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Margaritas Podridas en Torreón – El día en que los punks se rindieron al feedback

Cultura / Cultura Principal / 1 noviembre, 2022

Por: Daniel Herrera

Escritor y músico lagunero
twitter: @puratolvanera

La tercera era la vencida y por fin, el jueves seis de octubre pude ver a Margaritas Podridas. La primera vez que pisaron Torreón me las perdí por un asunto laboral. Luego tuve la oportunidad de escucharlas cuando le abrieron a Idles en la Ciudad de México y fracasé miserablemente. Las escuché desde afuera del lugar mientras hacía una fila interminable para entrar. Cuando ingresé ya habían terminado. Parecería inexperiencia de provinciano, pero queda claro que tampoco los locales pensaron en que habría tanta gente en el concierto.

Cuando supe por Instagram que las Margaritas iban a tocar en Ojo de Tigre aparté la fecha. Nada me iba a detener, ni siquiera mi incesante obsesión de trabajar por las noches. Ya sabemos cómo es esto: algunos trabajamos hasta tres turnos porque estamos en crisis y además tenemos esta necia necesidad de dedicarnos al arte.

En fin, que no vine aquí a quejarme de mi economía doméstica sino a platicar así, como que no quiere la cosa, como que muy coloquial, como que me gustaría tener más amigos con mis gustos musicales, así nomás, un concierto más que me dejó lleno de felicidad. Porque el punk es felicidad, aunque algunos se tapen los oídos.

Como lo terminaron haciendo los punks de Torreón ante el feedback inclemente que nos regalaron las Margaritas esa noche. Jamás había visto algo así en esta ciudad. Y es que son pocos quienes aman estos géneros. Si los conciertos de metal no juntan grandes multitudes, los de punk, post punk y similares todavía reúnen a menos personas.

Pero es que estas chicas de Hermosillo no necesitan grandes públicos para crear experiencias que nos recuerdan la importancia de la música original. Digo chicas porque es claro que aunque la mitad del grupo está conformado por hombres; Poncho López, guitarra; Rafael Armenta, batería; son Carolina Enríquez, voz y bajo, y Esli Meuly, guitarra, quienes más llaman la atención.

La noche comenzó con dos grupos abridores locales. Primero Amigos Fantasma, quienes fueron adoptados por las mismas integrantes de Margaritas y salieron a hacer un poco de slam frente a ellos, aunque el resto del público no fue tan receptivo. Amigos Fantasma es un grupo que necesita trabajar más sobre su música. Algunos pensarán que tocar punk es fácil, pero se requiere también horas de trabajo y experimentación para romper los esquemas del rock.

Luego tocó su turno a Fifa Kid. Una banda que tiene más kilómetros recorridos y que podría convertirse en un digno representante del punk lagunero. Lo que requieren, por supuesto, es seguir tocando y tocando y tocando sin parar. Tal vez en otro país, Fifa Kid ya estaría de gira, adquiriendo experiencia, con un representante decente y un álbum ligeramente exitoso bajo el brazo. Pero en México, el camino es el doble de complicado. Le tengo fe a Fifa Kid, esperemos que den el salto que están buscando.

Por eso es sorprendente lo que sucede con Margaritas Podridas. Un grupo que puede crear desde noise hasta punk pasando por shoegaze y un poco de grunge. En vivo son pura energía que parece no tener mucha importancia. Me refiero a que el grupo entero pareciera enfocarse en crear un sonido específico que las caracteriza, pero lo hace con displicencia, con una actitud tan lejana al rockstarismo que comprendo la fascinación que causan a una minoría.

Además, está el sonido que han creado. Margaritas Podridas pueden pasar de un punk intenso, como es No quiero ser madre, una declaración de principios feministas a favor de la legalización del aborto, a rolas mucho más contemplativas como Púrpura, una canción sobre la inestabilidad de la vida y las ganas de abandonarse a ella.

El concierto me hizo llenarme de vida y al mismo tiempo deshacerme de la mierda que puebla nuestros días cada hora. Pienso que esa es la función de este tipo de música. Es disfrute estético, sí, pero también es terapia. Una manera de afrontar la existencia diaria. Una salida para tomar aire y decidir que vale la pena continuar unos días más en este mundo.

Para mí, ir a conciertos, a pesar de que voy a pocos, es fundamental para existir. No sólo porque renueva mi creatividad y me permite escribir mejor, sino también porque les da sentido a tantas horas escuchando música, leyendo sobre ella y pensándola a diario. La música es parte de mi trabajo como músico de cóvers, pero no podría dejar de escuchar aquello que siempre me ha gustado desde adolescente. Por eso, a pesar de que esa noche no gané dinero, decidí que debía alimentar mi espíritu con punk y noise.

Por cierto, también comprobé que un bajo Fender Squier puede soportar que lo avienten como costal de papas sin romperse. Cada vez que Carolina, aventaba su bajo, sentía dentro de mí una fuerte pero rapidísima preocupación. Como un rayo pequeñoburgués de apuro por un bajo eléctrico. Pero así es el punk, ese que rompe cuerdas como le pasó a Esli, y que el público comprendió sin apuros y esperamos con paciencia mientras ella solucionaba su problema. Así es el punk, una fuerza subterránea que se ha refugiado en los pequeños bares frente a la apabullante música homogenizada que nos aborda y conquista contra nuestra voluntad.

Por fortuna, todavía existen jóvenes que creen en hacer música distinta a la que suena en todos lados. Menos pop y más Margaritas Podridas.

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