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Todo lo análogo se desvanece en la red

Cultura / Cultura Principal / 31 agosto, 2022

Por: Daniel Herrera

Escritor y músico lagunero
twitter: @puratolvanera

Si Baudrillard tiene razón y el hombre se abisma con toda seguridad a su desaparición, no porque se vaya a extinguir sino porque todo lo que hemos nombrado, en el momento de hacerlo comienza a desaparecer. Si es así, y disculpen la frase anterior tan larga, también lo que hacemos, al inventarlo y luego nombrarlo, debe comenzar su proceso de desaparición inmediatamente. Esto incluye, sin ninguna duda, al arte.

Para entender lo que Baudrillard afirma en su pequeño ensayo “¿Por qué todo no ha desaparecido aún?”, preferí imaginar sus ideas como una foto Polaroid. Lo nombrado en la foto está ahí, pero es una representación de algo que ya no existe en la realidad y esa imagen también se irá desvaneciendo hasta desaparecer. Pero, al igual que la Polaroid, quedan vestigios de esa existencia y seguimos dándole vueltas a la foto ya vacía, esperando encontrar aquello que alguna vez estuvo y se fue en con el paso del tiempo.

De esa forma, la humanidad, que alguna vez existió como un ser que intentaba reproducir el mundo que la rodeaba ha desaparecido para dar paso a una humanidad centrada en su mente. La ciencia y la tecnología se han convertido en extensiones de la mente más que de las extremidades. El valor más importante se le da a un objeto creado por nosotros que sólo el ser humano aprecia y que pasó de ser un billete en las manos a convertirse en acciones y valores virtuales que jamás veremos en el mundo real. El dinero también está desapareciendo.

Si la economía y la cultura están desapareciendo, entonces el arte no puede ser la excepción. Pensar que el arte se encuentra separado de su contexto histórico es ser ingenuo. Los artistas, de alguna u otra forma, crean sobre lo que viven. Y, por supuesto, necesitan comer, pagar la renta, comprar materiales o herramientas de trabajo, satisfacer sus adicciones y comprar gas, luz eléctrica y agua corriente. Por más que he luchado intentando desaparecer el estereotipo del artista bohemio y pobre que vive con una papa a la semana sigo encontrando personas que imaginan así a los artistas.

Me desvío, el asunto es que, si Baudrillard está en lo correcto, el arte como lo conocemos está desapareciendo. En especial ahora en que todo parece digitalizarse. Más allá que lo virtual es también una herramienta, desde que esta herramienta mental se convirtió en la principal forma de relaciones, distribución y creación, el arte se ha servido de ella para crear.

El ejemplo más sencillo es la fotografía análoga que prácticamente ha desaparecido frente a la digital. El asunto es que la fotografía digital no es fotografía en el sentido que siempre vimos este arte. Como dice Baudrillard: “…Lo que distingue a la imagen analógica es que en ella se juega una forma de desaparición, de distancia, de detención del mundo. Esa nada en el centro de la imagen de la que hablaba Warhol. Mientras que, en lo digital, (…) ya no hay negativo, ya no hay algo ‘diferido’. Nada muere allí, nada desaparece”.

Si este razonamiento se aplica a las demás disciplinas artísticas, nos queda sólo las artes plásticas como las únicas que se escapan a los dictados del Internet y lo digital. Aunque Instagram también se está metiendo con eso.

La literatura podría salvarse, sin embargo, los dictados del mercado y de lo políticamente correcto son tan poderosos que los autores deben luchar contra estas limitantes todo el tiempo o adaptarse y pelear por un espacio en la pirámide de mercado literario. La danza y el teatro se han fusionado con la cámara y sus creaciones dependen tanto de ella como de la difusión de las obras a la distancia utilizando video y transmisión en vivo.

Y la música, nada como la música se ha desvanecido en su distribución original. ¿Cuándo hablamos de música, de verdad no estamos hablando de algo que ya no existe? ¿La manipulación digital de todas las grabaciones que se hacen no son una forma nueva de creación que todavía no terminamos de nombrar con comodidad? Es probable que cuando lo hagamos entonces la música seguirá desvaneciéndose poco a poco.

Más que una queja de señor que no se adapta al momento histórico, este análisis tiene que ver con la idea de que los formatos análogos eran objetos que existían como parte de la realidad. Se podían sostener entre las manos, guardarlos en casa y convertirlos en algo que ocupaba un espacio en el mundo. Eran reales como son los alimentos que comemos a diario. Ahora, a excepción de algunos aferrados, el disco y el libro como objetos reales dejaron de ser masivos. La música regresó a lo que fue por siglos: un arte que necesitaba la presencia de los músicos para existir en la realidad. Pero no hay forma de que volvamos a ese momento sin más. Un siglo de innovaciones tecnológicas también afectó a esta disciplina.

De pronto estamos ante una creación artística que requiere mucho más de la edición que antes. No estoy afirmando aquí que el concepto de edición no estuviera siempre presente en la música, sólo estoy diciendo que la música que hoy se crea tiene mucho más de edición que antes. La grabación digital ha permitido que incluso no sea necesaria la intervención de casi ningún instrumento musical más que un teclado y seguro que eso ya también se desvaneció mientras escribo esta columna.

Es tentador decir que Baudrillard se equivoca. El arte aquí sigue, lo experimentamos a diario y no ha desaparecido. Pero el filósofo francés deja claro que aquello que existió siempre deja un rastro cuando se va. Como la sonrisa del gato de Cheshire en Alicia en el país de las maravillas. O como el juicio de Dios, quien ha desaparecido desde hace tiempo, pero su severa mirada moral sigue encima de nosotros.

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