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La cruda realidad hospitalaria del Covid-19: el personal médico agotado y rebasado

Especiales / Especiales Principal / Slider / 30 noviembre, 2020

Por: Álvaro González

Aquí se conjuntan la desolación, la impotencia, el miedo, el agotamiento y las carencias de un sistema de salud pública que ya estaba “tronado”, pero que la pandemia del COVID-19 ha venido a agravar, hasta un nivel en el cual las salas de enfermos son estancias de dolor y muerte, no sólo para los pacientes sino también para todo el personal médico y de enfermería.

Entrevistado en exclusiva por Revista de Coahuila, personal médico de tres clínicas del IMSS de la ciudad de Torreón con áreas de COVID-19 dan sus testimonios y su opinión de lo que ocurre realmente al interior de estos centros hospitalarios y de las salas de confinamiento de enfermos por la pandemia.

Enedina, enfermera con una experiencia de diez años en el IMSS, expone que ella, y en general el personal de enfermería, no recibe del IMSS el equipo que debiera para protegerse debidamente del contagio del virus, por lo que el cuerpo de enfermería, de sus propios recursos, tiene que comprar equipo adicional, pero hay quienes no lo pueden hacer y así trabajan, por lo que el número de contagios es muy alto y ya se han presentado varias muertes entre el personal.

“Nos proporcionan un equipo muy básico, que consiste en guantes, cubrebocas, botas y caretas de acetato; pero si quieres estar más protegido, necesitas comprar overoles, caretas con respirador, goggles, full face (respiradores con filtros especiales); todo esto cuesta arriba de 5 mil pesos y lo tienes que pagar de tu bolsa para protegerte”, comenta.

La jornada laboral ordinaria es de 8 horas diarias y de 12 horas en el turno de la noche, pero es común que tengan que doblar turnos por la falta de personal, haciendo turno de 16 y hasta de 20 horas continuas, lo que provoca un agotamiento físico y emocional. Además, por el uso del equipo se presentan dolores de cabeza, deshidratación, lesiones en la cara y hay inclusive problemas para atender sus necesidades fisiológicas, como el orinar, ya que hay que quitarse y volverse a poner todo el equipo y hacer la sanitización para volver a ingresar a las salas de enfermos.

Enedina añade: “Cada enfermera atiende en teoría de 4 a 7 pacientes, pero cada vez hay más carencias de personal, por lo que hay que atender una cantidad mayor de pacientes.

“Además del cansancio, que se va acumulando, hasta volverse un agotamiento, hay un desgaste emocional porque está conviviendo con enfermos graves y muchos de ellos mueren, pero a diferencia de otras enfermedades tú sabes que te pueden contagiar y pasar a ser otro paciente más. Trabajamos con miedo; un miedo que es permanente, no sólo por ti, sino porque sabes que si te infectas, vas a llevar el virus a tu familia y en mi caso mis papás ya son personas mayores y de alto riesgo. Todos los días llego y me voy preocupada del trabajo.”

Un aspecto que es sumamente delicado es que el personal de enfermería no está calificado para el manejo de pacientes que están en condiciones de terapia intensiva por un padecimiento como el coronavirus, donde se tienen que hacer una serie de procedimientos especializados. En general el personal de enfermería no está calificado debidamente para manejar a pacientes graves por COVID-19, que son la totalidad de quienes son internados en las clínicas del IMSS por este padecimiento.

MORTALIDAD DE DOS A UNO

El ambiente en las salas de enfermos, que ya de suyo se asemeja al purgatorio bíblico, es desolador. El enfermo se encuentra completamente solo, no puede recibir visita alguna y sólo bajo ciertas condiciones puede comunicarse muy brevemente con un familiar, pero ésas son excepciones. A los médicos, cubiertos completamente de pies a cabeza, sólo se les conoce por su nombre y por su voz, no tienen rostro y nadie, más que ellos, puede ingresar a las áreas que son restringidas.

En los casos de fallecimientos, los cadáveres son acomodados en espacios pequeños, dentro de bolsas herméticas de poliuretano y sanitizados. El protocolo de entrega es brevísimo y de ahí a la cremación, sin posibilidades de ceremonias fúnebres, lo que hace que la pérdida sea mucho más dolorosa.

Surge así una pregunta crítica: ¿por qué el número de fallecimientos es el doble en los hospitales públicos en relación a los privados?

Laura, médica especialista que labora para el IMSS desde hace más de una década, expone lo que considera una posible respuesta:

“Los hospitales públicos y privados reciben a un tipo de pacientes distintos, con hábitos de alimentación diferentes, hábitos de ejercitación también diferentes, con cuidados médicos distintos en el caso de tener enfermedades crónico-degenerativas, gente que está atendida. Además, la gente que acude al hospital privado lo hace ordinariamente a tiempo, cuando aún los síntomas del COVID-19 no están en un nivel de gravedad, mientras que en el sector público el paciente acude muy tardíamente a un hospital y además tiene que esperar un turno, el que puede ser largo y por lo mismo los síntomas se agravan con el paso de los días, además no hay comparación entre un hospital privado y uno público en todo tipo de recursos: humanos, técnicos  y hospitalarios.”

“LO MÁS DURO ES LA INDIFERENCIA…”

En el caso de las y los doctores sucede algo muy similar al del personal de enfermería: no reciben el equipo necesario y lo tienen que adquirir por cuenta propia, las jornadas son agotadoras, con turnos en teoría de 8 horas en el día y 16 en la noche, pero que se pueden alargar hasta 20 horas por la carencia de personal, cada vez más crítica. Los sábados y domingos el turno es de 16 horas diarias, algo que se vuelve extenuante.

Julieta, médica especialista asignada al área de COVID-19 en la clínica 71 del IMSS, conocida como Torre de Especialidades, comenta su experiencia a Revista de Coahuila.

“La mayoría de los médicos asignados a las áreas de COVID-19 no están capacitados. Todos son especialistas, independientemente de la edad que tengan, pero un ginecólogo o un traumatólogo no está calificado para atender un padecimiento de estas características, que requiere de urgenciólogos, de neumólogos y de otras especialidades que no se tienen disponibles, porque no hay el personal que se requiere y la situación es cada vez más difícil por el aumento de pacientes y la falta de personal médico que es escaso.

“Se debe tomar en cuenta que los enfermos que se están manejando en las áreas COVID-19, la mayoría está en condiciones de gravedad o en terapia intensiva y estamos ante un padecimiento desconocido, sobre el cual no existen estudios científicos, ni experiencia en su manejo, pero además muchas especialidades médicas no tienen nada que ver con él y, sin embargo, tienen que ser atendidos por los médicos de que se dispone, con todo lo que eso puede implicar”, comenta.

Cada especialista atiende en promedio de 25 a 30 pacientes, días más, días menos, lo que se convierte en una tarea poco menos que imposible, con una disposición de tiempo sumamente pequeña para cada paciente.

RdeC: ¿Qué es lo más duro de la situación que se vive en las salas de COVID-19?

J: Lo más duro no está dentro de estas salas, aunque por momentos se conviertan en algo parecido a salas del terror; lo más duro es ver la indiferencia de la gente allá afuera, teniendo reuniones, haciendo fiestas, de un lado al otro comprando. Aquí los pacientes se están muriendo y allá afuera a la gente no le importa, eso es lo más duro para nosotros y en general para la comunidad médica; es indignante y desalentador.

EL SISTEMA DE SALUD ESTÁ TRONADO

Rodrigo, también médico especialista del IMSS, es especialmente crítico. “El sistema de salud pública está tronado desde hace muchos años”, afirma de forma contundente. “Es ineficiente, insuficiente y obsoleto; el COVID-19 no hizo sino venir a desenmascarar esta situación, a poner en evidencia todo ese atraso y todas esas carencias”.

RdeC: ¿Había que preguntarse entonces quién está dejando de hacer su tarea o no hace lo que le toca?

R: Yo te diría que en estos momentos todos: las autoridades gubernamentales, la mayoría de la gente en general e inclusive nosotros como comunidad médica, porque hemos ido sobrellevando una situación que sabemos que no está bien.

RdeC: ¿Qué deberían hacer las autoridades gubernamentales?

R: Informar la realidad a la gente, no maquillar las cosas con mentiras y tomar las medidas internacionales que están bien descritas para el manejo de una pandemia; no requieren descubrir nada nuevo, las medidas están descritas pero se están poniendo los intereses económicos por encima de los intereses de la salud de la población, así de sencillo.

RdeC: ¿Los números oficiales sobre el COVID-19 son entonces ficticios?

R: Por supuesto que son ficticios, desde el inicio son ficticios, desde el momento que se negó la realización de pruebas y después el manejo que se le ha estado dando. No es posible que en una zona metropolitana, como es Torreón, Gómez Palacio y Lerdo, la mitad esté en semáforo rojo y la otra mitad, que es la más grande, no. ¿De qué se trata? ¡De darle prioridad a la economía! ¿Por qué con la situación que tenemos hay bares, restaurantes y muchos otros lugares abiertos, cuando ya estamos rebasados? Dicen que hay camas, ¡pero no hay personal para atender esas pocas camas que quedan! Mientras se da esta situación, por lo menos en los hospitales públicos, ni los enfermos hospitalizados y ni a los mismos fallecidos se les practicaron pruebas en su momento.

RdeC: ¿Cuál es el escenario?

R: Muy probablemente la situación empeore con el invierno.

RdeC: ¿Qué se le puede recomendar a la población, a la sociedad en general?

R: Que lo más importante es que hay que tener conciencia, estamos ante una pandemia que estaba bajo cierto control, pero se ha salido de ese control y el sistema de salud no tiene la capacidad de atender el problema; es un sistema con muchos problemas, entonces si yo soy consciente de que si me enfermo y caigo en una situación de gravedad, no se me va a poder atender y estoy en riesgo de muerte, me debo cuidar y debo cuidar a mi familia; ya habrá tiempo para hacer todo lo que desee en un futuro.

RdeC: ¿Y la vacuna?

R: La vacuna en contra del COVID-19 es algo todavía distante, más de un año en un buen escenario, así que no podemos estar pensando en que es algo próximo, pero además habrá que ver toda la logística y la capacidad de organización para vacunar a todo un país de más de 120 millones de habitantes. Hoy, hay que decirlo honestamente, no tenemos esa capacidad, hay necesidad de crearla.

RdeC: ¿Cuál sería tu mensaje para cerrar la entrevista?

R: Que estamos ante una pandemia y, como población, tenemos que cobrar conciencia de ello y cuidarnos en consecuencia, podemos hacerlo y en buena medida sabemos cómo. A las autoridades gubernamentales yo les pediría que esto no es política, es salud pública, son vidas humanas, y deben dar a conocer la realidad, no disfrazarla; enseguida deben tomar las medidas que correspondan, aunque éstas sean duras, deben estar informando continuamente a la población, pero no como ahora lo hacen, que aparece en la televisión un político que se presenta como médico y es un contador de muertos y de enfermos, pero de acuerdo a las cifras oficiales ¿qué resuelves con eso a nivel de los hospitales y de la propagación de la pandemia entre la población? Nada, sólo te justificas con mentiras al no estar haciendo lo que tienes que hacer.

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