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Las mentiras como narrativa

Cultura / Cultura Principal / 2 agosto, 2021

Daniel Herrera

Escritor y músico lagunero
twitter: @puratolvanera

Como es mi costumbre, llego tarde a todo. Especialmente cuando se habla de películas o series que reciben el aplauso masivo. Llego tarde porque no me gustan las multitudes que cantan a coro loas para lo que sea. Procuro esperar varios meses y cuando ya pasó la ola de admiración entonces me acerco a la obra. Esto tiene el inconveniente de que no estoy al día periodísticamente de todo lo que se estrena, pero, por otro lado, me permite ver la obra y llegar a una conclusión sin que las avalanchas de cebollazos me afecten.

Sólo que a veces de plano me tardo demasiado. Eso me pasó con Chernobyl, la miniserie de HBO que cuenta cómo y por qué sucedió una de las mayores desgracias nucleares que han sucedido en la historia humana.

La serie, para quien no la ha visto, cuenta los hechos de lo sucedido en Chernobyl desde la perspectiva principal de Valeri Alekséyevich Legásov, científico que estuvo a cargo de solucionar la desgracia ocurrida el 26 de abril de 1986.

Este hombre, un científico que por una etapa de su vida estuvo al servicio del Estado, descubre que es la misma nomenclatura del gobierno la culpable de la muerte de miles de personas, pero que la soberbia del partido y el gobierno comunista no le permite reconocer sus errores.

No deseo contar más, porque de verdad creo que vale la pena ver la miniserie completa, pero el mensaje principal de la historia es que la verdad no debe ser manipulada políticamente en ningún momento.

“¿Cuánto cuestan las mentiras? No es que vayamos a confundirlas con verdades. El peligro es oír tantas que ya no reconozcamos la verdad. ¿Qué hacemos entonces? ¿Queda algo que no sea abandonar la esperanza y contentarnos con cuentos? En esos cuentos, da igual quiénes sean los héroes. Queremos saber de quién es la culpa”. Con este fenomenal diálogo comienza la serie. Éste marcará el tono de los siguientes cinco capítulos. Los guionistas hacen hincapié una y otra vez en el valor de la verdad frente a la mentira. Sobre todo, frente a las mentiras que esparce el gobierno por razones políticas o para sostener la ilusión de que todo va bien, aunque en realidad una planta nuclear haya explotado y la vida de quienes viven alrededor esté pendiendo de un hilo.

Vemos en pantalla que, al principio del accidente, los científicos intentan explicarle a las autoridades el terrible riesgo en el que se encuentran miles de personas. La respuesta que reciben es la misma: no pasa nada, todo está bien, es apenas un fuego que está bajo control.

La ignorancia que demuestran los dirigentes políticos no es tan grave, lo terrible es que ellos son quienes toman las decisiones. Cada una de éstas están en función de la grandeza de la Unión Soviética y no en la salud de los ciudadanos.

Mientras veía cada capítulo, más y más quedaba horrorizado. Tanto por los efectos de la radiación como por la ineptitud, el cinismo y la ignorancia que exhibían las autoridades rusas frente a la desgracia. No pude evitar encontrar en esta serie un espejo de México.

Recordaba los pasos dados por el gobierno federal frente a la pandemia que todavía asola el mundo. La ineptitud, el cinismo y la ignorancia de los encargados como López-Gatell o el mismo presidente, para lidiar con la pandemia. En cada autoridad rusa podía ver alguna autoridad mexicana. La representación es muy similar a la de quienes estaban al frente de la planta nuclear Vladimir I. Lenin. Puedo percibir que este control gubernamental en todos los aspectos de la vida diaria es algo a lo que aspira el régimen actual, sólo que llegó tarde muchas décadas.

Lo peor de todo es que nosotros en realidad tenemos un panorama casi apocalíptico. Los noventa mil muertos de Chernobyl según las cifras más extremas, palidecen frente al casi medio millón de fallecidos en nuestro país por culpa del virus.

Pero lo que enseña la serie es que las desgracias siempre se pueden evitar, incluso aquellas que provienen de situaciones desconocidas, sólo falta escuchar a los expertos y preocuparse de verdad por los ciudadanos.

La televisión no suele darnos verdaderas lecciones sobre el pasado y el comportamiento humano. Es un invento dedicado a entretenernos, hacer arte no está entre sus objetivos. De hecho, el formato mismo está casi en contra del arte. Un programa televisivo requiere la participación de mucha gente y un financiamiento distinto al del cine. Pero a veces lo logra. Quiero decir que tenemos varios ejemplos en donde la tele se convierte en un vehículo para el arte. El arte, casi siempre, es un espejo que ponemos al frente para entendernos. Si la miniserie Chernobyl es tomada en serio, entonces es momento de hacer menos política y más ciencia. Menos loas y aplausos a los dirigentes y más interés por quienes exploran el conocimiento. Menos fe y más razonamiento. Menos populismo y más ilustración. Por lo menos, tendríamos que escucharlos con atención antes de tomar decisiones que involucran la vida de miles de personas.

Sí, el arte se puede convertir en un vehículo del conocimiento científico y esto no es una traición al objetivo del arte. De hecho, es un tema más para contar historias y debe hacerse sin cinismos y con responsabilidad. Algo que, al parecer, carecen los políticos de este mundo y particularmente de este país.

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