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Juego peligroso: una cosa es la demagogia interna, otra EEUU

Opinión / 6 julio, 2022

Por: Eugenia Rodríguez

Casi todos los indicadores objetivos del país señalan que vamos mal: seguridad, salud, educación, inversión privada, crecimiento económico, ciencia y tecnología, ecología, por citar los más importantes; pero el presidente López Obrador todas las mañanas monta una realidad alterna y, con una asombrosa capacidad de mentir, anuncia sonriente que todo va bien, muy bien, y no es que la mayoría se lo crea, sino que este año se repartirá cerca de medio billón de pesos en programas asistenciales, que se reparten puntualmente cada mes, en efectivo.

Estos y otros recursos populistas hacen que la imagen presidencial esté por encima del 60% de aprobación y probablemente lo siga estando, pues Morena ha ganado 4 de 6 gubernaturas en disputa el pasado 5 de junio, en lo que es un movimiento político que está en la cresta de la ola, antes de romper y tener que pagar los costos de un gobierno que no camina, aunque goce de una buena imagen entre la mayoría.

Hasta aquí, mediados de 2022, las cosas han sido un éxito en términos políticos, sin importar los errores que se cometan, pero también en junio López Obrador ha cruzado una línea roja que tiene un efecto fuera del ámbito nacional, del juego político interno donde pueden hacer casi cualquier cosa sin enfrentar las consecuencias.

Ahora ha desafiado al presidente norteamericano Joe Biden, para defender a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, a las cuales no sólo debería defender sino condenar si su caudillismo no lo hubiera rebasado y pensara, equivocadamente, que puede ir en defensa de dictaduras latinoamericanas que se están cayendo a pedazos y han destrozado a sus países.

Sería excelente tener un gobernante de izquierda, que se asumiera como tal, pero dentro de un concepto moderno, democrático y responsable, como existen varios mandatarios europeos en esta línea política, pero Cuba, Venezuela y Nicaragua son indefendibles, no por izquierdistas sino porque son dictaduras violentas, represoras de los derechos humanos y, además, son un desastre económicamente, que tienen a sus pueblos en el hambre, literalmente, y están expulsando cada vez más migrantes con destino a México, como paso hacia los Estados Unidos, de los cuales miles están llegando a la frontera de Coahuila, huyendo de las dictaduras.

Joe Biden está bajo mucha presión y López Obrador cree que puede aprovechar toda esa presión para aumentarle un poco más, saboteando la Cumbre de las Américas, un encuentro de naciones donde los que tienen que ganar son los países latinoamericanos, en especial México, pero para Estados Unidos es muy relativo lo que pase en el evento.

La gran presión sobre Joe Biden es el problema migratorio, que está siendo utilizado electoralmente por los republicanos para mover al Estados Unidos profundo, esto es al anglosajón, racista, regionalista y de derechas, para regresar a la Casa Blanca, y López Obrador absurdamente está contribuyendo a ello.

Con o sin cumbre, Joe Biden va a presionar a López Obrador para contener la migración, por las buenas o por las malas, y después de los desplantes de AMLO puede dejar a un lado las sutilezas, como ya lo hizo Donald Trump.

Digamos que el gobierno de Joe Biden ha sido paciente, porque pragmáticamente así conviene a los intereses de los Estados Unidos y del actual gobierno demócrata, pero esto no implica que la potencia económica y política mundial no tenga los recursos para alinear al gobierno mexicano, en los términos que lo disponga.

Por dar sólo un ejemplo, la estabilidad social de México no depende de los programas gubernamentales ni de los 12 programas estrella de López Obrador, que se gastan anualmente medio billón de pesos del presupuesto para entregar dinero en efectivo y cosecharlo políticamente. La estabilidad depende de los casi 2 billones de pesos (52,594 millones de dólares) que le entran anualmente a México procedentes de las remesas que envían los paisanos desde Estados Unidos. Un simple apretón a ese flujo y estaríamos en serios problemas, y eso es muy, muy fácil de hacer.

AMLO cree, en su mundo imaginario, que puede ponerse a pelear con algunos políticos estadunidenses, o que habla en nombre de la América Latina, cuando somos una de las zonas políticamente más desintegradas del mundo, donde cada quien va por donde entiende y cumple fielmente con aquella terrible frase de Truman: “por América Latina no se preocupen, que no va sola a ninguna parte”.

Movido mucho más por ego que por una estrategia política inteligente, López Obrador parece aspirar a ser el caudillo del sur del continente, y los dictadores, especialmente Cuba, que tiene una experiencia casi similar a la edad misma de AMLO, lo están utilizando, como también lo está utilizando Bolivia y, por supuesto, Guatemala, Honduras y el Salvador.

Los países centroamericanos no fueron a la cumbre porque no les conviene, pues tendrían que firmar compromisos que los obligaría a hacer algo para contener la expulsión de migrantes, pero como no pueden o no quieren hace nada, evitan el comprometerse y ponen por delante a México, que va a quedar, en términos pragmáticos, prensado entre el norte y el sur: el norte simplemente cierra su frontera, porque tiene la capacidad de hacerlo, y el sur sigue mandando migrantes a México que quieren llegar al norte y, para ello, México sólo es territorio de tránsito.

México compra así el problema migratorio y se mete en problemas, pues ahora ha hecho compromisos de dar hasta 20 mil empleos anuales, cuando el Estado no tiene la capacidad de generar empleo por sí mismo, como no sea gastando más dinero público, pero este ya se acabó, así que quedarán mal.

Joe Biden ha quedado agraviado y, ya en reunión privada con AMLO, va a jugar los intereses que convengan a su presidencia y a los demócratas en los próximos procesos electorales, ya sea que estos le gusten o no a México.

El problema es que Coahuila, como estado fronterizo del norte, anda ahí de por medio y puede sufrir parte de las consecuencias de los sueños tropicales del “caudillo del sur”.

Como dicen, y dicen bien, algunos cronistas deportivos de box: “una cosa es llamar al león y otra muy distinta es verlo venir”.

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Redacción




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