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La Laguna. Servidores de la nación, los dueños de las vacunas

Especiales / Especiales Principal / Slider / 9 marzo, 2021

Por: Eduardo Rodríguez

Con muchos temores, don Rodrigo, agricultor habitante del ejido Monterrey, mejor conocido como Monterreicillo, llega hasta el Centro de Salud del poblado La Loma, acompañado de su hija, para ponerse la vacuna contra el COVID-19, son apenas las nueve de la mañana.

Después de permanecer formado en la fila por casi tres horas, le entregan una pequeña ficha con su nombre y un número y le indican que regrese al otro día por la mañana.

Al día siguiente, sábado cinco de febrero, se presenta para ser vacunado pero apenas llegando lo aborda un hombre joven, corpulento, con un chaleco que lleva la leyenda de “Servidores de la Nación”, quien le pregunta donde vive, a lo que don Rodrigo contesta que en Monterreicillo.

-Aquí en La Loma nada más a los de la loma y de Sapioriz, a usted le toca en Villa Juárez.

La hija, una mujer de aproximados 50 años, se molesta y le reclama.

-Por qué no nos dijeron ayer que vinimos a sacar el turno, Monterreicillo pertenece al ejido de León Guzmán, igual que La Loma, además no tiene mucha gente porque no lo vacuna aquí, el ya está muy grande y aquí los ranchos estamos juntos, no sé usted de donde sea.

-No señora, vaya a Villa Juárez y allá saque su turno y espera a que le toque, aquí no se puede.

Molesta, la mujer toma a su papá y se retira del lugar para ir al Centro de Salud de Villa Juárez, que el día anterior fue un verdadero desorden, en el cual se agruparon en un tumulto no menos de 200 adultos mayores, ancianos la mayoría, quienes tuvieron que hacer enormes filas, sin guardar ninguna sana distancia, a la intemperie, primero para sacar un turno y luego volverse a formar para recibir la vacuna, la mayoría esperó hasta 6 horas o más y, quienes no alcanzaron ese día, tuvieron que volver al día siguiente, a formarse nuevamente en una fila a la intemperie, bajo el sol.

La hija de don Gregorio llega hasta la entrada del Centro de Salud de Villa Juárez y pide hablar con el encargado, un hombre joven de nombre Saúl Pérez, quien se encuentra parado frente a la puerta dando órdenes a diestra y siniestra.

-Me puede atender un momento por favor joven.

-Haber rapidito, dígame que se le ofrece.

La mujer le explica que vienen de La Loma y que ya hicieron fila el día de ayer, por lo que le pide que los atiendan y se formarán solamente en la fila para entrar a la vacunación.

-No señora, usted tiene que volver a sacar su turno ¿Trae la credencial del IFE del señor? Porque si no la trae no se les va a poner la vacuna, fórmese en la fila y se registra en la mesa, ahí le van a pedir sus papeles.

El sujeto se voltea y le da la espalda a la mujer para darle órdenes a otro hombre con chaleco color beige de los “Servidores de la nación”, entonces uno de los soldados que custodia la puerta le ordena a la mujer: “señora hay que retirarse de aquí porque está obstruyendo el paso, haga lo que le indicaron y vaya a la mesa de registro”.

Don Gregorio tuvo que hacer una espera de casi cuatro horas para ser vacunado, en el segundo día que lo intento. La hija tuvo que ir a conseguir una silla para que pudiera soportar la espera, pues ya se cansa mucho cuanto está demasiado tiempo de pie.

Cuando don Gregorio fue vacunado en Villa Juárez, en La Loma, donde le negaron la vacuna, ya no había personas de la tercera edad para seguir aplicando vacunas. Un aberración.

“LAS VACUNAS SE LAS MANDA EL PRESIDENTE”

Son las 12 del día del sábado 5 de febrero en la Clínica No.11 de Lerdo, ubicada a la entrada de la ciudad, las filas para acceder a aplicarse la vacuna abarcan toda la cuadra por ambos lados y el sol están picante a esa hora. No hay ninguna sana distancia y cada anciano está prácticamente pegado uno al lado del otro.

En la puerta de la clínica solo aparece un soldado y el guardia de la clínica, más una “Servidora de la Nación” que atienda a varias personas que buscan información o realizan reclamos.

Un hombre ya de edad muy avanzada discute con la “Servidora de la Nación” porque radica en Lerdo y además es derechohabiente de la misma Clínica 11, pero no lleva su credencial del IFE, la cual le están exigiendo y sin la cual le indican que no se puede vacunar, aunque resida en Lerdo.

-Oiga señorita yo ya soy un hombre viejo, mire aquí traigo el registro que saqué por la internet y esta es mi cartilla de aquí de la clínica.

-Lo siento señor, necesita su IFE que traiga su dirección de Lerdo, sino no se le puede vacunar.

-Oiga pero entonces el registro que sacamos no sirve de nada.

-No el registro aquí no nos sirve, necesito su IFE que traiga su domicilio.

-Pero esta es mi cartilla aquí de la Clínica ¿Qué más quiere señorita? Mi IFE sigue siendo de Guadalajara, porque hace cinco años me vine y mi IFE sigue vigente, no puedo sacar otro nada más para la vacuna, ayúdeme señorita.

-No se puede señor, por favor permítame atender aquí a la señora, ya le expliqué.

El anciano se ve notoriamente irritado y entonces el soldado le indica que se retire para que puedan atender a otras personas.

Llega hasta la puerta una señora de aproximados 70 años, su problema es que tampoco tiene el IFE debido a que lo extravío, pero lleva comprobantes de domicilio de que reside en Lerdo, a lo cual la “Servidora de la Nación” le indica:

“No señora, necesita su IFE, estos comprobantes de domicilio se los pueden haber prestado, si no trae el IFE no se le pueden vacunar”.

-Pero están a nombre de mis hijos, le reclama la mujer.

-Necesito documentos que lo demuestren señora, así no se le puede vacunar.

La mujer se retira indignada.

El sol sigue cayendo a plomo sobre los que esperan. Son un poco más de las tres de la tarde y aparece un médico de la Clínica del ISSSTE de Lerdo, quien se dirige a quienes hacen fila.

“Señores, pueden pasarse al ISSSTE, tenemos vacunas y ya no hay personas para vacunar, se les vacunaría de inmediato, haber ¿quién quiere ir al ISSSTE?

Un hombre le comenta al médico que no es derechohabiente del ISSSTE y el doctor le contesta:

“No, las vacunas no son del ISSSTE ni el Seguro Social, las vacunas se las manda el presidente de la república, si puede ir”.

De inmediato, una de las mujeres que está próxima le reclama al Médico:

“¡No diga eso! Las vacunas no las manda el presidente, las vacunas las estamos pagando con nuestros impuestos, es un derecho que pagamos, o no me diga que el presidente pago de su bolsa las vacunas, no más eso nos faltaba después de que ayer tuve que esperar como seis horas y hasta hoy me van a vacunar”.

El médico solo sonríe y una parte de quienes están en la fila se van al ISSSTE, no muchos. 

Apenas un rato más tarde una doctora se acerca a las filas desde el lado de adentro de la reja y da la noticia que en el Hospital General y en el ISSSTE están pidiendo gente para vacunarse, que pueden acudir a estos dos lugares porque están solos.

Como ya las filas están cortas la gente prefiere esperarse.

De pronto se para frente a la puerta de la Clínica una camioneta artillada del ejército, con siete elementos a bordo, se bajan dos y se meten a la clínica, todo mundo se queda viendo semejante desplante, pero la camioneta se retira a los 15 minutos.

Finalmente, el último grupo pasa al interior alrededor de las 3:30 de la tarde y se les sienta en sillas, debajo de un primer toldo, pero sin que se respete la sana distancia, porque las sillas están casi juntas unas con respecto a las otras.

Unos minutos después se acerca una mujer de mediana edad vestida con pantalón y bata blanca, quien en apariencia tiene algún tipo de mando en la Clínica, quien amablemente se dirige al grupo sentado bajo el toldo:

“Felicidades a todos, ya vamos a terminar, un ratito más y los vacunamos, son ustedes muy afortunados, fíjense a nosotros todavía no nos toca la vacuna, pero ustedes son muy afortunados”.

A las 4:15 aproximadamente había concluido la vacunación y todavía quedaban vacunas. Todos los rechazados ya no volvieron, aunque el horario de vacunación era hasta las 8 de la noche.

Lo más notorio de esta jornada de vacunación es la falta de organización, el poder que tienen los “Servidores de la Nación”, que son quienes mandan y se comportan como los dueños de la vacuna y la excesiva presencia y mando que tienen los militares, para lo que finalmente no es sino una campaña de vacunación.

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Redacción




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