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Jóvenes y festejos sociales: La Laguna perdiendo el control del Covid-19

Análisis Político y Social / Slider / 2 noviembre, 2020

Por: Eugenia Rodríguez

Un espacio aproximado de mil metros cuadrados de terreno, con alberca, palapas, baños, asadores y jardín, La quinta, es una más de las muchas quintas de renta para eventos que hay en los alrededores del poblado de Villa Juárez, en el municipio de Lerdo, pero su clientela principal son gentes de Torreón que organizan algún tipo de festejo social.

Es el domingo 11 de octubre, son las 8 de la noche y el festejo apenas comienza. Se festeja un cumpleaños y dentro del lugar hay por lo menos 150 jóvenes de ambos sexos, bebiendo, bailando, charlando y en general conviviendo, la casi totalidad de ellos sin cubrebocas.

La fiesta es amenizada por un conjunto musical llevado especialmente de Torreón y, como uno de los organizadores lo grita a voz en cuello: ¡vamos a darle hasta que amanezca, güeyes! ¡Al cuerpo lo que pida, cabrones!

El gran portón se mantiene cerrado y así permanecerá.

A las una de la mañana el festejo está en todo su apogeo. La bebida ha corrido con alegría y la mayoría se encuentran alcoholizados. Unos bailan frenéticamente, otros siguen bebiendo, algunos ya discuten y no pocas parejas de amigos o novios “cachondean”.

El conjunto musical hace una pausa para descansar y el festejado aprovecha para tomar el micrófono y dar las gracias a todos los que han asistido, al mismo tiempo que les grita: ¡Gracias a todos, cabrones, los quiero un chingo y que chingue a su madre el coronavirus! ¡Saluddddd!

Efectivamente la fiesta terminó casi hasta el amanecer. ¿Cuántos contagios de covid-19? Imposible saberlo, pero debieron ser muchos.

Cuando ya parecía que la pandemia había cedido y estaba deportando un descenso muy notorio en Torreón y en toda la región lagunera, vinieron las fiestas patrias, los antros y bares comenzaron a violentar todas las normas de sanidad y los salones de eventos y quintas, como en la que se realiza este evento masivo, volvieron a hacer negocio, inclusive más del que hacían antes de que apareciera la pandemia.

La corrupción de los inspectores municipales permite que no haya ningún problema, pero también el relajamiento de las familias que se olvidaron de la precaución y comenzaron las reuniones y los festejos.

En la mayoría de los cafés, hombres y mujeres conviviendo de mesas de cuatro y hasta seis clientes, sin ninguna distancia, guardando el cubrebocas, hablando en voz alta, riéndose a carcajadas, como si la pandemia ya no existiera.

Para la segunda semana de octubre no había espacio para admitir a pacientes con cuadros graves de coronavirus en ningún hospital privado de Torreón y las clínicas y hospitales del sector público habían alcanzado un 60% o más de ocupación de camas para COVID-19.

Los centros médicos que ofrecen el servicio de pruebas de detección, como Genómica y otros, reportaron que el índice de positividad en la aplicación de pruebas había ascendido hasta un 50%, cuando ya había descendido hasta un 15% en el mes de septiembre.

Todo el esfuerzo del confinamiento de los meses de abril, mayo y junio se fue en apariencia al bote de la basura, al regresar al código rojo o de máximo riesgo.

LOS JÓVENES Y LOS NEGACIONISTAS

Aunque el relajamiento ha sido general, los jóvenes son el sector de la población que más ha abandonado las medidas de protección contra el virus, en buena medida conscientes de que su nivel de riesgo, de acuerdo a las estadísticas, es mucho menor que el de las personas de edad y los grupos de alto riesgo, lo que les lleva a comportamiento de exposición al contagio y, como consecuencia, a la transmisión del virus a otros miembros de la familia, entre quienes se encuentran adultos de mayor edad, con algunos problemas preexistentes de salud y, algo muy frecuente, con obesidad.

Como consecuencia de estos comportamientos, los hospitales y clínicas reportan varios fallecimientos de jóvenes con edades hasta de 30 años, al mismo tiempo que se reportan cuadros severos de la enfermedad en jóvenes aún menores, lo que es muy delicado si se parte de algo que a estas alturas está confirmado médicamente: el covid-19 deja secuelas y muchas de ellas pueden ser permanentes.

Otro factor que los jóvenes tampoco están tomando en cuenta es todo el trastorno social que implica un nivel alto de contagios y el tener que volver al cierre de muchas actividades y al confinamiento, un costo muy alto que ya se pagó en buena medida, aunque en lo económico, si todo vuelve a la normalidad, lo pagaremos por casi diez años.

Entre los asistentes a la fiesta referida al inicio de este artículo, muchos son universitarios que tienen suspendidas sus actividades ordinarias y se encuentran en modo virtual, lo que va en contra de la calidad de su formación profesional, algo que debería importarles, y mucho, porque la calidad de su formación profesional marcará el resto de sus vidas.

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