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Alarmismo con variante Ómicron

Editorial / Opinión / Opinión Principal / 4 enero, 2022

EDITORIAL

Desde su detección en Sudáfrica, el 24 de noviembre de 2021, la variante de COVID-19 Ómicron ha sido manejada con un gran alarmismo por parte de la mayoría de los voceros de salud de los países desarrollados y por funcionarios de organizaciones internacionales.

Al detectarse la nueva variante, que presenta por lo menos 30 mutaciones, antes de que se realizaran estudios científicos y estudios de campo en grupos reales de población, las bolsas de valores de los países desarrollados tuvieron una caída, que posteriormente fue recuperada.

Pero el alarmismo y las especulaciones no terminaron, manejando el que la nueva variante detectada podría ser muchísimo más poderosa y letal, al grado de anular el efecto de las vacunas que hasta ahora se han desarrollado y aplicado en el mundo.

Pocos líderes de opinión mantuvieron una postura de prudencia y de espera de los resultados sobre realmente qué características tenía Ómicron, pero si se manejo la afirmación de que era el costo de la injusticia y la desigualdad que existe entre los países desarrollados y los países pobres, especialmente los países africanos.

Una vez que pasó la primera oleada alarmista y se ha concluido que la nueva variante sí es mucho más contagiosa, pero tiene efectos menos severos que la variante Delta, en estos momentos la variante que domina a nivel mundial, las grandes farmacéuticas refrendaron que las vacunas siguen siendo la alternativa, así como las medidas que ya se toman, recomendando una dosis de refuerzo, particularmente en la población más vulnerable.

El presidente de la OMS, Organización Mundial de la Salud, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, se ha declarado opuesto a que se aplique esta tercera dosis, pues considera que lo prioritario es avanzar en los países pobres, pues hay 41 países que no han vacunado ni al 10% de su población y 98 países que no alcanzan ni el 40%.

Ésta es una realidad inobjetable, que puede originar el surgimiento de nuevas variantes, pero no todo se debe a la injusticia y a la desigualdad entre pobres y ricos. La ineficiencia, la indolencia y el descuido de los sistemas sanitarios es un problema crónico y es parte del subdesarrollo, de países que se aferran a sistemas políticos obsoletos y corruptos, que viven crónicamente en economías inviables y dependientes.

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