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En La Laguna; la fiesta por los 40 años de Apache

Cultura / Cultura Principal / 5 abril, 2022

Por: Daniel Herrera

Escritor y músico lagunero
twitter: @puratolvanera

Si el señor Arturo Ortiz te invita personalmente al concierto de aniversario por los 40 años de Tropicalísimo Apache, uno deja lo que sea que esté haciendo y acepta agradecido la invitación.

¿Tenía algún plan para el sábado 12 de marzo? No importaba, ya podía ir cancelándolo porque en mis manos estaba una cita con la mejor agrupación que ha dado esta tierra para el mundo. Por otro lado, no tenía ningún plan, caray, que el señor Arturo me dio el mejor plan de ése y muchos otros fines de semana.

Así que puntual, muy puntual, vamos, llegué a barrer como a las ocho de la noche. No importaba, quería observar cómo se llenaba el Coliseo Centenario, enorme escenario que no pudo contener lo gigantesco que es Apache. Esa noche comprendí un poco mejor cómo es que un grupo que nació en un barrio bravo de Torreón ha podido llegar a tantos lugares y sobrevivir a todas las dificultades que sufren los artistas en este país. Estoy seguro que no fue sencillo y creo que sólo Arturo Ortiz puede explicarlo. Creo que es necesaria una investigación periodística o un libro sobre la vida de Apache. Yo diría que urge.

En fin, divago, estaba diciendo que quería observar cómo el Coliseo iba llenándose hasta los lugares más alejados. De ocho a diez de la noche el flujo de personas fue interminable. Pronto casi todo el lugar tenía sus butacas ocupadas. En los días siguientes, quienes no pudieron ir y supieron que estuve ahí, me expresaron con pesar que quisieron estar ahí. Estoy convencido que si el recinto fuera más grande también se habría llenado.

Después de una introducción rapidísima, la fiesta comenzó un poco después de las diez. El público, inquieto porque no querían esperar más, se deshizo en un grito eufórico cuando los músicos pisaron el escenario. La cumbia estaba servida y sólo era cuestión de comenzar el festín.

Duro a la baila atravesó el Coliseo como un relámpago que electrizó a todos los presentes. Quienes no se levantaron a bailar con esa canción o con Talento de televisión, lo terminaron haciendo con Mosaico extranjero. ¿Qué tiene el Mosaico que nunca falla? ¿Acaso esas palabras, “tenemos un mosaico que dice así”, son mágicas? ¿Será porque es una cumbia combinada con descarga? ¿Serán los puentes que permiten a los músicos demostrar su virtuosísimo? ¿Será la combinación de cumbia y salsa? Nunca lo he comprendido, pero esa noche la canción no decepcionó a nadie.

Para cuando Arturo Ortiz cantó Las palabras sólo quienes no tienen corazón y odian la vida estaban sentados sin siquiera moverse en su lugar. Porque vi personas en silla de ruedas bailando, ancianos que jamás se sentaron, gente moviéndose en minúsculos espacios, parejas apretaditas y amigos que cantaban y festejaban como si no hubiera mañana. Era una fiesta lagunera, porque ser lagunero y no amar a Apache es una contradicción ontológica.

La noche continuó con un gozoso desfile de los grandes éxitos del grupo. La intención estaba clara, ese sábado querían tocar todo lo que pudieran y todo lo que deseábamos. Porque me queda claro que Arturo Ortiz sabe lo que su público necesita. Así escuchamos Al corazón no se engaña, Ojitos mentirosos, Loco, Te gusta tequila, El paso del gusanito, Mete y saca, Volar y volar, Viento, En La Laguna, Cinco de té, La hierba se movía, Tumbala, El camionero, La burlona, Sorbito de champagne y El lagunero entre otras canciones.

Nada une a los laguneros tanto como el futbol y El lagunero. Me atrevería a decir que si esta canción la toca Apache, entonces se vuelve más importante que cualquier copa del Santos. Sí, parece que exagero, pero a las pruebas me remito.

Por lo menos así me pareció esa noche, cuando escuché al Coliseo completo temblar bajo el retumbar de miles de gargantas cantando: ae, ae, ae, aeae, ae, ea. No creo que en ese momento estuviéramos sólo viendo a Apache, pienso que justo ahí estábamos cantando para ellos y para nosotros, celebrando nuestra identidad, convirtiéndonos en aquello que siempre presumimos: una región amable y alegre que baila cumbia hasta el amanecer.

Siempre me ha hechizado la manera en que Arturo Ortiz dirige a su grupo. Lo hace con suavidad, casi delicadamente. En sus modos tranquilos puedo ver la experiencia de un músico que ha dedicado toda su vida a trabajar con personas. Es un líder que disfruta su trabajo y esto se ve reflejado en todos los músicos arriba del escenario.

El festejo también nos trajo un reconocimiento especial para Víctor Manuel Solís, legendario vocalista de la agrupación y quien disfrutó del concierto desde el backstage. También subió al escenario una espontánea niña para demostrar que la cumbia se lleva en el cuerpo desde el nacimiento.

Al final, nadie quería irse, pero la noche se enfriaba cada minuto rápidamente y Apache había brindado todo lo que tenía a su público más fiel. Es raro decir esto, pero Arturo Ortiz sí es profeta en su propia tierra y los laguneros se rindieron ante su palabra. Estoy seguro que esa noche todos los que fuimos testigos de esta fiesta pensamos que Tropicalísimo Apache nos debe durar otros 40 años y más.

¡Cumbia!

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