores, dejó de lado el guante de terciopelo para apretar el proceso de selección del candidato y, por lo que se puede percibir, no es una figura que esté bajo el control absoluto de AMLO, como sí lo están Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López.

Una cosa es innegable: nadie, de los cuatro, puede sustituir la figura del caudillo, con toda su carga de carisma, demagogia y populismo. El caudillo es irrepetible, porque ninguna de las “corcholatas” es carismática, es demagoga o tiene una tendencia populista como la del tabasqueño. El próximo presidente, si sale de Morena, tendrá que ser muy diferente en su estilo personal de gobernar.

Claudia Sheinbaum tiene la disposición de ser un clon político de AMLO, ¿pero puede hacerlo? Todos, tanto dentro de su movimiento como de los observadores políticos, opinan que no. Su desempeño como gobernante de la ciudad de México, aún cobijada por el propio AMLO, dista mucho de ser bien calificado, ya no digamos brillante.

Quien sea tendrá que ser diferente en el estilo, pero tal vez lo que más importe es la tendencia política que tenga, porque además tendrá que heredar todos los saldos y errores que dejará AMLO. 

En la campaña presidencial habrá un balance y muchas de las áreas más estratégicas del país están peor que en 2018, si ponemos a un lado la aprobación hacia AMLO que surge, en buena medida, del dinero que reparte. Sin esos programas de dádivas, la historia de su popularidad sería otra muy distinta.

Además de los malos resultados en salud, educación, seguridad, ciencias y tecnología, energía, cultura, deporte y otros, tendrá que llegar un momento en que se den a conocer las cuentas de las obras insignia que realizó, y eso será un escándalo: obras que están costando lo doble o aún más de lo que fue programado y cuyo beneficio es muy cuestionable. No pueden estar bloqueando permanentemente la transparencia, como hasta ahora lo han hecho.

AMLO tiene la firme convicción de que cualquiera de sus candidatos puede barrer a la oposición, tanto así que alardea con el Plan C, pronosticando que tendrán en el Congreso al menos las dos terceras partes de los diputados y senadores, para hacer, ahora sí, lo que sea su voluntad.

Son también muchos quienes piensan que no con cualquiera, y de ahí que Marcelo Ebrard se puede volver una figura peligrosamente incómoda, lo cual se verá de forma mucho más nítida ahora que han transcurrido las elecciones para gobernador en Coahuila y en el Estado de México.

Hasta ahora, AMLO ha corrido con mucha fortuna, pues llegó al poder en medio de la crisis más devastadora que han tenido los partidos políticos más fuertes del país, lo que le ha facilitado todo. Sin embargo, una cosa son los partidos políticos y otra muy distinta la sociedad civil, donde, por citar sólo un ejemplo, hay una clase media que representa más del 40% de la población y en su mayoría tiene ya muchas reservas sobre los beneficios reales que le ha dejado este gobierno.

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