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No quiero los gustos musicales de TikTok

Cultura / Cultura Principal / 9 mayo, 2022

Por: Daniel Herrera

Escritor y músico lagunero
twitter: @puratolvanera

Después de cinco sencillos y un Tiny Desk Concert, las chicas de Wet Leg por fin se animaron a publicar un disco. Un álbum que tiene 12 canciones, de las cuales ya conocíamos tres desde el 2021 y las dos restantes en este año. ¿Wet Leg es un grupo revelación que cambiará el destino de la música? Lo dudo muchísimo. En realidad, crean una música pop, con cierta influencia del rock, bastante superficial y descafeinada. Sigo sin comprender la obsesión de muchos, pero, sobre todo, sigo sin entender cómo fue que una banda sin un álbum terminó grabando conciertos aquí y allá. ¿Por qué ahora se lanzan sencillos tras sencillos antes de demostrar el valor musical de una propuesta con un disco o por lo menos un E.P.? Es probable que me falten elementos y conocer a fondo la comercialización de la música desde la perspectiva de los managers y los compositores y los músicos y los empresarios, pero tengo una opinión muy clara desde el punto de vista de quien consume música. Y no cualquier tipo de música, no la que suena en todos lados. Lo de Wet Leg es apenas la punta del iceberg y toda esta forma de vender música me pone en guardia. Tengo una fuerte desconfianza de las grandes empresas de streaming que se embolsan el dinero y poco dejan a los artistas.

Las críticas que hago a la comercialización actual de la música siempre me colocan como un señor que ya debe sentarse. Pero mis dardos no van dirigidos a quienes buscan difundir su arte a la mayor cantidad de personas y que no reciben el apoyo de gigantescos conglomerados o de plataformas populares. Mi respeto absoluto a quienes trabajan todos los días en una lucha constante por abrirse paso entre el lodo que avientan las grandes empresas hacia aquello que no representa las ventas masivas. Y comprendo que las herramientas para lograr estos alcances son los mismos que utilizan los poderosos corporativos. No hay de otra, aunque existen otras maneras; eventualmente los artistas independientes deberán subirse al barco en donde capitanean Spotify o Apple.

Mi problema va en esta dirección: ¿hasta dónde estas mismas plataformas nos han obligado a consumir música de cierta forma, justo la que ellos desean?

No estoy afirmando aquí que antes no sucedía lo mismo. El mercado de la música siempre nos ha indicado cuál es la manera en que debemos escuchar lo que nos gusta. El asunto es que siempre existían formas de escapar de sus estructuras, pero, sobre todo, los artistas mismos solían buscar maneras de esquivar o destruir esas estructuras. Desde el bebop hasta Miles Davis, desde el punk hasta el hiphop, desde el hardcore hasta el metal. Los músicos siempre hallaban una manera de desmarcarse de la industria, de introducir el gusano que masticaba la manzana, de rebelarse y crear arte antes que entretenimiento.

Desde la llegada del streaming y las plataformas, no hay muchas formas de evadir la estructura. Algunos cuantos artistas, contados con los dedos, se han negado a ceñirse al mercado como lo establece Spotify. Las formas de rebeldía son muy cortas, se limitan a no difundir un álbum por streaming antes de que aparezca en físico o de plano no permitir que las plataformas puedan distribuir la discografía completa. El resto de los mortales saben que no existen si no están ahí. No sólo eso, sino que además deben seguir las estructuras de comercialización.

Éstas son: presenta un sencillo, luego otro, luego otro, luego otro y espera, con toda tu fe, que TikTok lo convierta en una canción exitosa. El asunto es que la viralización no siempre sucede por la calidad de la música o por una elección democrática. Tanto las plataformas como las redes similares a TikTok se mueven en una lógica de mercado en donde se impulsa a ciertas canciones y ciertos artistas y a otros se les ignora por completo. Ya no estamos en la popularidad por calidad sino por la segmentación musical. ¿Cuáles serán los segundos más famosos de una canción? ¿Cómo un coro llegará a la fama? ¿Cuántas canciones deberá crear un grupo para que la empresa de videos cortos piense que 10 segundos de una canción es material para popularizarse?

Antes se creaban tres o cuatro sencillos que se incluían en un disco. Ahora se hacen tres o cuatro sencillos para viralizar diez segundos de alguno de ellos. De pronto, los grupos y los solistas parecieran depender de que alguien invente un baile dentro de un video corto. ¿Es esta la forma que queremos que tome la música? Porque es ingenuo pensar que en TikTok reina la palabra popular. Esta plataforma, como todas, es dirigida por una empresa con un grupo de personas que deciden qué funcionará y qué no. Por eso me parece no sólo desagradable, sino siniestro. El internet y sus redes, que parecían que iban a darnos una mayor diversidad y formas de vida más democráticas, se han estacionado en un loop comercial que nos lleva por los mismos caminos a todos. Algunos, por supuesto, intentamos salir de ahí, cruzar por la maleza en lugar de los senderos. Encontrar música que no esté creada para TikTok se convierte en una actividad constante. Sobre todo, si uno no desea quedarse anclado en el pasado y aspira a no ser un viejito rancio que sólo quiere escuchar lo que oía 20 o 30 años atrás. Esta constante búsqueda me llena de cierto orgullo. Si quiero incidir en lo que sucede en el presente no puedo estacionarme en la calle del grunge noventero, pero, por otro lado, qué complicado se vuelve desembarazarse de lo que te quieren embutir por el cogote a diario. Es una lucha que perderé, por supuesto, pero tampoco me daré por vencido frente a Spotify, Instagram y TikTok. Al final, seguiré levantando mi puño contra los gigantes que no voltean al suelo, pero esto es así, estoy en una cruzada personal aunque fracase. Seguiré gritando desde mi pequeño patio. Ustedes, ¿qué harán para que TikTok no les diga qué música deben escuchar?

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