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El trágico siglo XIX que tanto ama López Obrador

Opinión / 8 mayo, 2023

Por: Álvaro González

Hubo un López, no este que nos está gobernando, sino uno muchísimo más complejo, todavía mucho más contradictorio y a tal grado seductor, que AMLO resulta junto a él un tímido púber a mitad de la secundaria. Se llamó Antonio López de Santa Anna, sin duda el peor presidente que ha tenido México y, en opinión de Simón Bolívar, “el más protervo de los hombres que haya conocido”, pero sin el cual no se explica el trágico siglo XIX mexicano, que tanto emociona a nuestro señor presidente.

Como AMLO está dale que dale contra los “conservadores”, pero sin definirse él como un “liberal”, aunque manifiesta que le tiene adoración a Benito Juárez y no desaprovecha ocasión para contar alguna anécdota de aquel siglo tan trepidante, el cual supera, con mucho, la más delirante ficción, pues me he dado a la tarea de releer algunas obras históricas y novelas sobre ese siglo, donde fue parido de forma por demás traumática lo que hoy conocemos como México, nuestra amada y sufrida patria.

Aclaro que esto de leer sobre el siglo XIX no es un gusto nuevo, sino parte de mi primer trabajo como periodista, allá en 1978, donde hice el trabajo de campo para una monografía de Coahuila, que se publicaba por entregas semanales en el ya desaparecido diario El Coahuilense, en la ciudad de Saltillo. Quien la escribía era Javier Villarreal Lozano, un gran amigo, periodista, historiador y gente del arte que ha fallecido, ya a edad avanzada, en estos tiempos de la pandemia.

Hecha la aclaración, voy al grano: he releído la novela El Seductor de la Patria, de Enrique Serna, y la he disfrutado muchísimo, tanto o más que la primera vez. Es una de esas novelas históricas donde el autor logra magistralmente una penetración psicológica del personaje, pero además un dominio soberbio del sentido histórico de ese siglo que, de tan trágico, en este personaje alcanza momentos de un humor realmente sabroso.

Lo primero que piensas es cómo pudo existir un personaje así, ¿cómo pudo existir una élite política, militar, religiosa e intelectual así? Y, por último, ¿cómo existió un pueblo que lo hizo once veces presidente de la república después de las atrocidades y de las desgracias más grandes de este país? Pues existieron todos y, de forma novelada, el autor los perfila sin salirse un ápice de los hechos históricos reales, sólo agregando con la ficción los detalles de los mismos. Después de recorrer cada página se llega a la convicción de que aquello no pudo ser de otra forma. 

Del siglo XIX mexicano resalta una característica por encima de todas las demás: la división y la lucha entre los propios mexicanos, lo que acarreó enormes desgracias y un desorden político y social permanente.

El otro aspecto que salta a la vista es lo nocivos que fueron los caciques, los caudillos y los hombres, inclusive héroes, que ocuparon el poder de manera ineficiente, ya sea por indolencia o por autocracia. 

 Si tanto le gusta el siglo XIX a nuestro actual López, tiene en él aprendizajes que está desdeñando o, lo más penoso, está repitiendo errores. Cuando no hay ni siquiera motivo para ello se ha dedicado a tratar de polarizar al país, al reiterar un discurso machacón en el que enfrenta a “los conservadores” contra los “progresistas”, algo que provocó una cruenta guerra civil en aquel siglo, y ahora sólo existe en su imaginario.

Posicionado como una especie de caudillo, este López tiene evidentes tendencias autocráticas, al tener un congreso servil e inútil como segundo poder de la república. Tampoco siente un respeto real y honesto por la ley; sólo la acepta en la medida en que sirve a sus intereses o secunda sus propósitos, igual que los caudillos de aquel trágico siglo.

Para cerrar el círculo de la autocracia, este López ha creado un gobierno de un solo hombre, rodeado de personajes serviles y mediocres, ninguno de los cuales tiene brillo y méritos propios, mucho menos un prestigio sobresaliente en su desempeño, lo que provoca fatalmente que López Obrador decida en todo, sepa o no del asunto de que se trata, comportándose como “alteza serenísima”, rodeado de una corte de lacayos.

Aquel López, el del siglo XIX, fue adorado por las masas, aplaudido, santificado, pero enseguida fue repudiado, condenado y, finalmente, borrado de la memoria colectiva y de la historia oficial. Comparando adoraciones, este López es una figura pálida comparado con aquel, quien alcanzó una talla novelesca, casi increíble, pero todo fue pasajero.

Si aspira a la posteridad y a la trascendencia histórica, que, a juzgar por sus propias palabras y actos, es su principal motivación, este López debería hacer una mejor lectura del siglo XIX, pero de lado a lado, no solamente lo que le gusta, le parece fácil y le acomoda.

Más siendo coahuilense, le recomiendo como lectura indispensable esta excelente novela de Enrique Serna, para recordar cómo y por qué Coahuila sufrió la mutilación de Texas, un territorio inmenso y riquísimo, en cuya trama Antonio López de Santa Anna y toda la clase política, militar y religiosa de aquel México jugaron un papel deplorable, o más bien terrible.

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