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La crisis económica: lo peor está por venir

Especiales / Especiales Principal / Slider / 27 mayo, 2020

Por: Rodrigo Tejeda

Andrés Manuel López Obrador llegó al poder por una razón y con un propósito principal: sacar de la pobreza a la mitad de los mexicanos, cambiando el sistema económico y limpiando al sistema político de la corrupción endémica en que se encuentra metido. A un año y medio de ejercer el poder formal, pero a dos años de ejercerlo de facto, la economía del país ha empeorado en términos reales para la mayoría de aquellos que le otorgaron su voto.

Con base en la información oficial del INEGI, al cierre de 2019 había en el país 1 millón 942 mil 71 mexicanos desempleados, lo que representa el 3.4% de la Población Económicamente Activa (PEA), un poco arriba del 3.3% se registró al cierre de 2018.

Subió el desempleo y también aumentó la informalidad. Los únicos que hoy parecen tener seguro su empleo y su sueldo son los empleados de gobierno y dependencias públicas, en una crisis económica que comenzó desde el año pasado pero que se profundizará gravemente en este año de 2020, como consecuencia de la pandemia de COVID-19, pero también de una conducción económica del país que, en números duros, no está funcionando.

Lo más preocupante es que lo peor de esta crisis económica está por venir. Todo se ha conjuntado para lo que parece ser no una tormenta sino un huracán de dimensiones impredecibles.

Debido a la crisis económica provocada por el COVID-19 los especialistas en el tema consideran que se pueden perder entre 1.1 y 2 millones de empleos formales, lo que llevaría la tasa de desempleo hasta un 7 u 8%, con una caída del 11% del Producto Interno Bruto, al acumularse los casi dos millones de desempleados que ya había con la perdida de empleo en 2020.

Indirectamente habría que sumar la pérdida de empleo de los migrantes en los Estados Unidos, quienes representan, en conjunto, un ingreso de 36 mil millones de dólares para el país cada año.

Aún con cambios muy acertados al manejo de la economía, a los cuales no sólo se resiste el gobierno de AMLO sino que se opone a muchos de ellos, para finales de 2020 México no sólo tendrá más pobres sino que se habrá empobrecido en términos generales como país.

El Producto Interno Bruto, PIB, de México habrá descendido y se incrementará su endeudamiento, cuando ya es uno de los 10 países del mundo más endeudados.

Si lo quiere poner en números de economía y población veámoslo en cifras de finales de 2019.

La Población Económicamente Activa es de 57.7 millones de personas de 15 años o más, de los cuales 33.7 millones son hombres y 22 millones son mujeres, lo que significó 1.5 millones más en relación al año anterior, así que el país necesita 1.5 millones de empleos cada año.

Como no los hay en la economía formal, los desempleados se están yendo a la informalidad y al subempleo, el cual absorbe 4.3 millones de mexicanos que tienen un oficio o profesión pero no pueden ejercerlo, así que el subempleo representa el 7.8% de la ocupación total del país.

Éstos son los números que no se pueden cambiar con un discurso o tratando de reinventar los conceptos de la economía hablando de bienestar y felicidad. Lo que los cambia es una economía con crecimiento alto, con generación de empleos, con mejores sueldos y con una distribución más equitativa de la riqueza utilizando eficientemente el gasto público que proviene de los impuestos.

Pero las noticias son malas y la adversidad ha hecho presencia no sólo en México sino en el mundo entero.

CAÍDA DE LA INVERSIÓN Y DEL EMPLEO

López Obrador se comprometió a bajar la pobreza, aumentando el índice de bienestar de la población más desprotegida, pero nunca presentó un proyecto económico, sino la promesa del combate a la corrupción, considerando a ésta como el origen de todos los males del país, lo que era válido para el funcionamiento de todo el aparato gubernamental, pero no para reorientar la economía.

El planteamiento de campaña era que la eliminación de la corrupción le daría 500 mil millones de pesos adicionales al presupuesto público para destinarlos al gasto social, lo que era buena propaganda política pero una mentira, como se confirmó en 2019.

Sólo entrar al poder, López Obrador paralizó obras de infraestructura mayor, en lugar de corregir la corrupción y limpiar las contrataciones. Muchas de sus decisiones resultaron contradictorias y motivadas por venganzas de tipo político.

El combate a la corrupción pasaba, necesariamente, por romper con un maridaje vicioso y corrupto del gobierno con ciertos grandes empresarios del país, que siempre se han beneficiado de relaciones sucias con el Estado, al mismo tiempo que limpiar los procesos de adquisición del gobierno con proveedores.

Para hacer lo anterior se necesitaba de funcionarios honestos y competentes y de una toma de decisiones enérgica, pero al mismo tiempo de no paralizar la construcción de infraestructura del país y no paralizar el funcionamiento del aparato estatal y las dependencias gubernamentales.

Lo que era un buen propósito se convirtió en dos problemas graves: falta de certeza para la inversión privada en el país y un gran desorden en la proveeduría de bienes y servicios contratados por el gobierno, afectando sectores tan estratégicos como el de la salud y el de la construcción, entre otros.

En regiones como La Laguna, a través de una consulta “popular” en una reunión masiva con sus seguidores, canceló, de un plumazo, la construcción del Metrobús para la zona metropolitana de Durango, al mismo tiempo que paralizaron recursos para terminar las obras en la parte de Coahuila, que estaban en su fase terminal.

Todos los proyectos de inversión en energías limpias que estaban contratados con la CFE y muchos de ellos tenían ya un avance importante, con inversión nacional y extranjera, fueron paralizados y, más recientemente, cancelados.

Se entró en una “austeridad republicana”, que realmente se traduce como una concentración de todo el gasto público en el gobierno central y en manos del propio presidente y dos o tres funcionarios, lo que ha traído serios problemas al generar un gigantesco embudo, donde todo el gasto pasa por la oficina presidencial.

Siempre con el argumento de la corrupción, los recursos destinados a los estados y municipios fueron restringidos, lo que está teniendo una repercusión en la generación de infraestructura y servicios.

No hay un solo proyecto de importancia en infraestructura para todo el norte de México, lo que incluye, por supuesto, a los estados de Coahuila y Durango.

SALAMANCA, GUANAJUATO, 26MAYO2019. Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México, encabezó la presentación del Plan Nacional de Refinación en las instalaciones de la refinería ‘Ingeniero Antonio Manuel Amor Ríos’, en la cual realizó un recorrido por las instalaciones de la misma. Lo acompañan, la secretaría de energía, Rocío Nahle; el director de PEMEX, Octavio Oropeza y el gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo.
FOTO: PRESIDENCIA /CUARTOSCURO.COM

El gasto público, bien manejado, tiene una influencia importante sobre las economías municipales y estatales. López Obrador lo ha concentrado en tres obras muy cuestionables: el Aeropuerto de Santa Lucía, que fue entregado al ejército; la Refinería de Dos Bocas, en su estado natal de Tabasco, y el llamado Tren Maya, en la península de Yucatán, más otras obras y programas, la mayoría de ellas destinadas también a los estados del sur del país.

López Obrador está haciendo algo que se guardó en campaña y que se ha convertido en un serio problema para la economía: la recuperación de un modelo estatista, por el cual el Estado trata de asumir la rectoría de la economía del país y busca mantener bajo su control los sectores más estratégicos.

Es un modelo donde se mezcla el viejo socialismo de la primera mitad del siglo pasado con el nacionalismo revolucionario de su periodo juvenil como priista.

Si fuera un socialista moderno e innovador, sería muy interesante lo que podría esperarse, pero se trata de ideas muy viejas, que no funcionaron en su tiempo y sí provocaron serios problemas económicos. En un mundo como el de hoy las ideas económicas de López Obrador, además de viejas, son inviables y eso ya se está reflejando en el deterioro de la economía.

LO CONCRETO: EMPLEO, SALARIOS Y SEGURIDAD SOCIAL

Para la microeconomía de una familia las cosas son muy concretas y simples: tener empleo, ganar un sueldo que cubra su bienestar básico, tener una pensión para su vejez y servicios de salud públicos eficientes.

Para los empresarios, desde el más grande hasta el emprendedor más modesto, la expectativa es tener certeza en su inversión, una infraestructura pública aceptable, impuestos razonables y un gobierno delgado y eficiente en su gasto, un Estado de derecho sólido y acceso a dinero a buen precio para poder iniciar o para crecer.

Todo esto se traduce en estabilidad y, como consecuencia, en incremento en los niveles de bienestar.

López Obrador ha mostrado, ya en el poder, que su ideología, la cual sólo comparte con un grupo reducido de sus más cercanos colaboradores y seguidores, tiene que imponerse, aún en contra del sentido común y de un manejo sensato de la economía y del fortalecimiento del sistema democrático del país.

Ha optado por el populismo y la demagogia, como medidas para controlar a una clientela masiva de simpatizantes, aprovechando su carisma personal y sus habilidades de comunicación, donde maneja magistralmente la simulación y la distracción, en lo que se ha vuelto una especie de espectáculo mediático todos los días por la mañana.

De los 30 millones de mexicanos que votaron por él, la parte más grande es su clientela que formó en 18 años de activismo: ciudadanía harta de la ineficiencia de gobiernos priistas y panitas. Otra parte, que deben ser al menos 10 millones, votó por él como una alternativa de cambio, esperanzados en darle un giro al país, pero son simpatizantes críticos, pensantes, que no están viendo claras las cosas y captan todas las contradicciones que han ido surgiendo.

La otra parte es una parvada de buitres venidos de todos los partidos políticos y organizaciones, quienes sabían que AMLO iba a llegar al poder y se subieron al carro del triunfador, con la enorme ventaja de que son gentes aviesas y experimentadas en política y en negocios, que no están perdiendo su tiempo en idealismos y, mucho menos, en fidelidades de fanáticos. Ellos llegaron para seguir obteniendo beneficios del poder.

EJEMPLO: PEMEX Y EL SECTOR ENERGÉTICO

Si a un anciano necesitado le das 1,250 pesos mensuales lo tienes incondicionalmente de tu lado; si son una pareja de ancianos y reciben 2,500 pesos mensuales estarán aún más agradecidos.

Es imposible cuestionar un programa asistencialista de este tipo donde la mitad de la población es pobre. Sin duda un programa clientelar muy eficiente, pero el problema de fondo de la seguridad social del país no está ahí.

En México el trabajador del régimen general cotiza, desde 1997, a través de las AFORES, un sistema de pensiones insuficiente, que le entregará a los trabajadores una pensión miserable, lo que hará crisis en el 2021, cuando se comiencen a presentar las primeras generaciones de pensionados bajo este régimen. Al respecto no se ha hecho nada, porque es algo mucho más complejo y delicado.

En contraste, todos los trabajadores gubernamentales, de todos los niveles, dependencias y organismos, tienen asegurada una pensión digna o al menos decorosa, no importa lo que le pase a la economía, al menos que la situación se pusiera desastrosa para las finanzas públicas.

Pemex tiene 145 mil trabajadores, cuando, de acuerdo a los estándares internacionales, debería tener únicamente 45 mil, lo que implica una sobrecarga laboral de 100 mil trabajadores.

Un auxiliar administrativo (secretaria) gana en Pemex 12,112.00 pesos mensuales, más un muy atractivo paquete de prestaciones.

Antes de la contingencia, AMLO ofreció a los trabajadores de CFE regresarles las condiciones laborales anteriores al 2008, cuando fueron modificadas.

Tanto en Pemex como en CFE un trabajador puede jubilarse a los 55 años de edad o 25 años de servicio, o 30 años sin límite de edad. Tiene un paquete de prestaciones laborales de primer mundo, como parte del cual se les obsequia la luz o la gasolina que consumen personalmente, dependiendo de la empresa. Al retirarse se le entrega al trabajador 25 días de sueldo por cada año trabajado.

Lo más increíble es que los trabajadores de Pemex no cotizan, es decir no aportan nada a la seguridad social, pese a sus sueldos elevados. Los trabajadores de CFE no lo hacían hasta 2008, cuando comenzaron a tener que aportar y se incrementó su edad de jubilación, pero AMLO ya se comprometió a regresársela.

Un trabajador de Pemex o de CFE puede jubilarse hasta con menos de 50 años de edad, sin haber aportado un solo peso a la seguridad social, cuando todavía está en plena etapa productiva.

Un trabajador general, bajo la ley de 1973, se puede jubilar hasta los 60 años, con solo el 75% y va incrementando para alcanzar el total hasta los 65 años de una pensión ordinariamente muy baja.

Un trabajador bajo el régimen de AFORES se jubilará con una pensión promedio de entre 2 y 3 mil pesos mensuales, a partir de 2021.

Lo más grave es que AMLO ha convertido su política energética en un asunto de identidad nacional; es una ideología nacionalista por la cual Pemex y CFE representan la soberanía del país y deben ser monopolios controlados por el Estado.

Esto es algo muy grave que puede hacerle un daño enorme a la economía del país, en un mundo donde el petróleo, el combustóleo y el carbón son consideradas energías sucias que además están de salida.

Todos coinciden en que la política energética de este gobierno puede llevar al Estado mexicano a un callejón sin salida.

Pemex, con una deuda de 105 mil millones de dólares, es la petrolera más endeudada del mundo, cuyos bonos han pasado a basura en los mercados internacionales.

El presupuesto de Pemex para 2018 fue de 391 mil 946 millones de pesos y el de 2019 ascendió a 489 mil 661 millones de pesos, pero tan solo en el primer trimestre de 2020 tuvo pérdidas por 562 mil 250 millones de pesos, más de las del total de 2019, que fueron por 346 mil millones de pesos.

Al cierre de 2019 tuvo el nivel de producción más bajo desde 1990, pero el presidente declaró: “ya estamos rescatando a Pemex”, lo que contradice los reportes enviados a la Bolsa Mexicana de Valores.

En un sondeo realizado por la revista internacional Forbes, el negocio petrolero mundial no comprende por qué, bajo tales circunstancias, el gobierno mexicano se empeña en apostarle al petróleo, e inclusive invertir en una refinería (Dos Bocas), cuando la refinación no es negocio y sobran refinerías en venta en el vecino estado de Texas.

En medio de la tormenta perfecta de la pandemia de COVID-19 y del petróleo a nivel mundial, la Secretaria de Energía, Rocío Nalhe, una de las más incompetentes funcionarias del actual gabinete, anunció, por indicaciones presidenciales, lo que es virtualmente la cancelación de todos los contratos de energías limpias del sector privado con la CFE, lo que representa 44 proyecto de energía limpia en 18 estados del país. Habrá demandas a nivel internacional.

Estas dos joyas de la corona de la 4T muestran, de manera desastrosa, como es que se está manejando la economía del país por parte del gobierno, ante un medio empresarial desconcertado, molesto, que no encuentra sentido a lo que está pasando, pero tampoco parece tener alternativas o propuestas para hacerse escuchar de una forma más contundente.

Con una deuda de 8.7 billones de pesos ante el Banco Mundial, de los cuales un 65% es deuda a largo plazo del sector público y 42.2% deuda de empresas que se financian fuera del país. México está entre los 10 países más endeudados del mundo, de ahí que el gobierno le tenga tanto temor a la contracción de más deuda, una alternativa que no está descartada.

El problema de AMLO se asemeja al pasaje aquel en el que Jesucristo reunió, para escuchar su prédica, a una muchedumbre muy numerosa que entrada la tarde tuvo hambre y comenzó a pedir de comer, lo que motivó al mesías a multiplicar los peces y los panes.

AMLO convocó a la muchedumbre, le ha predicado, pero esta tendrá hambre y él no sabe multiplicar los peces y los panes y, lo que es peor, no reconoce que no sabe y sigue predicando.

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