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La muerte de ‘El Chueco’ exhibe ineficiencia del Estado

Especiales / Slider / 27 marzo, 2023

Por: Eduardo Rodríguez

Diez meses después de que un numeroso operativo conformado por militares y agentes de la Guardia Nacional se lanzara en su búsqueda, José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”, apareció ejecutado de un disparo en la cabeza en un paraje terregoso en lo alto de la serranía de Choix, Sinaloa.

No tenía otros signos de violencia física, sencillamente un balazo en la cabeza; una ejecución precisa de la propia organización criminal a la que pertenecía, o por lo menos eso se presume, pues el cuerpo tenía tirado al menos un día y fue encontrado por accidente cuando unos lugareños recorrían el lugar. No se sabe tan siquiera si fue ejecutado ahí o en otro sitio distante y llevado hasta el lugar, donde se encontraron 16 cartuchos, los que no dicen nada en términos de criminalística.

Lo que no pudo arreglar un enorme operativo en la sierra Tarahumara, lo “arregló” la propia organización criminal, como suele arreglar las cosas cuando uno de sus jefes de plaza ha cometido actos que resultan un error a ojos de los mandos más altos, en este caso del Cártel de Sinaloa, pues “El Chueco” era el jefe de plaza de Gente Nueva, el brazo armado de dicho cártel en la sierra tarahumara, donde era señor de horca y cuchillo.

Dueño y jefe del territorio serrano, una de las serranías más hermosas de México y destino turístico, “El Chueco” mataba personalmente o a través de sus sicarios cuando se le antojaba, como hizo en junio con dos ancianos y respetados sacerdotes jesuitas, un conocido guía de turistas y un pobre muchacho que no había cometido más falta que haber jugado muy bien al beisbol, junto con su hermano, contra el equipo patrocinado por “El Chueco”, tan psicópata que no toleraba que le ganaran a “sus” muchachos un equipo contrario.

En esos días “El Chueco” tenía ganas de matar y lo peor es que podía, pero intoxicado por la droga se le fue la mano y llamó la atención de todo el país y hasta del mismísimo Vaticano, al asesinar a sangre fría a los dos sacerdotes jesuitas, dentro de su mismo templo. Tal era el poder y el control que ejercía sobre el territorio.

Y eso fue lo que le perdió: poner en riesgo el control de un territorio que le habían confiado y que estaba (¿o sigue estando?) bajo el control del Cártel de Sinaloa. Ante los ojos nacionales e internacionales, los demás muertos como quiera, total, muertos llevaba muchos y todos los pobladores le temían, pero lo de los dos sacerdotes fue un error, porque los jesuitas son una poderosa orden religiosa, tanto que hoy detentan el papado.

¿HAY O NO CONTROL DE TERRITORIOS?

Al conocerse la ejecución de “El Chueco” y el encuentro de su cuerpo, la Compañía de Jesús emitió un comunicado, en el cual manifiesta que es lamentable el desenlace de los hechos, pues se esperaba que el Estado mexicano cumpliera con sus funciones y detuviera al criminal para llevarlo ante la justicia por los crímenes cometidos.

En opinión de la Compañía de Jesús, que conoce a fondo todo el territorio de la sierra tarahumara, donde tiene más de medio siglo ejerciendo su labor pastoral, el hecho demuestra que el Estado no tenía, ni tiene, el control del territorio, pero además los servicios de inteligencia del ejército tenían conocimiento de las operaciones del Cártel de Sinaloa, a través de “El Chueco”, desde hacia por lo menos dos años y no hicieron nada, por lo cual los asesinatos pudieron haberse evitado.

Estos hechos concretos le dan toda la razón al Secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, quien ha declarado abiertamente que en México existen territorios que están bajo el control de las organizaciones del narcotráfico y no del gobierno mexicano, lo que desató la furia del presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien había venido insultando a varios congresistas estadunidenses y al Partido Republicano, acusándolos de hipócritas, conservadores, politiqueros, mentirosos.

Hoy los hechos muestran que lo dicho por Antony Blinken ofende porque es una cruda realidad que se está viviendo en muchos estados del país. El caso de “El Chueco” dice más que cualquier insulto o la inagotable capacidad presidencial para lanzar adjetivos en contra de todos aquellos que evidencias los problemas irresueltos del país.

Mientras cientos de militares y miembros de la Guardia Nacional buscaban a “El Chueco” en su territorio, este ya estaba a buen resguardo en la serranía de Sinaloa, otro de los territorios donde manda el narco.

¿Por qué y quien lo mandó a ejecutar? Eso no lo sabremos tal vez nunca, pero dentro de la lógica criminal que opera al interior de estas organizaciones, “El Chueco” ya era inútil y representaba más problema que provecho para seguir encomendándole alguna tarea, así que sencillamente lo eliminaron. Entregarlo habría sido riesgoso, debido a la información que debía poseer, y además sería darle el gusto al Estado, lo que no suele ser del agrado de los capos, más con el empoderamiento que ahora tienen. En otra época y en otro gobierno lo entregan porque lo entregan, pero si ni siquiera lo hicieron cuando asesino a un profesor estadunidense, al confundirlo con un agente de la DEA, por qué lo iban hacer ahora.

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