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Pragmatismo y traiciones, la historia política de los Salazar Fernández

Coahuila / Coahuila Principal / Especiales / Slider / 11 mayo, 2021

Por: Gerardo Lozano

Nunca habíamos visto en la historia política de Torreón una propaganda político electoral como la que ha colocado Luis Fernando Salazar, candidato de MORENA a la presidencia municipal de Torreón. Digamos que es todo un caso.

Los espectaculares son en colores negro y vino tinto: vino tinto el fondo y una silueta negra de lo que parece un muchacho. En la parte media baja el nombre de Luis Fernando Salazar, presidente municipal, y un slogan dominante: “Por un Torreón súper chido”.

¿Qué es un Torreón súper chido? Eso es algo que nadie sabe, pues la Real Academia explica que la palabra chido se deriva de “chiro” y “chirindonga” y expresa que algo es bueno, bonito o agradable, pero dentro del medio de los “cholos” o muchachos de barrio de hace ya bastantes años.

En México quien mediáticamente le dio difusión a esta expresión fue el comediante Luis de Alba en su programa de televisión a través de un personaje denominado “El Pirrurris”, que era un junior fanfarrón y fantoche que alardeaba de los caprichos que le concedía su papi; presumido y derrochador, pero al mismo tiempo “naco”, en el significado que se le da en la Ciudad de México a esta expresión.

Inclusive el término de “pirrurris” pasó a ser de uso frecuente para referirse despectivamente a todo junior rico con este comportamiento.
Así que el Torreón súper chido que propone Luis Fernando Salazar, no sabemos si el padre o el hijo, es un Torreón bonito o agradable, lo que es equivalente a no decir nada en concreto, sino, suponemos, que busca atraerse la atención de la gente joven de los barrios y colonias pobres de Torreón, pero eso es una mera suposición. Lingüísticamente y socialmente, la realidad es que la frase “súper chido” no se vincula con ningún grupo generacional; las y los votantes mayores no la utilizan y la población en sus veintes y treintas tampoco; ambos lados sólo verán a un cuarentón “pirrurris” que se quiere rejuvenecer con una frase “moderna” en desuso.

Pero, ¿quién es entonces el candidato en la excéntrica publicidad de Morena? ¿Luis Fernando Salazar padre o Luis Fernando Salazar hijo? Ninguna campaña electoral en la historia de Torreón había tenido algo tan absurdo y al mismo tiempo tan cuestionable.

El que finalmente fue registrado como candidato fue Luis Fernando Salazar Woolfolk, el padre, no Luis Fernando Salazar Fernández, hijo, quien supuestamente sigue litigando que le regresen la candidatura que le quitó el INE por anomalías en el reporte de su campaña, en la cual gastó por cierto millones de pesos, y no los cuatro mil o diez mil pesitos que él dice.

Quien conocen a Luis Fernando Salazar Woolfolk están desconcertados. Se trata de un abogado exitoso especializado en derecho mercantil, quien representa inclusive a instituciones bancarias y tal vez su principal característica personal es la de un hombre serio, y no sólo serio en sus asuntos profesionales, sino de carácter serio, es decir de pocas palabras, que rechazó desde hace más de treinta años dedicarse a la política.

En 1988, sólo por algunos meses, fue secretario del Ayuntamiento de Torreón, en el periodo de Heriberto Ramos Salas, con quien guarda una estrecha amistad, pero ocupó el cargo por poco tiempo, mientras terminaba su cargo como Secretario de la UAdeC Germán Froto  Madariaga, un político ya fallecido. Por la amistad que llevaba con Ramos Salas se prestó a tal cosa, pero se trataba de un cargo público que no era de elección popular y además se podía hacer con bastante discreción. A partir de 1988 Luis Fernando Salazar Woolfolk desaparece de la política.

Como referencias también inexplicables para quienes le conocen, está el hecho de que es originario de Sonora y, según la versión de gentes de su generación, se traslada a Torreón para estudiar derecho en la Facultad de Jurisprudencia de la UAdeC, pero se le vinculaba fuertemente a un grupo de extrema derecha denominado “Los Tecos”, que tiene su cede central en la ciudad de Guadalajara y data desde el periodo de la Guerra Cristera.

Este grupo de muchachos “tecos” era apadrinado por el destacado abogado Manuel García Peña, quien falleciera de manera prematura en plenitud de su carrera profesional.

En alguna ocasión se le cuestionó sobre este tema a Germán Froto Madariaga, cuando era funcionario de la UAdeC, y mostró cierto desconcierto evidente, pero no negó nada, sencillamente cambió de tema.

En términos concretos, Luis Fernando Salazar, padre, no sólo era sino que es de derecha o, más concretamente, de ultraderecha. Ha colaborado por muchos años como columnista del periódico El Siglo de Torreón, con cuyos dueños tiene una estrecha relación profesional y personal. En sus escritos, y ahí si no hay modo de negarlo, está plasmado su forma de pensamiento, como ultraconservador y crítico del priismo y de la 4T, de la que ahora de tan extraña manera es candidato formal, aunque en los espectaculares publicitarios sea un fantasma de lo más singular.

En una coyuntura de lo más extraña, Salazar Woolfolk no sólo está mostrando que puede traicionar su ideología y sus principios en beneficio de su hijo, sino sacando esa máxima de la abogacía de estar con dios o con el diablo, dependiendo del contrato, si no gana esto quedará como un referente para el resto de su vida y si gana, es muy probable que ni el mismo sepa lo que va hacer, pero en cualquier caso el asunto es penoso.

“CARMIÑA” FERNANDEZ UGARTE

La historia política de los Salazar Fernández está tocada por las confabulaciones, el pragmatismo más rampante y la traición, no sólo de su aparente ideología, sino de sus amistades más cercanas.

Todo comienza con la aparición de “Carmiña” Fernández Ugarte, madre de Luis Fernando Salazar, en un movimiento que parecía cívico y espontáneo denominado “Mujeres por Torreón”, fundado en 1995, bajo la incitación y la protección del propio gobernador del estado, Rogelio Montemayor, para quitar de la presidencia municipal a Mariano López Mercado, priista él, miembro de una camarilla política que siempre tuvo un pleito a muerte con otra camarilla manejada por los Fernández Aguirre, cuya cabeza principal era el exgobernador Braulio Fernández Aguirre, pero en ese momento quien era la cabeza activa era el hijo homónimo, ambos ya fallecidos.

Rogelio Montemayor estaba encabritado contra López Mercado porque éste había logrado hacerse candidato contra su voluntad, pues el elegido era Francisco Dávila.

“Carmiña” Fernández, panista de toda la vida, encabezó a un grupo de mujeres de clase alta que llevaron a cabo el “cacerolazo”, de todo lo demás se encargó el propio Rogelio Montemayor quien, al caer Mariano López Mercado, puso como interino a Salvador Jalife.

Terminado el interinato, “Carmiña” Fernández encabezó la campaña de Jorge Zermeño Infante como candidato a la presidencia municipal por el PAN, ella en calidad de candidata a Primera Regidora. Por supuesto que ganaron y se dio por primera vez la alternancia política en Torreón.

Acostumbrada a mandar, “Carmiña” Fernández mandó y mandó mucho en el primer gobierno de Jorge Zermeño. Nada de importancia se hacía sin su consentimiento.

A nivel personal Jorge Zermeño Infante pasaba por mal momento, por lo que su capacidad ejecutiva no era nada notoria y “Carmiña” Fernández lo aprovechaba bastante bien.

Al llevar a Jorge Zermeño al gobierno municipal, los panistas probaron por primera vez el poder y se dieron cuenta que es un platillo suculento, muy propicio para la gula. Es en este periodo que se integra una camarilla de jóvenes abogados al interior del PAN de Torreón y da inicio a lo que ha sido toda una historia de ambición por el poder y todo lo que éste implica.

“Carmiña” Fernández había llegado ya algo tarde a la política, pero es entonces que decide impulsar la carrera de su hijo Fernando, quien en 1999 tenía 22 años y estaba terminando la universidad. Singularmente el hijo se le parece a ella mucho más que al padre y lo que vemos en los siguientes años es un muchacho ambicioso, pragmático, con frecuencia de un carácter beligerante, quien tenía prisa por alcanzar el poder.

Con tan solo 26 años, en 2003, lo convierten en diputado local y con tan solo 35 años en senador de la república, en 2012, de donde pasa en 2018 a diputado federal, cargo al que ha pedido permiso para lanzarse en busca de la presidencia municipal.

En 2011, paradójicamente, los Fernández Salazar se enfrentan a Jorge Zermeño Infante, quien deseaba volver a ser senador de la república, pero venía de una estancia de privilegios como embajador en España, donde radicó cinco años, por lo que le niegan por segunda vez la senaduría y se la dan a Luis Fernando, lo que representó un distanciamiento.

En 2017 los Fernández vuelven a la carga, en esta ocasión en busca de la presidencia municipal y se enfrentan de nuevo a Jorge Zermeño, que los hace a un lado; como compensación Luis Fernando obtiene la diputación federal, pero, en sus prisas por alcanzar el poder, se distancia de la camarilla a la que siempre había pertenecido, liderada por Guillermo Anaya Llamas.

Por más de 20 años toda la vida política de Luis Fernando Salazar había transcurrido dentro del PAN, que le había dado todo y donde tenía todas sus relaciones, de tipo político y personal.

Cualquiera puede abrir el Facebook y constatar que los bautismos, bodas y demás festejos familiares los padrinos y acompañantes obligados eran los compañeros del partido y así fue hasta que el PAN ya no dio para más.

EL BRINCO A MORENA

Colérico, frustrado por el fracaso de no ser designado candidato a la presidencia municipal en el 2017, Luis Fernando toma la decisión más pragmática pero más coherente con aquello que mueve de fondo su carrera política: la ambición de poder.

Miembro de una familia absolutamente conservadora, que había utilizado el PAN para todos sus propósitos, se pasa a MORENA y, a base de dinero, se abre camino entre una reducida militancia que lo ve, hasta la fecha, con total extrañeza y no se explica que un junior así pueda, en tan solo dos años, haberse hecho de la candidatura a presidente municipal.

Pero como no se puede tenerlo todo, cuando Luis Fernando ya ha gastado millones de pesos en tratar de comprarse el voto de los medios populares e inclusive comprarse al dirigente municipal del PAN, Ignacio García, para sumarlo a su campaña, el INE le pega un palo en el momento más inesperado y lo pone en una situación precaria, al anularle la candidatura, porque no reportó los gastos de precampaña, aunque la cantidad que le detectaron es totalmente irrisoria en relación a la suma millonaria que ya se había gastado, y que no es nada difícil de demostrar: basta darle seguimiento a su cuarto de guerra, donde lo que menos se escatima es dinero.

Las noches se le hicieron larguísimas y los sueños breves hasta que, después de un mes, logró colocar como su sustituto a su propio padre y reanudar la campaña electoral más extraña de que se tenga memoria en la historia política de Coahuila.

LA CASA DEL MILLÓN DE DÓLARES

Siendo Luis Fernando Salazar senador de la república, otro abogado joven que se ha mantenido en un plano segundón dentro de la camarilla de jóvenes abogados del PAN, Rodolfo Walss Aurioles, las estaba pasando mal y denunció públicamente la corrupción que protagonizaban Guillermo Anaya Llamas y Luis Fernando Salazar.

En ese momento Walss Aurioles se había replegado a una muy modesta oficina en la colonia Torreón Jardín, donde estaba tratando de ejercer la abogacía, pero no le iba nada bien.

Obviamente estaba resentido.

Entrevistado en exclusiva por Revista de Coahuila, hizo una denuncia muy específica: Luis Fernando Salazar se había construido en la muy exclusiva colonial residencial de moda Las Villas, una residencia que, en su opinión, bien podía valer un millón de dólares, al tipo de cambio de hace 9 y 10 años.

Según consta en la grabación, Walss Aurioles narró que los vecinos seguían con curiosidad y asombro la construcción de la residencia, pero cuando se enteraron de quién era se indignaron, pues consideraban que ellos, con mucho trabajo de sus familias, se habían logrado hacer de una buena casa en tan lujoso fraccionamiento, pero este muchacho estaba construyendo una residencia insultantemente lujosa de lo que sacaba de la política, que finalmente no eran sino impuestos.

Walss Aurioles mencionó fotografías detalladas, que daban cuenta de los lujos de tal casa, pero se negó a proporcionar una copia de las mismas, aunque sí dio detalles de múltiples trapacerías que en su opinión había realizado Guillermo Anaya y su círculo cercano, entre quienes estaba Luis Fernando Salazar.

Hoy, como diputado plurinominal panista, que está en una cruzada contra la corrupción política, habría que ver si Rodolfo Walss no ha perdido el archivo que tenía bien guardado contra sus compañeros y excompañeros de partido, pues después de batallarla mucho ha vuelto a la nómina, y a una muy buena nómina.

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