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La Matanza de chinos en Torreón: pasaje negro de la historia regional

Especiales / 30 agosto, 2021

(Segunda mitad)

Por: Sergio Luis Rosas.

A 110 años de haberse registrado la matanza de 303 chinos en la ciudad de Torreón durante la toma de las fuerzas revolucionarias maderistas, sigue siendo tema de discusión quiénes realizaron este genocidio, qué motivos hubo y que pasó en los años siguientes con la comunidad china en La Laguna.

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La aparición del Covid-19, apodado el “virus chino’’, ha aumentado la xenofobia y el racismo contra los asiáticos y descendientes de ellos. En algunos casos líderes gubernamentales y altos funcionarios han alentado directa o indirectamente los crímenes de odio o las muestras de racismo y xenofobia mediante una retórica antichina, una vez que el país asiático se fortalece como importante potencia mundial.

Existe el antecedente de que los chinos, desde su llegada a Nacozari, Sonora, a fines del Siglo XIX, fueron recibidos con hostilidad, debido al estereotipo generado a su alrededor. La violencia y las medidas legales implementadas en su contra tuvieron como causas diferencias culturales, económicas y un nacionalismo excluyente.

La expulsión de chinos en Sonora se dio en un contexto histórico de gran agitación pos revolucionaria. Entre las restricciones que sufrieron sobresale la prohibición para vender comestibles y la entrada a restaurantes y museos. Además, no se permitían los matrimonios entre mexicanos y chinos.

En el caso de la matanza de Torreón, registrada los días 13, 14 y 15 de mayo de 1911, las investigaciones históricas se han enfocado a este acontecimiento y lo han considerado como un hecho “espontáneo’’, fruto de una “turba iracunda’’ sin conciencia de sus actos por el “mismo calor de la batalla’’.

Sin embargo, no deben olvidarse los discursos xenófobos que se pronunciaron el 5 de mayo de 1911 por parte de los maderistas que ocupaban Gómez Palacio, durante el festejo del aniversario de la Batalla de Puebla. Entre los oradores figura el albañil Jesús Flores, quien se manifestó en contra del grave perjuicio que según él había ocasionado al país la inmigración china.

“Jesús Flores acusó a los chinos de privar de empleos a los hijos del país, incluso a las mujeres, y como una de las metas de la Revolución Mexicana propuso que se prohibiera del todo este tipo de inmigración’’, según consigna el investigador Juan M. Puig Llano en su libro titulado “Entre el río Perla y el Nazas. La China decimonónica y sus braceros inmigrantes, la colonia China de Torreón y la matanza de 1911’’.

A pesar de sus declaraciones, Jesús Flores no llamó a la gente el día 15 de mayo a matar a los chinos. Las autoridades señalaron como instigador de la matanza a Jesús María Grajeda, quien fue encarcelado ese mismo día.

TRES DÍAS DE COMBATE

El Dr. Manuel Terán Lira, coautor de la Nueva Historia de Torreón, en el capítulo titulado Torreón en la Revolución Mexicana, al referirse a los “Tres días de combates’’ registrados durante la toma maderista de 1911 consigna: “Los alrededores de Torreón se hallaban ocupados por cientos de maderistas; el Ejército Federal estaba concentrado en el centro de la ciudad, en el crucero de la Alianza. Por el Oriente ya amenazaban las fuerzas maderistas de Benjamín Argumedo y de Sixto Ugalde, quienes rondaban por el Pajonal -donde ahora están el Estadio de la Revolución y el Bosque Venustiano Carranza- y por las hortalizas de los chinos, que iban desde ese lugar hasta los rumbos de San Isidro. En Torreón vivían unos mil quinientos chinos, la mayoría en las hortalizas’’.

Continúa: “La noche del 14 de mayo de 1911, el jefe federal de la División del Nazas y comandante militar de Torreón, Gral. Emilio Lojero, citó a su Estado Mayor y a los altos jefes para informarles que como era inútil seguir defendiendo la plaza, había tomado la resolución de abandonarla a las cuatro de la mañana en punto. Para dejarla, lo principal era proteger la retirada con un dispositivo que cubriera la línea del Río Nazas y el flanco del Oriente, donde estaban las fuerzas más numerosas’’.

Consigna Terán Lira que, de acuerdo al parte girado a la Secretaría de Guerra y Marina, el ex coronel Carlos González Montes de Oca propuso y se ofreció a llevarles armas y parque a los chinos de las hortalizas para que cubrieran la retirada de los federales. Varias carretas custodiadas por un escuadrón de caballería salieron acompañadas de los miembros de la Defensa Social para llevar el material de guerra a los chinos, a quienes se les entregó con la advertencia de que las armas eran exclusivamente para que se defendieran, ya que había la amenaza de que los alzados los atacaran.

Don Eduardo Guerra consignó al respecto en su Historia de Torreón lo siguiente: “Bajo la versión, tal vez cierta, de que algunos chinos habían hecho fuego sobre las fuerzas revolucionarias, se inició la matanza de chinos. Gran número de ellos buscaron refugio en el edificio del Banco Chino, ubicado en calle Antonio Valdés Carrillo y avenida Juárez, en donde se registró lo principal de la matanza. En total el número de chinos muertos fue de 303’’.

EL TESTIMONIO DE ESPIRIDIÓN SIFUENTES

El novelista Francisco L. Urquizo dio voz al soldado Espiridión Sifuentes para que narre la Matanza de chinos en Torreón: “Vieran nomás cuántas atrocidades han hecho aquellas gentes, allá en Torreón. Hay un saqueo allí, que da gusto: pianos en las calles, camas de latón, piezas de manta, pares de zapatos, chalinas… No ha quedado una tienda en buenas condiciones, ¡y tan buen comercio que había! Ya no queda nada; bueno sí: quedan los armazones. ¡Buenos para la rateada! Quién lo iba a pensar.

“Y no nomás es eso -añadió-; han hecho una matazón que da horror. Los pobres chinos son los que han pagado el plato. Tienen la creencia que todos ellos, los que tenían hortalizas en las afueras, estaban armados para defender el pueblo, y con ese cuento se pusieron a matar a los pobres chales. Los sacaban, arrastrando de las trenzas, de sus hortalizas o de sus lavanderías y en la mitad de la calle los mataban a tiros y puñaladas.

“¿Se acuerdan del Banco Chino?  Tiene tres pisos, pues cuando los pobres que estaban allí dentro se dieron cuenta de la furia de los maderistas, se escondieron a toda prisa en el último piso, y hasta allá subió a buscarlos una turba de desalmados; los agarraron de los cabellos y los aventaron por las ventanas hasta el suelo de la calle. Hay ahorita en Torreón más chinos muertos que soldados federales’’.

Con tristeza el soldado concluye: “En mi vida hubiera yo podido pensar en tanto horror. Algunos corrían desesperados por las calles, tratando de escapar y gritando en su idioma, quien sabe qué cosas raras; detrás de ellos, todo el peladaje, eso sí, muy llenos de escapularios y de santos, los doblaban a tiros. Dicen que los españoles están muy temerosos, con miedo de que les pueda pasar una cosa igual’’.

¿XENOFOBIA O RESENTIMIENTO SOCIAL?

Dejemos que los especialistas en la materia respondan a esta pregunta. El escritor Julián Herbert en su libro titulado “La casa del dolor ajeno. La matanza de 303 chinos en Torreón. Crónica de un pequeño genocidio en La Laguna”, sostiene que la matanza fue producto de la xinofobia que imperaba en ese entonces en amplios sectores de la sociedad torreonense.

Herbert no está de acuerdo con la versión popular que dice “hubo un estallido de violencia espontáneo, donde supuestamente las clases populares enloquecieron y mataron a los chinos”, para el escritor radicado en Saltillo “las clases populares llegaron a ese lugar y a ese gesto de violencia física, porque había una construcción ideológica detrás, ya que la burguesía torreonense sentía un profundo menosprecio por este grupo. Y digo todo esto porque al hablar frente al espejo, ¿qué sucedió? Lo mismo que ahora pasa en nuestra relación con Centroamérica. Para mí ese hecho es un reflejo, una historia que se sigue repitiendo y que en mi caso no le veo salida”.

Julián narra con detalle cómo la noche del 13 de mayo de 1911 inicia la matanza en las huertas a las afueras de la ciudad. El “pequeño” genocidio se extiende dos días más, el 14 y 15 de mayo. Los asesinos, de las huertas se dirigen al centro de la ciudad donde los chinos tienen sus negocios. A sangre fría torturan, acuchillan y descuartizan a personas desarmadas e indefensas, incluyendo niños. Al terminar la matanza hay 303 cadáveres. La mayoría se entierran en una fosa común afuera del Panteón Municipal, porque no son cristianos.

El autor se confronta con la manipulación de los hechos que han hecho los historiadores locales, pero sobre todo con la justificación e interpretación que desde un primer momento construyen los torreonenses de entonces, que después se transmite a las generaciones siguientes. Herbert prueba que ellos a lo largo de cien años lo que han hecho es negar la verdad, esconder los sucesos y siempre guardar un silencio que resulta cómplice.

Hoy en día en Torreón, a pesar de las evidencias, hay gente que minimiza lo que ocurrió o se niega a aceptarlo. De su libro Herbert dice que “es una crónica documentada que atraviesa por el tamiz de mi punto de vista, un retrato de 1911 que dialoga con el presente; y al hacerlo vemos temas que aún permanecen, como los asesinatos masivos, la migración en México, los conflictos regionales, la xenofobia y las interpretaciones jurídicas desde el poder”.

El también autor de “Canción de tumba”, en la reconstrucción de los sucesos dialoga de manera permanente desde el presente con el ayer y del ayer con el presente. En ese ir y venir, que resulta original y atractivo, están los temas de la violencia, de la xinofobia, del racismo, del trato a los inmigrantes y la actitud evasiva de las autoridades.

Herbert hizo un riguroso trabajo de investigación sobre los hechos y para ello recurrió a archivos oficiales y particulares, a entrevistas con historiadores y cronistas, con descendientes de los sobrevivientes y con gente de la calle. Revisó la bibliografía sobre el tema y visitó los lugares. La manera de articular los materiales de la investigación fue creativa. La exposición de su obra transita entre la crónica, el ensayo, la novela histórica y la entrevista periodística de manera ágil y elegante.

“Escribo esto”, dice el autor, “porque es una historia de migrantes, de violencia extrema, porque es una historia de un montón de gente que termina en una fosa común y de la que un Estado crea una verdad histórica a su mejor parecer. Yo no estoy hablando de historia. Estoy haciendo un reportaje del México contemporáneo”. Y lo hace no sólo de manera rigurosa y fundamentada, sino también en forma convincente y correcta a pesar de su carácter trágico.

El escritor Juan M. Puig Llano en su libro titulado “Entre el río Perla y el Nazas…’’ ofrece una narración de los hechos desde sus antecedentes remotos: la emigración multitudinaria de braceros chinos, el antichinismo estadounidense y las primeras décadas de Torreón, y propone una explicación para ellos.

Las fuentes en que se basan los capítulos de su libro y la reclamación diplomática hecha y que se prolongó hasta 1934 son casi exclusivamente documentales. Cuenta que al cabo de un año, no quedaban en Torreón sino unos cuantos vecinos chinos: el grueso de los que salvaron su vida abandonaron lo que fuera la colonia de chinos más importante y próspera de México.

La escritora Beatriz Rivas aborda en su novela “Jamás nadie’’ la matanza. En la página 70 consigna: “La sentencia, válida para las personas, lo es también para las sociedades, a pesar de que esta matanza ha sido catalogada por cronistas e historiadores como ‘un pequeño genocidio’, la matanza de chinos permanece como un episodio turbio de la historia local’’.

“Jamás nadie’’ no se limita a rescatar ese momento aciago ocurrido hace 110 años. Intercaladas en sus capítulos cuenta las historias de dos personajes, Mian y Yan, encontrando notas periodísticas que consignan el trato que reciben hoy en día los inmigrantes mexicanos en el estado de Texas. Además, consigna los abusos que sufren los centroamericanos que cruzan nuestro territorio en busca del “sueño americano’’.

ALGUNAS CIFRAS, SEGÚN PÉREZ JIMÉNEZ

De acuerdo a las cifras proporcionadas por Marco Antonio Pérez Jiménez en su trabajo de investigación, fueron saqueadas en total 59 casas, incluyendo el Banco Chino, clubes, tiendas y hortalizas. La lista oficial de muertos, producto de la investigación realizada por el gobierno chino arrojaron la cifra de 303 muertos: 62 de ellos comerciantes, 110 hortelanos, 65 empleados, 56 viajeros o recién llegados y diez desconocidos, entre éstos se sospecha que estén algunos menores de 15 años de edad.

De los 303 victimados, 53 llevaban el apellido Wong, 23 el apellido Woo, 22 eran Lee, 21 Ju, 17 Tea y 16 de apellido Ching. Otros apellidos frecuentes fueron Joe, Qwon, Fong, Mar, Lim, Lin, Eng, Fang, Lai, Yong y Hong.

De China acababan de llegar 51, cuatro venían de Mapimí, Durango, tres de Tampico, dos de Monterrey, uno de la Ciudad de México, uno de Velardeña, Dgo., uno de Guanajuato, uno de San Pedro de las Colonias, uno de Zacatecas, uno de Agujita, Coahuila, uno de Guadalajara y uno de Escalón, Chihuahua.

Se integró una Comisión para la investigación de los hechos, integrada por el juez Macrino Martínez, Rafael Garza Aldape Quiroz, ex presidente municipal de Torreón y el embajador de China, Chang Yin Tang.

Sobrevivieron a la masacre 27 horticultores, 15 hortelanos liberados en Gómez Palacio, 180 chinos escondidos en una maderería propiedad de José Cadena, 75 escondidos en un restaurante, entre ellos un niño de apellido Wong, que había sido ayudante del Dr. Sam Lim, y 28 más.

El total de sobrevivientes fue de 278 y el número de víctimas ascendió a 303, que da un total poblacional de 581.

Para el historiador, los responsables de la matanza habrían sido los revolucionarios maderistas Benjamín Argumedo, Sixto Ugalde, “Cheche’’ Campos, Orestes Pereyra, Sabino Flores, Jesús Agustín Castro, Gregorio García y el Sr. Emilio Madero, hermano de Don Francisco I. Madero, quien no supo ni pudo cumplir acertadamente con la comisión encomendada por “El Apóstol de la Democracia”.

Entre los personajes connotados de la Colonia China que fueron asesinados durante la Toma de Torreón por los maderistas aparecen Kang Shai Jack, gerente del Banco Wah Yick; Ching Ping Con, abarrotero, socio de la tienda Wing Hing Lung y propietario de la tienda Sucursal de la Plaza de Armas, y su socio Ching Ping Quon.

Murieron también Lio Ting Long, dueño de El Puerto de Ho Nam, y su socio Lio Tack Toy; Tang Chong, dependiente mayor de El Puerto de Ho Nam; Pack Tin Chong, propietario del restaurante Chon Lee, su socio Pack Tin Suy y su cocinero Low Son.

Otras víctimas de la masacre fueron Mar Tu Lean, dependiente mayor de El Pabellón Mexicano; Mar Young, conocido también como don Juan Maa, propietario de El Pabellón Mexicano; Wong Hong Quong, maquinista; Wong Ken Hing, secretario de la Asociación Reformista del Imperio Chino; Woo Kim Yung, encargado de la huerta Do Sing Yuen; y Wong Yong Lang, socio de la tienda Yee Hop.

BIBLIOGRAFIA.

“Entre el río Perla y el Nazas. La China decimonónica y sus braceros emigrantes, la colonia china de Torreón y la matanza de 1911”. Autor: Juan M. Puig Llano (nacido en 1949), Licenciado en Historia por la UNAM. Editado por Conaculta en 1992.

“La Casa del Dolor Ajeno. La matanza de 303 Chinos en Torreón”. Julián Herbert, primera edición 2015.

“Nueva Historia de Torreón” (colectivo de 14 coautores). Editado por el Ayuntamiento de Torreón 1991-1993 en forma conjunta con el Teatro Isauro Martínez, Conaculta, Programa Cultural de las Fronteras y el INBA, primera edición 1993.

“Jamás nadie’’. Novela de Beatriz Rivas. Editada por Alfaguara, primera edición 2017.

Tropa Vieja. Francisco L. Urquizo. Populibros La Prensa, cuarta edición 1977, México, D. F.

“El Relato de la Matanza de chinos en Torreón, Coahuila (mayo de 1911) y el Antichinismo en el México Revolucionario’’, trabajo de investigación de Marco Antonio Pérez Jiménez para obtener su Maestría en Historia de México en la UNAM.

Historia de Torreón, sus orígenes y fundadores. Eduardo Guerra. Ediciones Casan. Segunda edición 1957.

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