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La inteligencia criminal, siempre a la vanguardia

Análisis Político y Social / 31 enero, 2023

Por: Eduardo Rodríguez

En 1996, Gabriel Valdez Mainero, hermano de Emilio de los mismos apellidos, ambos miembros del Cártel de los Arellano Félix, era el encargado de las telecomunicaciones, para lo cual había fundado en San Diego, California, una tienda de teléfonos celulares, miras telescópicas y artículos para realizar espionaje. Era la tienda de su tipo más importante de la ciudad, equiparable a la cadena Sky Shop.

En 1997, en el operativo “antiarete”, realizado por autoridades mexicanas y norteamericanas, a principios de ese año, a los agentes de la PGR en Tijuana les llamó la atención una camioneta tipo Van, que se encontraba ubicada a dos cuadras de la delegación local y rondaba por la zona.

Tuvieron que pedir refuerzos y cerraron calles. Sospechaban de un carro bomba. Cuando lograron abrirla, sin saber si la Van estallaría con ellos o si en su interior había “rambos” dispuestos al suicidio, la cara se les iluminó y recuperaron el color y el control de sus esfínteres. Un equipo de espionaje nunca visto en el país estaba camuflado dentro de la Van.

La mayor obra tecnológica del “Radioloco”, como le apodaban a Gabriel Valdez Mainero, contaba de interceptores de bípers, celulares y teléfonos fijos; cámaras de video adosadas a los vidrios polarizados en cada esquina de la camioneta, un periscopio, televisores y videocaseteras, transmisión satelital y baterías para generación eléctrica propia. Unos doscientos mil dólares en equipos de vanguardia en comunicación. Era tecnología de punta que ni en la PGR conocían y que superaba ampliamente a la más avanzada de que disponía el Cisen.

Ni los mismos agentes sabían cómo se utilizaba aquello. Si alguna vez se lo imaginaron, fue en las películas de espionaje hollywoodense. La Van pasó a formar parte de las armas más preciadas de los hombres de inteligencia de la PGR.

Todo lo anterior lo refieren, textualmente, María Idalia Gómez y Darío Fritz en su libro Con la Muerte en el Bolsillo (Premio Planeta de periodismo 2005), páginas 116 y 117.

De aquel acontecimiento a la fecha han transcurrido 25 años de avances tecnológicos, y el hecho da cuenta de la capacidad imaginativa y los recursos económicos y de inteligencia de un cártel, el de los hermanos Arellano Félix, hoy muertos o presos, quienes tenían su centro de operaciones en Tijuana y en San Diego, California.

“El Radioloco” estaba poniendo a los Arellano Félix a la vanguardia tecnológica del espionaje, con un presupuesto enorme en dólares, pero principalmente con mucha creatividad y sentido de anticipación.

EL EJÉRCITO Y EL CISEN

Muchas veces se pierde la noción de que en México están asentadas varias de las organizaciones criminales más poderosas del mundo, que mueven, todos los días, toneladas de estupefacientes hacia el inagotable mercado norteamericano, y tienen ingresos de miles de millones de dólares.

Son estructuras complejas, extendidas por todo el territorio del país, por los EEUU y otros países del mundo. Además de todos sus recursos económicos, que son gigantescos, de su capacidad de fuego y de toda la corrupción que pueden ejercer en los medios gubernamentales, policiales, militares, empresariales y de cualquier otro tipo, cuentas con sistemas de inteligencia sofisticados.

Si el estado los busca y los persigue a ellos, para tratar de bloquear sus actividades criminales y, en ocasiones, detener a algunos de los capos más visibles, ellos también espían al ejército, a todas las fuerzas policiacas y a los gobiernos, primero para protegerse, pero enseguida para poder operar con eficiencia.

En su momento, Amado Carrillo Fuentes, “El señor de los cielos”, dividió su organización en cinco áreas distintas que iban desde la producción y adquisición de la droga hasta el “lavado” de dinero, de tal manera que únicamente él conocía con puntualidad cómo y con quiénes operaba cada área, pues cada jefe o encargado sólo a él le rendía cuentas.

Por citar un ejemplo, los empresarios encargados del “lavado” del dinero no tenía ni idea de quién los vigilaba y checaba sus manejos, como también estaban completamente al margen de cualquier actividad ajena a su función específica.

Durante mucho tiempo estas organizaciones criminales han ido dos o tres pasos delante de la inteligencia oficial, de ahí en buena medida la capacidad que tienen para operar como lo hacen.

Al menos hasta el sexenio pasado, sólo los organismos de inteligencia norteamericana tenían la capacidad de igualar y superar la inteligencia de estas organizaciones criminales. En el gobierno de Felipe Calderón se invirtió mucho en poner tecnológicamente al día a la inteligencia anticriminal, pero buena parte de esto se ha perdido, o al menos así lo parece.

En el sótano de la sociedad mexicana transcurre todo un mundo tenebroso, al cual sólo tiene acceso, en cierta medida, el gobierno mexicano y, ahora con restricciones, el gobierno norteamericano. La sociedad en general es completamente inocente, mientras que los medios de comunicación lo único que conocemos es lo que se vuelve manifiesto y la recopilación de hechos que se desprenden de ciertas actividades criminales descubiertas, más lo que desee informar el gobierno mexicano o filtrar el gobierno estadunidense a través de agencias como la DEA y el FBI.

Investigar el mundo criminal en México es sumamente peligroso y ha costado la vida de decenas de periodistas.

Lo que hacía “El Radioloco” en 1997 tiene hoy 25 años de avance tecnológico; de tecnologías que los cárteles tienen la capacidad de comprar al precio que sea.

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