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AMLO: decidir con enojo

Editorial / Opinión / Opinión Principal / 9 mayo, 2022

¿Cómo separar la personalidad del gobernante de su toma de decisiones como jefe de Estado? Esto, en la opinión de don Daniel Cosío, autor del clásico El estilo personal de gobernar, es muy difícil y es uno de los más grandes riesgos del estilo personal de cada mandatario, en este caso específico, de los mexicanos.

Ya en su cuarto año, es evidente que Andrés Manuel López Obrador toma muchas de sus decisiones importantes dejándose llevar por un estado de enojo, inclusive de cólera o de rencores acumulados a lo largo de su muy larga carrera en busca del cargo que ahora ocupa.

Todo indica que fue así como se originaron las decisiones de cancelar las obras del aeropuerto internacional de la Ciudad de México; de lanzarse en contra de España, el segundo socio comercial del país; de insultar al Parlamento Europeo; de atacar personalmente a políticos, periodistas, empresarios y personajes que sostienen una postura distinta a la suya; de cargar con todo en contra del INE, cuando no tiene ninguna razón objetiva para ello.

Lo último ha sido la nacionalización del litio, como una medida de enojo por no haber sido aprobada su Reforma Eléctrica.

Como todas las decisiones que se toman con enojo, suelen ser improvisadas y generar problemas más que beneficios. México no es potencia en reservas de litio; no hay ni recursos ni tiempo para crear una empresa paraestatal que lo explote y comercialice, tampoco hay capacidad técnica. Su explotación es muy difícil, ambientalmente agresiva y se requiere conocer el sector.

La mayoría de los mexicanos no sabe ni tan siquiera qué es el litio y para que sirve, pero en los cambios a la Ley Minera se aprobó una redacción ambigua e improvisada, que, por lo menos en el papel, le abre la puerta a la nacionalización de otros minerales, y eso le mete más incertidumbre a las inversiones privadas, en un sector muy importante de la economía, que genera empleos bien pagados en comunidades muy apartadas del país. También le puede meter más conflictos al T-MEC.

El problema es que una vez que se han tomado esas decisiones con enojo o cólera, se ratifican con una enorme arrogancia, y se les quiere hacer pasar inclusive como actos “patrióticos”, de “defensa de los intereses de la nación y del pueblo”, cuando no son más que los excesos del estilo personal de gobernar.

Lo grave es que las decisiones de un jefe de estado afectan o benefician al país, no sólo en el periodo que le corresponde sino por décadas.

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Redacción




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