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Un hilito de sangre. A 30 años de la novela de Eusebio Ruvalcaba

Cultura / Cultura Principal / 1 marzo, 2021

Por: Daniel Herrera

Escritor y músico lagunero
twitter: @puratolvanera

 

Aplicar Trucos

A principio de los noventas, como afirmé el mes pasado, no sólo descubrí el rock de mi momento. También llegó a mí, casi como revelación, un libro que definió a mi generación, o por lo menos a aquellos que les gustaba leer: Un hilito de sangre de Eusebio Ruvalcaba.

Esta novela es La Tumba para quienes entramos a la adolescencia en los noventas. Es El guardián entre el centeno para quienes buscábamos algo más que Rulfo o Gabriel García Márquez. Es nuestro faro ante la literatura que los profesores de secundaria nos querían recetar a fuerza. Y, con ese amor que de pronto aparece por ciertos libros, yo lo convertí en una de mis historias favoritas. Incluso, mientras escribía Quisiera ser John Fante, la novela de iniciación que me publicó Editorial Moho de Guillermo Fadanelli, tuve Un hilito de sangre todo el tiempo en la mente.

Así de importante es este libro para mí, y este 2021 que cumple justo 30 años, no podía dejar de reconocerlo como una de las influencias que me empujaron, primero, a seguir leyendo a pesar de que la adolescencia me incitaba a hacer otras cosas. En segundo lugar, de alguna manera, Eusebio, junto a Ibargüengoitia, José Agustín y Parménides, fueron los primeros en enseñarme que había otra manera de escribir. Lejos del aburrido y sobrevalorado boom y de los grandes nombres mexicanos.

A partir de entonces, Ruvalcaba se convirtió en mi amigo. No lo conocí hasta muchos años después y sólo llegué a verlo una vez, pero pensé que nuestra amistad era un hecho. Es extraño lo que sucede con ciertos libros. Casi uno puede adivinar que el autor será un tipazo. Es un volado, sin duda. Es más probable que no sea así, pero, hasta hoy, no he fallado. Cuando el libro es fundamental en mi vida, su autor suele ser amable y humilde. No voy a enumerar a nadie más, pero Eusebio se portó como una persona más en la reunión donde lo conocí.

Ningún ego desmedido, ni siquiera una pequeñísima actitud condescendiente. Incluso no platicaba sobre literatura. Fui yo quien se equivocó. Estaba tan emocionado que tuve que arruinar el momento demostrándole mi admiración.

Me paré frente a él y le dije: “Oye, yo leí Un hilito de sangre cuando tenía la edad del protagonista. Quería hacer todo lo que él hacía”.

Eusebio con una cerveza en una mano y la otra abrazando a su novia o pareja o lo que fueran me dijo: “Yo también”, y después soltó una carcajada. Por fortuna, entendí que me había equivocado y pronto todo mundo olvidó mis palabras de fan.

No pude verlo de nuevo. Eusebio murió en febrero del 2017.

A quienes lo admirábamos nos quedan sus libros. En especial Un hilito de sangre.

¿Por qué este libro me causa tanto embelesamiento? Porque el autor logró explicar con claridad qué significaba ser un adolescente que quiere todo y jamás puede tener nada. Esa mezcla absurda de seguridad y nerviosismo. Las constantes mentiras que se cuenta para después cantar la verdad. La contradicción y el miedo como una forma de vida, aunque nunca se reconozca.

Por supuesto, no olvidemos el sexo. Si algo hay en Un hilito de sangre es sexo. Mucho, pero adolescente. En ese caso, estamos ante un montón de fantasías y grandes cantidades de masturbación.

Y aunque esto pueda sonar poco atractivo, Eusebio logró que la mente de un alumno de secundaria fuera interesante. Quedamos ante un gran juego literario. Por un lado, una historia de iniciación sin la pesadez del adolescente que se cree más inteligente que el lector. Por otro lado, un autor que sabe utilizar el lenguaje de tal manera que leemos la voz de un joven, muy joven, pero que, analizando un poco, podemos descubrir muy virtuosas habilidades de Ruvalcaba. Nada más complicado que hablar como adolescente y seguir sonando razonable y estructurado.

Las pericias de Eusebio Ruvalcaba son muchas otras, pero la principal es que la lectura de este libro es difícil de suspender. Es sencillo comer una página tras otra sin apenas tomar aire. No es que las acciones sean trepidantes, todo lo contrario, hay bastante espacio para las reflexiones internas del narrador. Esta habilidad para amarrar al lector tiene que ver con un ritmo interno, un vaivén constante entre acciones y razonamientos, todo aderezado con humor y cierto grado de vulgaridad. El suficiente para sonar verosímil pero no tanto como para pensar que todo el libro será sobre chistes de pedo-caca-pipí-pum-mete-saca-puñetas.

Para escribir este texto decidí releer el libro. Ahora tengo 42 años y pensé que quizá mi mente estaba jugando conmigo. Que tantos años y con toda la mierda que siempre cae sobre nosotros conforme vamos creciendo iba a afectar mi opinión sobre la obra. Descubrí que pasó justo lo contrario. La historia de su protagonista, León, volvió a interesarme. Su pensamiento y humor crearon la misma simpatía. El libro de nuevo me tuvo en sus manos.

Ante tal situación pensé que tenía dos explicaciones, la A y la B. La A consistía en darme cuenta que no he madurado nada desde los 14 años y que por eso seguía fascinado por la novela de Ruvalcaba. La opción B consistía en confirmar que Un hilito de sangre sigue funcionando, no importa cuántos años hayan pasado y que Eusebio es una joya escondida de la literatura mexicana.

Apliqué el truco de SMI, que significa Seguir Mi Instinto. Este truco consiste en descartar aquello que no me conviene o me deja mal parado y quedarme con las ideas que funcionan mejor para mí. Llegué a la conclusión de que la opción B es la correcta. Lean a Eusebio Ruvalcaba.

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