EDITORIAL AGOSTO 2021
De forma sumamente desconcertante, un porcentaje muy alto de los ciudadanos estadunidenses se oponen a ser vacunados, cuando el gobierno de Joe Biden ha provisto de vacunas sobradas para toda la población.
Ante la aparición de la nueva cepa denominada Delta, la población negacionista está provocando una crisis en el nuevo gobierno, que tenía como objetivo vacunar a toda la población adulta para octubre del presente año, a más tardar, lo que permitiría una reactivación plena de la economía.
El negacionismo, singularmente, parece venir de tres fuentes distintas. La primera de ellas es la difusión a través de las redes sociales de que las vacunas no son confiables y tienen efectos secundarios, lo cual no tiene ningún fundamento científico o médico, menos en Estados Unidos, donde se están aplicando las vacunas de Pfizer y Moderna, principalmente, las cuales han mostrado ser más eficientes que otras vacunas de origen chino, soviético y británico.
El problema es que una vez que se instala el rumor y la desconfianza comienzan a proliferar todo tipo de fantasías e historias también fantásticas de daños ficticios provocados por las vacunas.
Otra fuente de negacionismo son los grupos fundamentalistas religiosos, muchos de los cuales están influyendo en sus seguidores para provocar no sólo desconfianza ante las vacunas, sino la misma negación del COVID-19, lo cual mezclan con teorías apocalípticas y supuestos pasajes bíblicos. Esto se da más en estados conservadores.
La tercera fuente del negacionismo está relacionada con la teoría de la conspiración: el virus fue creado por el grupo de iluminados o superpoderosos que controlan al mundo, quienes pretenden el control de toda la población mundial, la eliminación de una parte de la misma y el afianzamiento de todo el poder económico del planeta. Las vacunas son el instrumento según semejante teoría y aportan argumentos fantásticos pero articulados, con una lógica parecida a esas películas del tipo del Código Da Vinci.
En México el problema principal es tener suficientes vacunas y avanzar más rápido y con más eficiencia en la vacunación, pero también han comenzado a aparecer los negacionistas, algunos de los cuales se ponen a hacer proselitismo en las redes sociales, mientras estamos sufriendo ya la tercera ola del COVID-19; el sistema educativo se encuentra paralizado; la economía se recupera con dificultad y los voceros del gobierno federal no ayudan, con sus contradicciones y afanes centralistas.
Vacunarse es esencial para la propia salud, pero también un acto de responsabilidad social.
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