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El penacho de Moctezuma y el perdón de los aztecas

Análisis Político y Social / Opinión / 31 enero, 2021

Por: Gerardo Lozano

Teniendo en puerta para este año el 200 aniversario de la independencia y el 500 de la caída de Tenochtitlán, el gobierno de López Obrador ha vuelto a tocar el tema de la exigencia del perdón a España y la intención de traer a México el penacho de Moctezuma exhibido en Austria. Entre las tantas posibilidades, ¿qué enfoque histórico-ideológico y qué aprovechamiento político les dará el gobierno federal a estas dos conmemoraciones?

La historia, como un recuento de hechos pasados muy remotos, suele ser un territorio muy propicio para la manipulación, especialmente si es abordada por cronistas que tienen una determinada inclinación ideológica o una posición social y política determinada.

En mi generación los libros de texto gratuitos, que tenían que llevarse en las escuelas por obligación, aún en las privadas, narraban la historia prehispánica de una manera bastante aburrida, tomando en cuenta que se enseñaba apenas en el nivel de primaria, donde le atiborraban a uno con los periodos preclásico, clásico, neoclásico y a las diferentes culturas, como zapoteca, olmeca, maya, mexica, totonaca, etc.

Para un niño de diez u once años aquello era un fastidio, además de incomprensible, enseñado sin los grandes adelantos que tiene hoy la didáctica, gracias a las tecnologías. Además, a diferencia de un niño que vivía en la Ciudad de México, a nosotros no nos podían llevar de visita a un museo, como el de Antropología e Historia, que hubiera sido algo mucho más ilustrativo y fascinante.

A distancia se percibía que al propio maestro le incomodaba, y mucho, enseñar la historia del mundo prehispánico, algo que él mismo desconocía.

Con el correr de las décadas, la enseñanza de la historia de México se ha vuelto más deficiente, pero además se ha impuesto la versión oficialista, que es lo que se transmite a los niños y jóvenes: un puñado de lugares comunes, enseñados con desgano, con muy pocos recursos didácticos y con pobres apoyos audiovisuales, en una época donde las tecnologías han avanzado a un ritmo aceleradísimo.

El mundo prehispánico, la colonia, el siglo XIX, la revolución en el siglo XX y todo lo que le siguió son territorios desconocidos para el grueso de la población, limitando su estudio a un grupo cada vez más reducido de académicos.

Hoy se le da mucha más importancia a la biografía de un narcotraficante o de un artista famoso que a la de un héroe de la patria, a juzgar por la cantidad de series y producción televisivas de todo tipo que se ofrecen al público, que las consume de forma masiva.

BEATRIZ GUTIÉRREZ MÜLLER

Es en principio muy interesante que la actual primera dama de México, Beatriz Gutiérrez Müller, sea una académica, con una sólida formación en la especialidad de literatura, quien renunció, en sus propios dichos, a la posición de primera dama, lo cual en la práctica ha sido desmentido por sus propios actos y las polémicas que ha generado, además de intervenir en las redes sociales con comentarios que le han acarreado más críticas que aprobación.

En la práctica es quien dirige un ente denominado Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural, pero dicho organismo, u lo que sea, puede hacer mucho o puede no hacer casi nada, dependiendo de la voluntad de Gutiérrez Müller. Hasta ahora se ha visto bastante poco.

Más recientemente Gutiérrez Müller ha difundido mensajes como promotora de la llamada “Estrategia Nacional de Lectura”, pero los ha sesgado lamentablemente hacia esa polémica inútil del Penacho de Moctezuma, cuyo préstamo le fue negado por el gobierno de Austria durante la gira que realizó por Europa, la cual resultó todo un fracaso.

La primera dama ha hecho de su visión particular de la historia la visión del presidente de la república, su esposo, y, en consecuencia, del Estado mexicano, lo cual le ha añadido a la interpretación ya muy facciosa de López Obrador, quien es un entusiasta del siglo XIX mexicano, pero ahora se ha comprado la interpretación de su esposa sobre la conquista de México por Hernán Cortés, el gran monstruo que fundó la Nueva España y, como todos los monstruos, fue grandioso y terrible al mismo tiempo, un personaje casi increíble.

El asunto es que en este 2021 el gobierno federal quiere festejar en grande el 200 aniversario de la promulgación de independencia de México y a Beatriz Gutiérrez se le ha ocurrido que hay que remontarnos hasta la conquista, por lo cual el gobierno de López Obrador comenzó solicitando a la corona española y al papa Francisco que pidieran perdón a los pueblos indígenas de México por las barbaridades cometidas en la conquista.

La negativa fue contundente y en España le cayeron a palos a López Obrador, con varios argumentos, algunos de ellos bastante válidos y otros no tanto, pero la disculpa era en la opinión general un despropósito, después de 500 años de ocurrida la conquista, cuando la España que hoy conocemos no era tan siquiera tal.

En 2020, Beatriz Gutiérrez, que ha mostrado un carácter que tiene cierta vena de beligerancia, la que va en gran consonancia con la de su esposo, emprendió una gira personal por Europa, en calidad de primera dama, algo que se suponía que no era.

Vuelta a la carga, pasó por Francia, Italia y Austria. En este último país se entrevistó con su presidente para pedirle en préstamo el penacho que se supone fue donado por el emperador mexica Moctezuma Xocoyotzin al mismísimo Hernán Cortés, en lo que debió ser el año de 1520 o tal vez en el mismo 1521.

La versión exacta de cómo salió de México ese penacho, o quetzalapanecáyotl por su nombre original, no es realmente conocida con precisión, como también se desconoce cómo es que llegó hasta un país como Austria y se exhibe en el Museo de Antropología de Viena.

¿Y LOS MEXICAS?

Lo cierto es que tal penacho tiene 500 años fuera de México y una antigüedad un poquito mayor. Se trata de una pieza hecha de plumas, piedras decorativas y un poco de ornamentación de oro, pesa apenas un kilo.

Desde el punto de vista museográfico es científicamente serio el sostener que la pieza es fragilísima debido a su antigüedad y lo más recomendable es que no debe ser movida de su sitio para mandarla a México. Es una joya ciertamente, pero su importancia es más bien simbólica, aun en el caso de que en verdad fuera de Moctezuma, lo que inclusive está en discusión.

El propósito de López Obrador era, como en muchas otras cosas, dar un golpe publicitario, de imagen, para manipularlo en su beneficio, algo a lo que no se prestó el gobierno austriaco, porque sencillamente no le interesa. Y eso pareció molestarle mucho a la primera dama.

Si se desea sostener una visión revisionista de la historia de México, habría que echar una mirada al imperio mexica, o azteca, como posteriormente se le llamó, el cual, coincidentemente fundado en 1325, fue conquistado casi 200 años después por Hernán Cortés en 1521, por un puñado de soldados españoles y el apoyo feroz de los pueblos que estaban bajo el dominio mexica, a los cuales sujetaban permanentemente a sus “guerras floridas”, por las cuales capturaban a cientos y en ocasiones especiales a miles de indígenas para sacrificarlos de la manera más brutal a Huitzilopochtli, que era el dios de la guerra y los sacrificios humanos.

El imperio mexica, que abarcaba, al momento de la conquista, los territorios de lo que hoy es el estado de México, Morelos, Puebla, Oaxaca, la costa de Chiapas, Hidalgo y parte de Guatemala, se formó a base de sangre y muerte. Si lo vemos desde una visión contemporánea, aquello era una barbarie terrible sobre otros pueblos y culturas prehispánicas, pero no hay nadie a quién pedirle disculpas y además resultaría absurdo hacerlo.

Octavio Paz cuestionaba mucho el que los antropólogos mexicanos pusieran a la cultura mexica como el cénit o la cima de la cultura prehispánica, e incluso en el Museo de Antropología e Historia de México se le coloca en la parte central.

El tiempo de los mexicas coincidió con el descubrimiento de América y con la conquista, lo cual les facilitó bastante las cosas a los hombres de Hernán Cortés, por las razones expuestas.

Lo que vino con la conquista (entre masacres y enfermedades desconocidas) fue un genocidio, como resultado del encuentro de una civilización muy vieja con un continente que había permanecido aislado del resto del mundo.

EL ABRAZO DE ACATEMPAN

Para abreviar, en un tema que además es de amplia difusión, lo que se celebra en este año de 2021 es el 200 aniversario de la independencia de la Nueva España y el nacimiento del México independiente, no el aniversario de la conquista, cuyo tema ha sido introducido por la primera dama, Beatriz Gutiérrez.

Será no sé si curioso o interesante ver de qué manera retuerce la historia Andrés Manuel López Obrador para darle la vuelta a la forma en que se dio la consumación de la independencia, con el abrazo de Acatempan por parte de Agustín de Iturbide y de Vicente Guerrero, jefes del ejército virreinal uno y del ejercito insurgente el otro.

Sin ganador o perdedor posible y con la monarquía española a salto de mata, Vicente Guerrero, quien venció en todas sus batallas a Agustín de Iturbide, hizo efectiva su frase célebre de “la patria es primero” y abrazó al enemigo, quien tenía agravios, crueldades y trapacerías por costales en contra de la causa insurgente, pero que también entendía, siguiendo en buena parte los intereses del clero y la milicia, que la independencia del imperio español era lo más conveniente y además inevitable.

Aquella guerra tan cruenta terminó en un abrazo, plasmado primero en el Plan de Iguala y en el Plan de las Tres Garantías, para la entrada triunfal a la Ciudad de México un 27 de septiembre de 1821.

Artemio de Valle Arizpe, historiador coahuilense y, habrá que decirlo, muy dado a la narrativa de los asuntos libidinosos y románticos de los personajes históricos, afirma que Agustín de Iturbide desvió el cortejo militar Trigarante en su entrada a la Ciudad de México para que pasara por la calle de la Profesa, en lugar del recorrido original por San Cosme, donde se ubicaba el palacio virreinal, para hacerlo pasar frente a la casa de María Ignacia Rodríguez de Velasco y Bello Pereyra, mejor conocida como “la güera Rodríguez”, que era su amante y consejera, como luego lo fue de múltiples personajes, además de esposa de varios ancianos ricos.

Una mujer sumamente interesante, por cuyo ajetreadísimo tálamo nupcial pasó tanto personaje que incluso es imposible hacer el recuento. Como doña Leona Vicario, ella también puso parte de su fortuna al servicio de la causa independentista, además, claro, de sus deslumbrantes encantos físicos y artes amatorias.

Puesta ante la inquisición para ser juzgada precisamente por algunos de sus enredos amatorios, salió más que bien librada gracias a que conocía los poco ortodoxos gustos sexuales del inquisidor, quien prefirió dejar el asunto en santa paz y no meterse con tan peligrosa dama.

Pues habrá que ver qué tipo de festejos tenemos y con qué matiz ideológico sobre el 200 aniversario de la independencia, porque el sobadísimo discurso de conservadores contra neoliberales ya está más que agotado.

La historia es tan caprichosa que parece bastante complicado determinar cómo explicar que la proclamación de independencia fue, al final, una iniciativa de los propios líderes del virreinato, quienes, a través de Iturbide, persuadieron a los insurgentes para dar nacimiento a la nación mexicana, a la cual siguió un periodo de los más lamentables de la historia nacional, lleno de aberraciones y contradicciones, por las cuales poco faltó para que se desintegrara el país recién independizado.

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