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Se agrava el retraso tecnológico y se desvía el poco presupuesto

Análisis Político y Social / 31 agosto, 2022

Por: Marcela Valles

Si usted entra a cualquier hospital de México, todo el equipo que vea proviene de algún país extranjero, lo mismo que la casi totalidad del instrumental, aún del más simple en apariencia. Nuestra dependencia tecnológica es una de las más altas del mundo, para un país que, contradictoriamente, es la economía número 16 a nivel mundial.

Entrar, en ciudades como Saltillo, a una planta de producción de automóviles es ingresar a otro mundo tecnológico, porque todas esas gigantescas plantas son montadas con tecnología estadunidense, alemana, japonesa y de otros países.

Somos uno de los más grandes exportadores de automóviles del mundo, pero si ello dependiera de la tecnología de origen mexicano, no podríamos producir ni el más sencillo y económico de los autos.

Esto se repite en todos los ámbitos de la economía y la sociedad mexicana, lo que nos hace un país completamente dependiente, pues la economía mundial se rige ahora por el desarrollo de la ciencia y la tecnología.

Esto es tan dramático, que en 2020 México registró menos de 300 patentes, mientras que en el mismo año en Estados Unidos se registraron 3.3 millones; China 3.1 millones; Japón 2 millones; Corea del sur 1.1 millones y Alemania 0.8 millones.

Esto es todavía más desastroso si se considera que Corea del Sur es la economía número 31 del mundo y nosotros somos la número 16, pero los pequeños países de la costa asiática desde los años setentas del siglo pasado entendieron que la clave estaba en el desarrollo científico y tecnológico.

Y es precisamente Corea del Sur el país que más gasta en ciencia y tecnología, al invertir el 5% de su Producto Interno Bruto, PIB, mientras que México gasta y gasta mal apenas el .38% de su PIB, pero esto en lugar de ir en crecimiento increíblemente está en retroceso.

El actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador no solo no corrigió las políticas y el insuficiente gasto en ciencia y tecnología, sino que la ha emprendido en contra de este sector, al grado de retirar parte de su poco presupuesto para destinarlo a las obras insignia del sexenio, muy cuestionables en términos de rentabilidad y más de verdadero desarrollo.

Estados Unidos gasta 2.74% de su gigantesco PIB a ciencia y tecnología; China el 2.1%; la Unión Europea el 2.03%; Japón el 3.58% y la ya mencionada Corea del Sur el 5%.

Vea su teléfono celular, su reloj, su televisión, su aparato de música, su refrigerador… Pues México, con su tecnología propia, no puede producir un solo teléfono celular, ni uno solo, aún el más simple.

Si le llegan noticias alarmantes de que China está realizando un ejercicio militar impresionante en derredor de la isla de Taiwán, mandando el supuesto mensaje de que puede devorar a este pequeño país de la costa asiática cuando quiera, no se tome las noticias como aparecen, pues Taiwán es el principal fabricante de microcomponentes para la industria China. Si hubiera un parón en el flujo de esos microcomponentes, la economía China y, en consecuencia, el mercado mundial de las tecnologías, estarían en un grave problema, así que eso no lo tocará la arrogancia y el autoritarismo de la dictadura comunista más grande del mundo. El poder de la tecnología protege a Taiwán.

DINERO PARA LAS OBRAS DEL SEÑOR PRESIDENTE

El 4 de agosto pasado, la directora del CONACYT, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Elena Álvarez-Buylla, se reunió con un grupo de diputados y senadores de los diferentes partidos.

En el 2020, por una decisión personal de López Obrador, se eliminaron 106 fideicomisos, 91 de ellos ubicados en el área de ciencia y tecnología. Los diputados y senadores le cuestionaron a la controvertida directora del CONACYT cuánto dinero se había recortado y qué destino se le había dado finalmente a esos recursos.

Aunque ya había información al respecto, la directora del CONACYT no dejó de sorprender cuando informó, oficialmente, que el recorte había representado 25 mil 741 millones de pesos, los que no se regresaron, o más bien nunca fueron recibidos, por parte de la Secretaría de Hacienda, pero estos se habían destinado a las obras del actual sexenio.

Así que un país con 20 años de atraso en ciencia y tecnología desapareció 91 fideicomisos y se tomó el dinero para meterlo a la licuadora del gasto de las obras emblemáticas del presidente. Así de penoso.

Pero además del recorte de los recursos financieros, la administración de Elena Álvarez-Buylla ha sido marcada por la prepotencia, la sumisión a la voluntad del presidente y, algo inaudito, la represión de una parte de la comunidad científica del país, a la cual se le ha acusado de corrupción y, en su momento, el corrupto Fiscal General de la República, Alejandro Hertz Manero, pretendió inclusive imputarles el delito de asociación delictuosa, un delito considerado de gravedad y muy severa sanción. Eso sólo pasa en México.

Para congratularse con el alma envenenada del fiscal Hertz Manero, Elena Álvarez-Buylla, violando la reglamentación vigente, le dio la máxima categoría del Sistema Nacional de Investigadores a este turbio personaje que, por si fuera poco, fue señalado, con fundamentos, de plagio en una de las pocas obras de tema histórico que ha publicado.

Y así sencillamente no se puede. ¿Cómo encausar en el desarrollo científico y tecnológico a un país donde a su gobierno no sólo no le interesa esto, sino que se toma el poco dinero del que se dispone?

El CONACYT tiene un presupuesto de apenas 29 mil 564 millones de pesos, pero arrastra serios vicios burocráticos y está infiltrado por la política, y así tampoco se puede.

En 2020 el presupuesto de Investigación Científica y Desarrollo Experimental (GIDE) bajó hasta 69 mil millones de pesos, un presupuesto similar al de 2011, de acuerdo a las propias cifras oficiales.

Un país sin desarrollo científico y tecnológico está condenado al subdesarrollo y a la dependencia, pero habrá que buscar una explicación a lo que está pasando en este sexenio

Como el de AMLO es el gobierno de un hombre, donde todo lo decide él personalmente, si se revisa su historial personal, se puede constatar que tenemos a uno de los presidentes de la república con una de las formaciones académicas más pobres que se tengan registradas.

Ya es demasiado conocido su desprecio por la academia y su pobrísima formación personal; su incapacidad para rodearse de especialistas y expertos competentes y la idea de que nada tiene “mayor ciencia”.

Nunca fue más absurda esa frase que le han colocado al programa de becas: “Jóvenes construyendo el futuro”; si yo fuera joven y estuviera pensando en mi país al futuro, estaría sumamente preocupado. Si el sistema educativo no camina, si no hay desarrollo de ciencia y tecnología, esos jóvenes están viviendo en el pasado.

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Redacción




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