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China es una dictadura

Análisis Político y Social / Opinión / 4 enero, 2022

Por: Rodrigo Tejeda

China ha rebasado a Estados Unidos como la economía más grande del mundo y hoy ambas potencias enfrentan fuertes fricciones económicas, pues Estados Unidos sigue siendo la nación más poderosa militarmente y también la más rica en términos absolutos, si se toma en cuenta el capital estadunidense que opera en distintas naciones del mundo.

Lo que preocupa al mundo occidental desarrollado es que China tiene un crecimiento tan agresivo y sostenido que tan solo en una década sí será la gran potencia mundial y, lo que se cita con poca frecuencia, tiene un sistema político dictatorial.

Por un lado se habla con admiración del crecimiento económico del gigante asiático, pero su modelo de sociedad es preocupante si se le ve desde la óptica de las naciones democráticas de occidente.

Es un régimen que tiene controlada la internet, donde no hay libertad de prensa, libertad de reunión, derechos reproductivos e inclusivo tampoco existe libertad religiosa. Todo es controlado por el Estado, detrás del cual se encuentra el Comité Central del Partido Comunista.

En este régimen dictatorial es obligado que exista un problema grave de derechos humanos, pues la persona vive supeditada a la voluntad del Estado.

Pero China es también el país más poblado de la tierra, con mil 411 millones 780 mil habitantes (datos al 11 de mayo de 2021) y, de no haber aplicado una severa política del control de la natalidad, hoy tendría al menos dos mil millones de personas.

Para dar una idea de la magnitud de China, México tiene 131 millones 609 mil 69 habitantes en el último recuento de población. China es diez veces más grande en población que nuestro país.

La gran pregunta que se hacen todos los estadistas occidentales es ¿qué sucedería si China, con esa gigantesca población, tuviera un régimen político que se prestara a la inestabilidad cíclica o, lo que es peor, a los conflictos?

Es un escenario ciertamente muy inquietante y su vecino, India, que tiene una población de mil 380 millones de habitantes (el segundo país más poblado del planeta), es un pozo de pobreza y de problemas que comienzan en lo sanitario y se extienden a todos los ámbitos de la vida.

A raíz de haber abierto el régimen comunista a una “economía de mercado socialista”, que es una mescolanza sui generis entre el capitalismo salvaje y el control autoritario del Estado, pero que funciona como una maquinaria de producción impresionante, la parte sur de China ha venido, de modo sostenido, incrementando sus niveles de vida, pero conserva muy graves retrasos en la parte norte, aun con una reforma muy importante de extensión de parcelas ejidales y expansión de tierras de cultivo.

La mayor parte del mundo calla sobre la vida cotidiana de los chinos bajo un régimen dictatorial, en buena medida porque su sistema le permite controlar toda la información y los medios de comunicación, tanto los internos como los externos que tratan de ingresar.

La reciente pandemia del COVID-19 ha mostrado tanto el control férreo de la información como el control, también férreo, de la pandemia misma.

En China no son opcionales las medidas de control sanitario: simplemente las ordena el Estado y las acata obligatoriamente la población, lo que les ha permitido no parar su economía, ni sus actividades esenciales, pese a ser el país de origen del misterioso COVID-19, y digo misterioso, porque la misma dictadura china se encargó de borrar toda evidencia en torno al origen del virus.

PENSANDO A LARGO PLAZO Y EN GRANDE

De esta manera, mientras en Estados Unidos un sátrapa de ultraderecha y populista como Donald Trump se encargó, libremente, de dividir al país, de sabotear la lucha contra la pandemia de COVID-19, golpear al sistema de la democracia más vieja del mundo y polarizarlo todo, los chinos continuaron y continúan con sus planes de largo plazo.

Su presidente, Xi Jinping, sucesor del gran reformador de la economía Deng Xiaoping, llegó al poder en marzo de 2013 y tiene apenas 68 años de edad, lo que hace prever que se mantendrá en el poder al menos por los próximos diez años. Su control político, militar y económico es absoluto.

Desde otra óptica, Estados Unidos tiene 331 millones 420 habitantes (última medición), pero el ingreso promedio per cápita es de 63,543 dólares anuales, mientras que en China es de apenas 10,000 dólares anuales y, aunque el ingreso promedio per cápita es una medición que no refleja las desigualdades sociales reales, sí da una idea de los niveles de vida en ambas naciones.

Para las naciones ricas y productoras de materias primas a gran escala, el reto es que venderle a la enorme economía de China, no sólo en términos de producción e infraestructura, sino también en función de los mil 411 millones de pobladores que tiene.

De ahí tal vez la forma tan benevolente con que las democracias desarrolladas voltean hacia otro lado en relación a la condición de China como una dictadura, que no tiene la más mínima intensión de realizar cambios sustanciales a este sistema político, el cual mantiene a su sociedad al margen de todas las tendencias culturales e ideológicas de occidente y de otros países asiáticos.

Pero mientras China avanza de forma avasalladora en la economía internacional, México, con una frontera de 3 mil kilómetros con la potencia mundial, avanza a un ritmo mediocre, dando tumbos, incapaz de tener un sistema político que planee a mediano y largo plazo el desarrollo económico, fincado indispensablemente en el desarrollo educativo, científico y tecnológico.

Es penoso decirlo, pero desde el exterior nos vemos como un país de políticos mediocres y corruptos, pero la medida no sólo les viene a los políticos sino también a los empresarios y a los pocos líderes de la sociedad civil.

Un país con todo para ser una potencia, pero sumido en el subdesarrollo, donde un gobernante, por capricho personal, elimina la construcción de un nuevo aeropuerto de categoría internacional en la segunda ciudad más poblada del mundo, algo que debe causar hilaridad en los medios internacionales.

Un país cuyo principal producto de exportación más importante a su vecina potencia mundial son estupefacientes y mano de obra barata y de baja calificación.

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