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Remesas, salvando la estabilidad del país

Especiales / Especiales Principal / Slider / 3 octubre, 2021

Por: Álvaro González

En 2020 el ingreso por remesas a México ascendió a 40,600 millones de dólares y en el primer semestre de este año se alcanzó el récord de 23,618 millones de dólares, en lo que es el principal flujo de ingreso en el país para las comunidades rurales y los sectores de clase media baja y popular. Las remesas están contribuyendo de manera determinante a la estabilidad social del país.

Tomando como referencia un tipo de cambio promedio, en 2020 las remesas enviadas por migrantes residentes en Estados Unidos alcanzaron los 800 mil millones de pesos, que equivale casi a una sexta parte del presupuesto total de la federación.

Para hacer una referencia que puede ser más ilustrativa, el presupuesto de 2020 para todos los programas de asistencia social que está manejando el gobierno de Andrés Manuel López Obrador fue de apenas 282,941 millones de pesos.

Las remesas representarán este año casi tres veces más monto que todos los programas de asistencia social, pero con diferencias muy importantes: no requieren de un aparato burocrático costoso, no pueden ser sujetas a manipulación política o clientelar, como está sucediendo con varios de los programas sociales, y llegan en efectivo de manera directa a la parte beneficiaria.

El impacto económico y social de las remesas es determinante, es difícil calcular en términos sociales qué sucedería en el país sin este ingreso.

Algunas referencias más ayudan a dimensionar su importancia. El Estado de México, que es el más poblado del país con 16 millones 992 mil habitantes, tiene un presupuesto de egresos anual de 303 mil 120 millones de pesos, pero únicamente destina 24 mil 435 millones a inversión en obras públicas, lo que explica el retraso de infraestructura y servicios que vive este estado y el beneficio real que llega a las familias. El Estado como un monstruo improductivo que come impuestos y no devuelve casi nada.

Pemex, la principal empresa paraestatal, tuvo pérdidas en 2020 por 44 mil 336 millones de pesos y este año, que se supone de recuperación, ganó apenas en el último trimestre de 2021 la irrisoria cantidad de 14 mil 364 millones de pesos, pero su deuda es de 110 mil millones de dólares.

Penosamente, la proporción de las remesas enviadas por migrantes refleja el fracaso de la economía mexicana para generar los empleos que el país requiere, el fracaso de las políticas de desarrollo o la inexistencia de las mismas, los bajos salarios que se pagan en muchos sectores de la economía del país y, de una manera especial, el fracaso del modelo de desarrollo agropecuario que conocemos como el ejido.

Esta proporción de remesas se explica por el crecimiento incesante de la migración de mexicanos a Estados Unidos durante décadas, lo que tiene sus costos sociales para quienes tienen que dejar a sus familias y migrar en condiciones difíciles e inclusive peligrosas, pero además el tener que integrarse con grandes sacrificios a la sociedad estadunidense.

En un propósito demagógico, por primera vez en un informe presidencial, Andrés Manuel López Obrador se ufanó del récord en la recepción de remesas, como si el gobierno mexicano tuviera algo que ver con este fenómeno y, por el contrario, no representara el fracaso constante del impulso al desarrollo y el mal manejo de la economía, incluyendo lo que va de su sexenio.

Actualmente, en un cálculo aproximado, porque no existe un censo oficial debido a la indocumentación de gran parte de la población migrante, en EEUU la población de origen hispano suma 36 millones de habitantes, que representarían el 10.8% de la población total del país, pero la cantidad puede ser sensiblemente más alta y la mayoría de los hispanos son mexicanos.

Lo anterior significa que la diáspora mexicana hacia Estados Unidos ha sido enorme y representa un tercio del censo actual de toda la población mexicana, pero sigue en ascenso, pues la migración, que anteriormente provenía casi toda de sectores rurales y de clase media baja y popular de las ciudades, ahora se está presentando en la clase media, en buena medida por el fenómeno de la globalización, pero también por el bajo índice del crecimiento de la economía de México y la falta de oportunidades para obtener un empleo calificado y consecuentemente un sueldo alto.

SALARIOS MÍNIMOS Y SALARIOS EN DÓLARES

En los últimos tres años el actual gobierno ha realizado incrementos sustanciales al concepto de “salario mínimo” en México, hasta alcanzar 141.70 pesos en el interior del país y 213.37 pesos en la franja fronteriza del norte.

Esto tiene algunos beneficios, como un incremento muy modesto en los fondos de pensiones y jubilación, pero en el país no se emplea el “salario mínimo” como un referente por parte de las empresas e instituciones del mismo sector público para fijar los sueldos y salarios.

Y no se emplea porque es bajísimo aun para cubrir las necesidades más indispensables de una familia. En ciudades como Torreón, el pasaje del transporte público (camiones urbanos) cuesta 13 pesos por viaje, lo que le implica al trabajador 26 pesos diarios si únicamente hace un viaje sencillo de ida y vuelta a su trabajo.

Si se le pone en consumo de comestibles, el “salario mínimo” es absurdo. Un kilogramo de tortillas vale 22 pesos; un litro de leche 18; un kilogramo de carne de pollo 48 pesos. Las carnes rojas, aun las de mayor consumo, son ya un “lujo”, por ejemplo el kilogramo de chamberete sin hueso cuesta 164 pesos; el kilogramo de costilla de cerdo, 139 pesos y la carne de res para deshebrar, 162 pesos (precios publicados por Walmart).

Un “salario mínimo” no alcanza ni para comprar un kilogramo de carne de la más barata.

Si se convierte a dólares, el salario mínimo de 141.70 pesos a un cambio promedio de 19.50 pesos por cada dólar, son apenas 7.26 dólares, que no es ni el salario mínimo por hora que se paga en Estados Unidos.

Un salario de una persona de bajo ingreso en el país vecino está hoy alrededor de 550 a 600 dólares semanales; 2,200 a 2,400 dólares mensuales: 46 mil 800 pesos mensuales, casi la mitad de lo que oficialmente gana el propio presidente de la república, lo que es una desproporción desmesurada, abismal.

A esto hay que sumar el índice de inflación en México, que está ya sobre el 6% acumulado, pero la inflación se calcula por medio de lo que se conoce como Índice Nacional de Precios al Consumidor, una selección de determinados artículos de consumo intensivo, pero la inflación oficial no coincide con la inflación real; el incremento de todos los bienes es siempre más elevado y desde el año pasado se percibe un incremento notorio de los precios en una gran cantidad de productos y servicios.

EL COSTO SOCIAL Y FAMILIAR

El gran problema de las remesas es que no pueden verse simplemente como un fenómeno económico que beneficia al país y de manera especial a los sectores menos favorecidos, sino como parte de un fenómeno mucho más complejo.

Detrás de las remesas está el fenómeno migratorio, de cerca de 30 millones de mexicanos que han decidido abandonar el país de manera temporal o definitiva; solos o en compañía de sus familias, para radicar en los EEUU, el país más rico del mundo.

Lo más frecuente es que el padre de familia o algunos de los hijos varones se aventuren solos en busca del “sueño americano”, dejando sus familias en México, lo que tiene como consecuencia la existencia de millones de hogares donde la figura del padre se vuelve ausente y la familia queda en manos de la madre.

En otro porcentaje, cada vez más alto, primero emigra el padre o algún miembro adulto de la familia y va atrayendo al resto de los integrantes, hasta trasladar a la mayoría de la familia directa, pero esto se hace de manera ilegal, de acuerdo a las leyes de migración norteamericanas, por lo que se vive en Estados Unidos en una condición muy precaria.

Esto coloca al migrante en marginalidad, al tener el acceso a un trabajo y a una vivienda muy modesta, inclusive a un vehículo, pero en condiciones de informalidad y sin ninguno de los derechos de la ciudadanía, en consecuencia sin acceso a muchos de los servicios públicos y de las prestaciones sociales.

No hay acceso a la seguridad social, hay problemas para recibir atención médica, si no son ciudadanos, no pueden votar, y si cometen alguna falta menor, pueden ser duramente criminalizados e inclusive deportados.

El índice de ascenso social para los migrantes indocumentados es muy bajo. Tienen que pasar muchos años y tener hijos en territorio norteamericano para iniciar larguísimos procesos que les permiten obtener la residencia y posteriormente la ciudadanía.

Son procesos muy difíciles de integración a la sociedad estadunidense, que muchas veces no se logra y, por citar sólo un rasgo, se forman comunidades urbanas completas de mexicanos migrantes, en ciudades como Los Ángeles, y que, aunque tienen un ingreso económico mucho más alto que en México, enfrentan problemas como el bajo índice de escolaridad, el grave problema de las drogas y las pandillas, la marginación política y el asedio del racismo, que ha tomado un nuevo impulso a partir del gobierno de Donald Trump.

Ciertamente un aprendiz en el sector de la construcción gana 15.72 dólares la hora; un trabajador con una experiencia de cuatro años 19.24 dólares la hora y un trabajador experimentado hasta 28 dólares por hora, de acuerdo a las últimas estimaciones de PayScale, pero hay que pagar un costo de vida que muchas veces es muy alto.

Presumir el récord de las remesas implicaría también reconocer el fracaso de la economía mexicana y la aparición del fenómeno de la migración, que muchas veces es una tragedia humana.

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