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La clase media: abandonada a su suerte

Especiales / Especiales Principal / Slider / 3 octubre, 2021

Por: Gerardo Lozano

“Hay un sector de la clase media que siempre ha sido así, muy individualista, que le da la espalda al prójimo, aspiracionista, que lo que quiere es ser como los de arriba y encaramarse lo más que se pueda sin escrúpulos morales de ninguna índole. Son partidarios de que el que no transa no avanza. Es increíble cómo apoyan a gobiernos corruptos, increíble. Yo lo atribuyo a que son muy susceptibles a la manipulación. […] Apuestan a que nos vaya mal; nada más que hasta ahora, afortunadamente, no han podido, porque el pueblo es mucha pieza y sabe muy bien lo que le conviene.” (AMLO, 14 de junio de 2021)

En las elecciones del pasado 6 de junio de 2021, el partido en el poder, Morena, perdió 9 de las 16 alcaldías que conforman la Ciudad de México y esto desató la furia de Andrés Manuel López Obrador contra un nuevo enemigo de su “cuarta transformación”: la clase media, compuesta por el 42 por ciento de toda la población del país, a la que calificó de “aspiracionista, sin escrúpulos morales de ninguna índole, partidarios del que no tranza no avanza “, entre otros agresivos insultos.

Pero no se limitó a un acto de cólera o desahogo de un día, sino que en varias ocasiones siguió externando lo que, en una apreciación ideologizada y probablemente en un cálculo político, es su visión de la clase media del país, el segundo sector más amplio que ha logrado salir de la pobreza gracias a su esfuerzo de décadas, inspirado, por supuesto, en un espíritu de aspiración por una vida mejor.

Los adjetivos presidenciales cayeron en cascada, pero también como una lápida sobre millones de mexicanos que, en 2018, votaron por AMLO esperanzados en un cambio de rumbo para el país.

De acuerdo a las mediciones de la empresa Parametría, en la elección de 2018 un 60 por ciento de los votantes con estudios universitarios e ingresos superiores a los 15 mil pesos mensuales apoyaron en las urnas a López Obrador, en tanto que sólo un 20% lo hizo por el PAN y apenas un 8% por el PRI.

En las elecciones del pasado 6 de junio una gran parte de esos clasemedieros cambió su voto, en desacuerdo con el desempeño del actual gobierno, que no cumplió con sus expectativas, tanto económicas como políticas y sociales, además de ideológicas.

Esto se sintió de manera más contundente en la capital del país, posiblemente por la convivencia más estrecha que se tiene con el poder central, pero es un fenómeno que se presentó a nivel nacional, el cual no fue debidamente registrado por la mayoría de los medios de comunicación.

En lo que parece el error político más importante de López Obrador, llegó inclusive a la acusación sobre las clases medias de permitir el fascismo de Adolfo Hitler, el apoyo al golpe de estado en Chile de Augusto Pinochet y el respaldo al asesinato de Francisco I. Madero.

Posteriormente y tal vez aconsejado por algunos de sus asesores más moderados, dio paso atrás y busco suavizar sus afirmaciones, declarando que se deseaba abatir la pobreza y crear una clase media “más humanista, fraterna y solidaria”, pero finalmente el agravio se quedó ahí y ya se verá si pasa a ser parte de la memoria colectiva.

Los analistas tienen puntos de vistas muy coincidentes, en el sentido de que López Obrador está manejando “una peligrosa romantización de la pobreza”, convirtiendo lo que parecía una posición táctica (“primero los pobres”, lema de campaña en 2018) en una posición ideológica, con lo cual puede estar mandando el mensaje de que buscara sacar adelante su proyecto a mediano y largo plazo con otros actores políticos, como el ejército o un acercamiento con los grandes empresarios, lo que es muy riesgoso para el país.

Para el director de SIMO Consulting, Braulio Roche Rodríguez, la interpretación de la postura presidencial en relación a la clase media es muy similar, al exponer que representa un repliegue ideológico, con una “lógica simbólica de romantización de la pobreza como sinónimo de virtud”.

A mitad de su periodo de gobierno, López Obrador ha incrementado su autoritarismo y la ideologización de sus políticas de gobierno, volviéndose intolerante con cualquier formación, movimiento o inclusive personas que son opuestas y se muestran críticas de su desempeño, pero nunca había ido verbalmente en contra de las clases medias.

La ideologización lleva a una pérdida gradual del sentido de realidad, creando una “realidad” alterna en la cual “el pueblo”, como denomina a los sectores más pobres de la población, es también una figura ideal, romántica, en tanto le es fiel y es más dócil para su manejo político-electoral.

LA REALIDAD DEL PAÍS

De acuerdo a las últimas cifras del INEGI, anteriores a la pandemia de Covid-19, la clase media en México representa el 42.4% de la población, mientras el 59.1% es pobre o extremadamente pobre, en tanto que los ricos o clase alta suman apenas el 1.7% de la población total del país.

Se considera que para formar parte de la clase media, ya sea clase media baja, media o alta se debe tener un ingreso que fluctúe entre los 7,740 pesos de ingreso mensual a los 41,610 pesos, libres de impuestos.

El Laboratorio de Equidad Para América Latina y el Caribe del Banco Mundial especifica que “la clase media son hogares que tienen baja probabilidad de caer en la pobreza, pero no son ricos”.

La pandemia de Covid-19 mostró que muchos hogares de clase media sí pueden caer en pobreza y esto sucedió en 2020 y lo que va de 2021, en donde un estimado de 3.8 millones de personas en México cayó en la pobreza, de acuerdo al último estudio del CONEVAL, lo que significa que casi el 10% de la clase media pasó a condiciones de pobreza, modificando las cifras que se tenían en 2018.

Se estima que el porcentaje de población en pobreza pasó al menos a un 62.5%, lo que hizo aún más brutal la desigualdad en la distribución de la riqueza nacional.

En un estudio reciente realizado por el investigador del ITAM, Miguel del Castillo, para la CEPAL, el 1% de los mexicanos más ricos posee el 28.8% de toda la riqueza nacional, pero el 10% de la población más rica del país acumula el 64.4% de la riqueza; dos tercios de la misma.

En su estimación de la clase media mexicana, la OCDE, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, estimaba en un 45% el porcentaje de este sector de la población, pero acentuaba la enorme desigualdad en la distribución de la riqueza del país.

Si la población en pobreza está en total desacuerdo con la acumulación de la riqueza, la clase media tiene una percepción similar, pero posee recursos distintos, como estudios universitarios y, principalmente, un espíritu aspiracionista y de emprendimiento.

De la clase media dependen casi todas las micro y pequeñas empresas del país, de las cuales se estima que se perdieron alrededor de un millón de ellas como consecuencia de la pandemia del Covid-19, al no existir ningún programa gubernamental de apoyo y estímulos económicos, fiscales y de ayuda en general, cuando esto sí se dio en la mayoría de los países desarrollados del mundo e inclusive en algunos con una economía más chica que la mexicana.

La drástica caída de la economía llevó a muchos empleados y profesionistas libres al desempleo o a la disminución drástica de sus ingresos, y todos ellos forman parte de la clase media.

El deterioro de los servicios públicos de salud y de educación, que se han evidenciado en toda su dimensión a raíz de la pandemia, van directamente contra los ingresos de las familias de clase media, que ordinariamente pagan su atención médica a través de la consulta particular y de los servicios privados de hospitalización, los que han tenido incrementos enormes.

Con o sin pandemia una gran parte de la clase media paga colegiaturas en colegios privados, debido a un sistema de educación pública cada vez más deficiente. Al disminuir los ingresos, este gasto, que es considerado primordial, se vuelve más difícil de cubrir.

Aspectos como la deficiencia del transporte público en las ciudades, que hace necesaria la adquisición de al menos un automóvil, son otro factor de gasto para la clase media, lo mismo que el encarecimiento de las tarifas eléctricas, al tener un consumo más alto de energía.

Andrés Manuel López Obrador ha centrado el gasto público en ciertas obras de infraestructura, ninguna de las cuales tiene un efecto de impulso a la economía y de generación de riqueza, pero aún así el gasto en infraestructura es muy pobre, debido a un manejo deficiente de las políticas económicas y en ausencia de un plan integral de desarrollo para el país.

Aunque se promueve machaconamente todos los días, el gasto social en México es de apenas un 7.7% de los recursos públicos disponibles por el Estado, el cual es considerado como el gasto más bajo entre todos los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE.

La suma de todos los programas asistenciales estrella del gobierno de AMLO representó en 2020 apenas la cantidad de 282 mil 941 millones de pesos, cuando el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2020 fue de 6 billones 70 mil 416 millones de pesos, lo que no llega ni tan siquiera al 5%.

Además de ser menos del 5%, la mayor parte de ese gasto está orientado en el asistencialismo clientelar, lo que no le resta el mérito de ser una distribución de ingresos para los sectores más pobres de la población, que mejora el ingreso y fomenta el consumo, estimulando algunos sectores de la economía, pero es muy poco.

El problema más delicado es que este gobierno no tiene una política de fomento al desarrollo económico y, específicamente, no tiene gente competente que entienda cómo fomentar el desarrollo de la empresa privada.

Fotografía fechada el 05 de diciembre de 2021 de la secretaria mexicana de Economía, Tatiana Clouthier. EFE/Francisco Guasco/Archivo

La secretaria de Economía, Tatiana Clouthier Carrillo, estudió lengua inglesa y administración pública, es traductora del idioma inglés y fue activista política, pero aunque es hija de un empresario destacado ella nunca ha sido empresaria y no está calificada para el cargo. En resumen, sabe demasiado poco de micro y macroeconomía, sólo por dar un ejemplo de un cargo tan estratégico.

El llamado Banco del Bienestar, del cual se construirán 2,500 sucursales, asignadas al ejército inexplicablemente, no están pensado como una red bancaria para el fomento del desarrollo, sino más bien para el pago de los programas asistenciales del propio gobierno, lo que lo hace, bajo ese esquema, innecesario.

En general éste es un gobierno con un conocimiento muy pobre de cómo es que funciona la economía real del país y cuáles son sus fortalezas y debilidades.

Aferrado a un modelo económico completamente obsoleto, por el cual se busca recuperar la rectoría económica del Estado (se utiliza eufemísticamente en término “la nación” para referirse al Estado) y restablecer el monopolio energético gubernamental, yendo inclusive en contra de las nuevas tendencias tecnológicas y ecológicas, López Obrador ha desalentado, desde el inicio de su gobierno, la inversión privada.

Sin la inversión privada, nacional y extranjera, que representa el 87% de la inversión total en una economía como la de México, el crecimiento se paralizara al corto, mediano y largo plazo.

Si el gran capital no invierte, esto repercute directamente en la micro y pequeña empresa y en consecuencia en la generación de clase media, tanto por la no generación de empleos calificados como por la falta de oportunidades de emprender pequeños negocios de servicios, principalmente.

Después de un año de haber sido firmado el TMEC, el gobierno de México está incumpliendo algunos acuerdos, pero además está implementando políticas y medidas de restricción que van en contra del tratado, lo que ha motivado ya que inicien las presiones por parte de los organismos empresariales de Estados Unidos.

La Alianza para el Control del Comercio (AFTE, por sus siglas en inglés) ha pedido a la vicepresidenta, Kamala Harris, y directamente al presidente Joe Biden, que intervengan para detener políticas de restricciones de inversiones en áreas como la energética, los derechos de patentes en biotecnología y el comercio de alimentos, entre otras.

Pero lejos de prestar atención a estas quejas que pueden escalar hasta generar un problema mucho mayor, López Obrador está empeñado en “recuperar el patrimonio nacional de los mexicanos y evitar el saqueo”, lo que es un discurso fuera de la realidad económica internacional y obedece a una ideología del priismo de los años setentas del siglo pasado, al cual él pertenece.

Para Coahuila, como para muchos de los estados más prósperos del país, el TMEC es un motor económico ya esencial, sin el cual se estaría en graves problemas.

Pretender un bienestar sin impulsar el crecimiento económico sostenido, la modernización de la economía y el incremento de los ingresos públicos es una fantasía, y sin embargo es el camino que está adoptando “la cuarta transformación”.

Ante este escenario las consecuencias serán, como ya está sucediendo, el incremento real de la población en condiciones de pobreza, el debilitamiento de la clase media y la fuga de capitales hacia otras economías.

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