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Confusión de identidad sexual en púberes por proselitismo LGBT+

Análisis Político y Social / Slider / 2 agosto, 2021

Por: Eugenia Rodríguez

De acuerdo a la investigación de Revista de Coahuila, que incluyó la entrevista a varios terapeutas especializados en el tema de pareja y familia, el problema de la pandemia de COVID-19 ha venido a acentuar un fenómeno que ya se estaba dando: la confusión en la identidad sexual por parte de púberes de ambos sexos, quienes reciben un fuerte proselitismo LGBT+ en una etapa crítica de su vida, en la cual están afirmando su identidad y tienen que afrontar, en ese mismo proceso, los conflictos que se presentan en las familias de las que forman parte, especialmente los conflictos de paternidad y maternidad.

Abordar el tema LGBT+ se ha convertido en todo un problema no sólo para los medios periodísticos y en general de comunicación, sino también para la comunidad médica, para especialistas en psicología, educación e inclusive para sociólogos y en general estudiantes del comportamiento humano.

Siguiendo la ley del péndulo, la comunidad LGBT+ ha pasado de ser una comunidad con serios problemas de discriminación y de rechazo social a ser intolerante con cualquier enfoque y estudio que no sea el suyo y también, dada su fuerte presencia en el mundo del espectáculo y de las redes sociales, se ha convertido en un fuerte proselitista de sus identidades y preferencias de género.

El éxito de este fuerte proselitismo es tal que el tema de la diversidad de género se ha convertido en parte de la agenda política, considerándose como un tema obligado y de vanguardia, pero el problema es que existen implicaciones muy delicadas que deben ser tomadas en cuenta, tanto en el ámbito educativo y psicológico como en el familiar.

De forma especial la mayoría de los padres se consideran desplazados e ignorados al respecto del tema, lo que inclusive está generando movimientos de protesta en ciertas sociedades, incluida una parte de la sociedad estadunidense, ya no digamos de países como México, con una cultura tan diversa.

Y es que aquellos que enarbolan la bandera del respeto a la diversidad de género, con frecuencia no son respetuosos de quienes mantienen una preferencia heterosexual, a quienes se considera como parte de una cultura “tradicional”, “obsoleta”.

LA INFLUENCIA FAMILIAR, SOCIAL Y CULTURAL

Contra lo que se ha vuelto una especie de dogma entre el movimiento LGBT+, la diversidad de género es una conducta aprehendida social y culturalmente, pues los estudios científicos más calificados demuestran que no existe el llamado “gen gay”, un mito que se manejó mucho durante los años 90.

La homosexualidad ni cualquier otra forma de atracción sexual están determinadas genéticamente, como lo demuestra la ciencia, por lo cual las preferencias sexuales se forman a través de la convivencia familiar, las relaciones sociales y la adopción de determinadas formas culturales.

Para los padres de estos púberes que presentan confusión sobre su identidad sexual es muy difícil manejarlo adecuadamente, ya que para ellos es algo nuevo y desconocido, de ahí que con frecuencia sus reacciones pueden ser inadecuadas e inclusive conflictivas, porque se mezclan con otros problemas muy comunes en la pubertad tanto de hijos como de hijas.

Para quienes tienen las posibilidades, la opción que aparece como más adecuada es recurrir a un especialista en terapia familiar y de pareja o un especialista en psicología que esté capacitado para abordar esta problemática.

Aun cuando se trata de menores de edad en formación, muchos integrantes de la comunidad LGBT+ están en contra de que cualquier persona reciba una terapia de orientación psicológica o participe en una terapia familiar.

UN PROCESO DE INFLUENCIA

Judith tiene 13 años que, como toda nuestra sociedad, ha pasado ya más de un año en condiciones de pandemia.

Tuvo que terminar sus estudios de primaria virtualmente e iniciar de la misma manera la secundaria, por lo cual gran parte de su convivencia social se vio suspendida y su círculo de relaciones se volvió sumamente pequeño.

Debido al trabajo de su padre y madre, pasa la mayor parte del tiempo sola, conectada al Internet, donde navega por horas una vez que ha concluido sus tareas escolares. Sólo tiene una hermana tres años menor que ella y la relación entre sus padres es problemática, lo que repercute en que ella tenga una mala relación con su padre, quien es una figura ausente de la familia, mientras que la relación con su madre es limitada debido a las pocas horas de que dispone después del trabajo.

Navegando en la internet Judith entabló una relación de amistad con una adolescente de 15 años, que está por terminar la secundaria y se convirtió en la que ella considera como su mejor y casi única amiga.

Inicialmente sólo platicaban de temas escolares, pero luego pasaron a temas de tipo emocional y de ahí la amiga, Joana, pasó a ser su confidente.

Joana es hija de madre soltera y ausente, vive con sus abuelos, pero el abuelo es alcohólico y maltrata a la abuela, por lo cual hay serios conflictos, en un medio familiar donde hay un gran hacinamiento. Quien realmente asume la manutención de Joana es una hermana de su madre.

Después de meses como confidente, Joana comenzó a abordar temas de tipo sexual con Judith y a mostrarse especialmente demostrativa afectivamente, manifestando abiertamente expresiones como “te quiero”, “te amo”, “sabes que siempre puedes contar conmigo”, “los hombres son unos puercos, los odio”, etc.

Los padres de Judith escuchaban de Joana, pero no prestaron mayor atención hasta que la adolescente se cortó el pelo como Joana, se negó a utilizar vestidos, como Joana, y, lo que prendió la atención fue que comenzó a vendarse sus pechos, que tiene muy desarrollados para su edad, algo que descubrió accidentalmente su madre.

A partir de ahí la madre habló con Judith y ella le manifestó que no deseaba ser mujer; que ella sentía que era más hombre que mujer y ése era el motivo para aplanar sus pechos.

El padre de Judith, al enterarse por la madre de la situación, reaccionó de una manera muy agresiva, prohibiendo la relación con Joana, condicionando el uso del internet e inclusive maltratando verbalmente a su hija, lo que no hizo sino deteriorar aún más su mala relación y su imagen como padre.

La madre adoptó un comportamiento totalmente distinto, reconociendo que dedicaba muy poco tiempo a sus hijas y decidió estrechar su relación con Judith, aunque al entrar al tema de la sexualidad la joven insistía en que ella sentía una gran atracción hacia Joana y le gustaban las mujeres, no los hombres.

Consciente de que estaba rebasada y no tenía los suficientes recursos, la madre acordó con Judith que aceptara acudir con una terapeuta y platicara con ella todas sus dudas, para que tomara la decisión que ella quisiera. El padre seguía en una postura radical.

Al término de un periodo de terapia, el cual no fue muy largo, Judith pudo asumir todo el conflicto que tenía con su padre; la soledad y la ansiedad que estaba enfrentando por la pandemia; definió la figura de Joana como alguien que la escuchaba y le proporcionaba afecto y apoyo, por lo cual la imitaba y había desarrollado cariño hacia ella, pero abordando el tema de su identidad sexual asumió que estaba identificada con su condición como mujer e inclusive se sentía muy incómoda aplastando sus pechos con vendas y extrañaba su cabello largo.

La relación con Joana era de amistad y una necesidad de afecto que estaba cubriendo, además desahogaba el conflicto irresuelto con su padre.

Judith se abrió a otras amistades y decidió no depender de la relación con Joana, quien se ofendió y le hizo reclamos. La fuerte influencia se comenzó a diluir y terminó por romperse.

A diferencia de Judith, Joana, por su situación familiar completamente disfuncional, no tiene quién le ayude a afrontar sus conflictos emocionales y de identidad; tampoco tiene la oportunidad, por su situación socioeconómica, de platicar con un profesional.

Casos como el de Judith se están repitiendo cada vez con más frecuencia, tanto en púberes hombres como mujeres y en los diferentes medios sociales.

Mientras la organización familiar tiene una serie de conflictos irresueltos, estos púberes son bombardeados durante horas por las redes sociales, por la televisión, por el cine y por todos los medios a su alcance, en lo que es muchas veces un proceso de proselitismo sobre la diversidad de género, que es planteado con habilidad y puede ser sumamente sugestivo.

DISFONÍA DE GÉNERO

En algunos países desarrollados se maneja ya el concepto de “disforia de género”, que es, en la interpretación que se presenta, “cuando una persona experimenta incomodidad o angustia porque hay un desajuste entre su sexo biológico y su identidad de género”.

El problema es que esta “disforia de género” se está manejando cada vez con más frecuencia en púberes e inclusive en niños, quienes atraviesan por una etapa de su vida en la cual se acelera la producción de estrógenos y testosterona, como parte del desarrollo natural en la definición sexual.

Para resolver el “problema” se está recurriendo al retraso del desarrollo hormonal, un procedimiento sobre el cual la investigación médica desconoce inclusive todas las consecuencias que se pueden tener, tanto fisiológicas como psicológicas.

La mayoría de los endocrinólogos no aceptan utilizar este procedimiento, por las reservas éticas que tienen al respecto, mientras que una parte de la comunidad de especialistas en psicología también la cuestionan fuertemente, por considerarlo extremo e innecesario.

El propósito es que el púber suspenda su desarrollo sexual natural, en espera de alcanzar la mayoría de edad para decidir si desea ser hombre o mujer, justo en la etapa más importante para el desarrollo de la identidad de una persona. Se trata de un asunto sumamente delicado que puede marcar el resto de sus vidas.

El púber queda, por años, en un estado de incertidumbre, de confusión y no vive su desarrollo hormonal natural, mientras convive familiar, escolar y socialmente con hermanos, parientes, compañeros y amigos de su misma edad.

Esta terapia de supresión ha comenzado a ser utilizada en México, inclusive planteada como un servicio público de los gobiernos a través de las instituciones de salud, cuando no se pueden cubrir ni otras necesidades básicas de atención médica.

LOS BAÑOS DE OBAMA

En el 2006, el presidente estadunidense Barack Obama suscitó toda una polémica en su país, cuando su gobierno, a través de los Departamentos de Educación y Justicia, emitió una directiva, por medio de la cual ordenaban a todas las escuelas públicas del país que los alumnos de orientación transexual, tenían derecho a utilizar los baños de hombres o de mujeres, de acuerdo a su identidad.

Esto, que aplicaba desde el nivel preescolar hasta las universidades, provocó un gran enojo social y estados como Carolina del Norte y Mississippi emitieron abiertamente disposiciones prohibiendo la directiva del gobierno de Obama, ante la presión de los padres de familia.

El gobierno federal colocó el asunto, según su opinión, dentro de la lucha por los derechos humanos y, ante el rechazo de la mayoría, se amenazó a las escuelas públicas con retirarles el presupuesto, lo cual trajo más enojo.

Finalmente, la iniciativa fracasó, pero expone hasta qué niveles de empoderamiento ha logrado escalar el movimiento LGBT+, cuando de la lucha por los derechos de una minoría que tuvo que pasar por épocas de intolerancia verdaderamente difíciles, se pasa al otro extremo y no se respeta ni el pensamiento ni los derechos de la mayoría.

El problema de “los baños de Obama” estalló en las comunidades de padres de familia del nivel preescolar y básico, donde los alumnos son niños, púberes y adolescentes, para quienes el asunto provocaba una gran confusión, por razones obvias.

Un adulto es dueño de las decisiones que adopta sobre su persona en cuanto a sus preferencias de género, pero hacer proselitismo, de cualquier tipo, o inclusive llegar a ejercer presión sobre menores de edad es algo éticamente no válido.

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