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Revista de Coahuila: 30 años haciendo periodismo

Especiales / Especiales Principal / Slider / 1 julio, 2020

Por: César Hernández

Fundada en junio de 1990 y siendo la revista vigente más longeva en el estado, con esta edición conmemorativa, el número 345, Revista de Coahuila cumple 30 años de vida y circulación en el noreste de México. Para celebrarlo, entrevistamos a nuestro fundador, el periodista Álvaro González Ramos, con sus más de cuatro décadas de carrera periodística.

Hace 30 años, el primero de julio de 1990, apareció la primera edición de Revista de Coahuila, en un estado donde no existía una tradición de revista y menos aún con un enfoque hacia los temas sociales y la política, con un compromiso plural y crítico.

El periodismo impreso en Coahuila se reducía a siete periódicos diarios, la mitad de ellos con una penetración muy limitada, mientras que el periodismo radiofónico y televisivo recién se iniciaba y tenía una muy reducida oferta.

Hoy, en un recorrido por estos 30 años de Revista de Coahuila, su fundador, Álvaro González Ramos, habla de algunas de sus principales experiencias, de los sucesos más importantes que han sido plasmados en sus páginas y de algunos aspectos personales como periodista.

RdC: ¿Cómo nace la idea de crear Revista de Coahuila?

AG: Es una aventura básicamente, apoyada por un pequeño capital que sólo alcanzaba para lo indispensable, pero creo que el primer motivo era crear un espacio personal para la práctica del periodismo, ante la falta de opciones y la decisión de no emigrar a la ciudad de México, donde tenía algunas ofertas de trabajo.

CH: Mencionas que no había opciones en Coahuila para practicar el periodismo.

AG: Así es, en Torreón los periódicos El Siglo y La Opinión tenían sindicalizadas sus plantas de reporteros, era por escalafón, al grado de que muchos periodistas tenían que emigrar a Saltillo en busca de algún trabajo porque no podían ponerse a “hacer cola” 10 o 15 años para lograr lo que se le llamaba “fuentes” o instituciones donde se cubría la noticia. En Saltillo era imposible trabajar de forma profesional y estable con periódicos como el Vanguardia de aquella época. Monclova era una plaza muy chica, con dos periódicos: El Tiempo, ya en malas condiciones, y La Voz, de modo que no era una opción. El Zócalo se limitaba a las pequeñas ciudades del norte y su línea editorial era impresentable, lo mismo te puedo decir de la de Vanguardia.

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN ES LIMITADA

CH: El eslogan de la revista dice que practican un periodismo plural y crítico. ¿Tú crees que en México existe realmente la libertad de expresión?

AG: Yo creo que la libertad de expresión ilimitada, vista inclusive como algo romántico, no existe; en mi experiencia es algo así como la salud física: un estado ideal que se tiene como referencia, pero que en la práctica puede ser desde una práctica muy digna, muy aceptable y tener inclusive momentos de valentía, pero en general hay grados de libertad muy distintos al respecto de los diferentes componentes de la sociedad y la cultura.

CH: ¿Podrías ser más específico?

AG: Sí, puedes tener la posibilidad de ser objetivo y crítico con un gobierno estatal, un gobierno municipal y hasta un gobierno federal, pero eso depende de qué medio seas y de qué asunto se trate, lo mismo pasa con el medio empresarial, donde hay menos libertad que en la política, porque los empresarios son los principales clientes y reaccionan de forma más agresiva, o en nuestra sociedad las iglesias, especialmente la Iglesia Católica, ya no se diga el ejército o el crimen organizado.

CH: Por lo que vemos hay censura y autocensura.

AG: Así es, y ése es uno de los temas centrales del periodismo. Un medio es una empresa que da un servicio fundamental a la sociedad, pero surge el dilema de si le das prioridad al negocio, al hacer dinero, o a la práctica del periodismo para beneficio de la sociedad

Lo real es que existe una mezcla de ambos, el problema es en qué porcentaje se hace y dónde está tu línea roja, donde dices “yo eso no lo dejo de publicar aunque me implique perder dinero”. Desde el periodo de Álvaro Obregón como presidente, en los años 20s del siglo pasado, se ufanaba de que nadie podía resistir “un cañonazo de 50 mil pesos”. El dicho es cínico, pero sigue siendo el gran dilema: ¿dónde está tu línea roja?, ¿cómo asumes tu compromiso con la sociedad frente a los poderes políticos, empresariales, religiosos, criminales y de cualquier otro tipo?

CH: Han tenido ustedes muchos problemas con la censura y la autocensura.

AG.-Sí, por supuesto. Siempre hemos sido un medio económicamente chico, aunque a lo largo de estos 30 años hemos tenido altibajos económicos que, necesariamente, repercuten en lo editorial. Se han abierto muchos espacios, pero al mismo tiempo se han ido cerrando otros.

CH: Dame un ejemplo de intolerancia que hayan o estén sufriendo.

AG.-Por ejemplo el actual gobierno municipal de Torreón, que dirige Jorge Zermeño Infante, tiene hacia la revista una postura de total intolerancia, no hay acceso a ningún tipo de información de importancia, no conozco, ni al teléfono, al encargado de comunicación social, de nombre Antonio Zamarrón, pero esto se dio desde el primer gobierno de Jorge Zermeño en 1997; no toleraba ningún tipo de crítica.

Otro ejemplo curioso se dio con la Cadena Comextra, que era de la cervecería Modelo y ahora ha estado cambiando de nombre. De pronto llegó una supervisora nacional, una mujer joven de clase alta, que después me enteré que pertenecía al Opus Dei, la cual nos condicionó a embolsar la revista para poder venderlas en sus tiendas, porque publicábamos una sección de desnudo artístico. Era incosteable embolsar la revista, así que nos retiramos de esa cadena.

CH: ¿Te has autocensurado?

AG: Sí, en varias ocasiones y al menos en tres de ellas en asuntos muy delicados, graves.

CH: ¿Podrías ahondar?

AG: Entre el 92 y el 93 tuvimos una serie de agresiones físicas, en concreto dos atentados: uno hacia mi esposa y otro hacia mí directamente, que iba en compañía del segundo de mis hijos y de un empleado. Tocamos algunos temas de seguridad y algunos de ellos tenían que ver con las relaciones entre el crimen organizado, los cuerpos policiacos y un gobierno estatal que suponemos era el de Durango. A mi esposa la interceptaron en el boulevard Miguel Alemán, la bajaron con violencia del coche, la arrojaron al piso, se llevaron el coche y lo abandonaron en una colonia popular cercana, sin tocar ninguna pertenencia y mucha mercancía que iba en él. Era un aviso. En mi caso me encajonaron mi vehículo con dos camionetas pickup con burreras, sin placas, me impactaron violentamente en la parte trasera y me arrojaron contra las protecciones de una tienda Oxxo, esto fue en el boulevard Constitución, aquí en Torreón. Tuvimos que dejar de tocar esos temas, nos dimos cuenta que estábamos totalmente desprotegidos.

CH: Hablas de tres asuntos.

AG.-El segundo fue en el año del 2007 y se prolongó hasta el 2011, la mayoría de los medios de comunicación del estado fuimos amenazados por agentes del crimen organizado, era una amenaza de muerte. Para poner en claro que la amenaza iba en firme, asesinaron a un reportero del diario La Opinión. En nuestro caso la amenaza fue personal, a pleno medio día, en mi oficina. No podía tocar temas de seguridad pública y hubo sucesos muy graves, como las matanzas de muchachos en al menos tres antros de la ciudad; noticias que debieron ser inclusive internacionales, pero no se podía informar, nos tuvimos que autocensurar, porque además todo el aparato gubernamental estaba coludido, al grado de que la policía se encargaba de hacer ciertos “trabajos” para el propio crimen organizado.

CH: ¿Y el tercer asunto?

AG: Ese asunto está relacionado, de varias maneras, con el anterior y es algo que nos hubiera gustado haber abordado ampliamente y darle una gran difusión, es el caso del gobierno de Humberto Moreira Valdés. Es lamentable no haberlo hecho en su momento.

CH: ¿Por qué hubo autocensura en relación a este gobierno?

AG: Es un gobierno donde se da una enorme corrupción hacia los medios de comunicación en todo el estado, a niveles que nunca se habían visto e inclusive con implicaciones judiciales, como lo revela el proceso judicial que se lleva en San Antonio, Texas, contra varios personajes, uno de ellos empresario de la comunicación. Nosotros como medio no le pedimos ni le debíamos absolutamente ningún favor a Humberto Moreira, inclusive personalmente, conociendo sus antecedentes, evité tratarlo. Hasta la fecha nunca lo he tratado de forma personal, pero teníamos muchos contactos de gentes que conocían cómo es que operaba su gobierno. Valoramos qué política editorial seguir y, haciendo un escenario general, constatamos que nos encontrábamos en una situación de gran vulnerabilidad y completamente desprotegidos, si se querían tocar temas serios, de fondo, no las cosas que eran y siguen siendo obviedades.

CH: ¿Pero muchos se ufanan de sí haber abordado críticamente el gobierno de Humberto Moreira y el llamado “moreirato”?

AG: Una cosa es abordar los asuntos ordinarios y otra cosa muy distinta el abordar los temas de verdadero fondo, documentarlos. Por ejemplo, hay varios dirigentes del Partido Acción Nacional, que, a través de Ernesto Cordero, Secretario de Hacienda, sabían cuándo se comenzó a contraer con algunos bancos la enorme deuda pública del estado de Coahuila y se callaron, inclusive aprovecharon para hacer algunos negocios con Humberto Moreira y ahora se desgarran la túnica, cuando ya la deuda está técnicamente amarrada y vuelta a amarrar con los bancos. Toda la deuda se contrae durante el gobierno calderonista, eso es algo que se pasa por alto; ellos sí estaban protegidos.

LAS COSAS AMABLES

Intransigente con su privacidad, Álvaro González es un hombre socialmente poco conocido fuera de cierto medio periodístico, porque dice disfrutar como pocas cosas del anonimato y es un creyente de que el periodismo es la narración de lo inmediato, como un río que corre y se disfruta el día al día con agua que parece, pero nunca es la misma.

Cinéfilo de toda la vida, de forma intencional no memoriza ciertos datos técnicos de la cinematografía, pero retiene cuidadosamente todos los guiones. Posee una formación académica extensa, pero los títulos los guarda junto con los papeles familiares sin darles mayor importancia. En los últimos diez años se ha formado como pintor empírico y a través de talleres, en lo que es una de sus grandes aficiones.

“Desde niño soy cinéfilo, de aquéllos que íbamos a la matiné de tres películas todos los sábados”, comenta recargado en el sofá de su estancia personal. “Lo que me interesa es el guion, la historia y la actuación, lo demás es para el mundo del chisme y las revistas de sociales, que no me interesan. A la pintura llegué a los 30 años, que es cuando despierta en forma mi interés; como pintor llegué tarde, hace apenas un poco menos de diez años, pero lo disfruto mucho. Soy bastante necio, empecinado, así que todavía tengo la posibilidad de pintar algo que tenga algún valor, si la vida me alcanza para ello”.

El segundo de seis hermanos, proviene de una familia de agricultores por el lado de su padre y de gente dedicada a la costura por parte de su madre, ambas del estado de Michoacán, aunque él es nativo y creció en la ciudad de León, Guanajuato.

“Yo debí ser agricultor, pero por circunstancias de la vida nací y crecí en una sociedad urbana, pero creo que las raíces no nos abandonan y desde hace un tiempo tengo una huerta de nogales, a la que le he puesto una parte de una gran variedad de frutales, como durazno, higo, uvas, de muchas cosas con las que experimento. Crie tres excelentes hijos, lo que me costó cierto trabajo, pero criar nogales y duraznos en este desierto que sólo tolera mezquites es bastante difícil pero divertido y relajante; yo le recomendaría a todo mundo que se reconectara con la naturaleza, eso te cambia la vida o más bien te enseña lo que es la vida”, refiere con gran satisfacción.

YO SOY YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS

CH: No te limitaste tú mismo al optar por fundar una revista en un estado en lugar de venirte a la Ciudad de México, donde recuerdo que tenías buenas relaciones, pudiste hacer una carrera no sólo en el periodismo escrito sino también en la radio.

AG: Creo mucho en la máxima de José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Cuando decidí fundar la revista me estaba limitando profesionalmente, lo que puede ser relativo, pero estaba optando por una familia, por vivir en un lugar habitable y, sobre todo, por ser un poco más dueño de mis circunstancias. Nunca aspiré a volverme rico; el periodismo, y menos en México, no da para hacer gran dinero, a menos que te dediques a la corrupción o interpongas el oficio a la profesión. El tiempo me dio la razón, hice mi tarea como padre de tres hijos, vivo bien, puedo darle tiempo a lo que me apasiona; eso no es posible en la Ciudad de México, al menos no para mí.

CH: ¿Y el reconocimiento?

AG: El reconocimiento es una fantasía y una necesidad del ego que se puede volver enfermedad. El reconocimiento que dura más de una o dos generaciones es para la gente excepcional y yo no soy, en ningún sentido, una gente excepcional, lo que no quiere decir que no estoy satisfecho cuando en las mañanas me rasuro y me veo al espejo, soy inclusive un afortunado en varios sentidos, así que el balance a estas alturas de la vida parece estar en un lugar justo.

CH: ¿Cuál es la satisfacción más grande que te ha dejado hasta ahora la revista?

AG: Primero, el que ha pasado por ella mucha gente joven que ha tenido la oportunidad de practicar la profesión y han seguido exitosamente sus carreras; eso me da mucha satisfacción. Segundo, que a lo largo de estos años se ha podido hacer periodismo, no todo lo que deseáramos y, como te decía, con periodos de altibajos, por nuestras circunstancias, pero se ha podido, lo cual es muy satisfactorio. Eso te da algo que es invaluable: dignidad, no hay nada más vergonzoso que un periodista recibiendo un “chayote” o “embute”.

CH: ¿Qué te queda por hacer?

AG: Seguir ejerciendo la profesión hasta que la salud me lo permita, pintar, disfrutar mi familia, disfrutar mis árboles, tal vez volver a la enseñanza de manera selectiva y estoy intentando iniciar la escritura de algunos proyectos que tengo en mente sobre tres libros, pero es algo que deseo hacer con mucho cuidado, porque es penoso ver toda esa gente que publica libros cuya edición la patrocina alguna institución pública y a nadie le interesan, libros que se mueren entre el polvo y el olvido. Como no quiero ver eso estoy muy exigente; si se da algo que valga la pena, sale, si no, mejor dejarlo en el cajón.

CH: Colofón.

AG: Gracias a todas aquellas personas que nos han acompañado en la revista durante estos 30 años, donde quiera que se encuentren ahora. Les agradezco de verdad haberse sumado y haber compartido esta aventura editorial, en los buenos tiempos y en los difíciles.

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