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La protesta feminista: Contra la violencia de género, ¿cómo expresar tanto dolor y hartazgo?

Análisis Político y Social / Opinión / 26 febrero, 2020

Por: Gerardo Lozano

El feminicidio es un problema nacional que urge atenderse hasta la raíz: la brutalidad infamemente inhumana de algunos hombres en contra de mujeres como expresión máxima de una violencia de género sistemática. A diferencia de décadas anteriores, la reacción de las organizaciones protectoras de los derechos civiles es mucho más activa y no sólo de denuncia sino de presión verdadera y efectiva en contra de las autoridades judiciales.

El problema de violencia contra las mujeres es muchísimo más viejo y extendido, toda una subcultura tan arraigada en nuestra sociedad que permea casi cualquier ámbito de la vida pública y privada: violencia política, verbal, emocional, física, religiosa, educativa, económica, laboral…

Las mujeres han sido, no sólo en México sino en el mundo entero, el género que ha jugado un rol por la paz, el respeto y la tolerancia. Todas las guerras que este mundo ha visto las han provocado y protagonizado hombres, pero las mujeres y los menores han sufrido su barbarie al quedar en medio de los conflictos.

Hay otras conductas en las cuales los hombres han sido los protagonistas históricos, como el alcoholismo y todo tipo de drogas prohibidas o permitidas socialmente, incluido el tabaco.

En las últimas décadas las mujeres se han ido incorporando al mundo del alcohol, del tabaco y del consumo de estupefacientes, pero siguen siendo una notoria minoría.

Otro factor sumamente importante es que las mujeres delinquen mucho menos que los hombres, en cualquier tipo de delitos, pero aún menos en delitos que implican violencia o son de alto impacto.

Esto significa que la mujer se apega mucho más que el hombre a las normas de convivencia social y a las leyes, incluidos aspectos como el no robar o no llevar a cabo prácticas económicas abusivas o formas de corrupción.

Las cifras de la violencia en México han estado fluctuando, pero no de forma drástica; mientras que los feminicidios contabilizados sí se están incrementado.

La protesta de las mujeres ante ello y la militancia por exigir un castigo a los responsables, así como la reparación absoluta de los sistemas judiciales ineficientes e indiferentes, es obligada, lo que ha llevado ya a incrementar las sanciones por feminicidio, para colocarle en uno de los delitos con penas más severas que existen dentro del código penal vigente. Lo mismo ha pasado con delitos como la violación.

COLECTIVOS Y MONUMENTOS

La lucha por los derechos de la mujer y la equidad de género es la más grande revolución iniciada en la segunda parte del siglo pasado y lo que va del presente, pero en este siglo y más específicamente en la última década, han surgido algunas facciones radicales, donde se presentan dos problemas importantes.

El primero es considerar que la lucha por la equidad de derechos entre mujeres y hombres se trata de una guerra de géneros, lo que es totalmente contrario a la misma condición humana, pues la equidad de derechos va acompañada de la búsqueda del respeto, de la armonía.

El otro problema es que ante el panorama de un país donde 10 mujeres al día son asesinadas por hombres, ante el hartazgo y la rabia razonables de un sector tan amplio de la sociedad que no piensa tolerar más esta violencia y ante la ineficiencia gubernamental generalizada que tiene el interponer denuncias por violencia de género, ¿parece que aún quedan opciones más inmediatas que llevar ese hartazgo a la protesta física y la intervención política de espacios y monumentos públicos?, ¿podría servir este tipo de protesta, que a tantos conservacionistas escandaliza e indigna, para frenar de golpe y de momento, la violencia feminicida y, en menor medida, el machismo y la misoginia tan enraizadas en la sociedad mexicana? El asunto es que más a raíz de las primeras protestas que optaron por paredes y monumentos, el tema de la urgencia de solucionar nuestro mortal problema de violencia de género no ha dejado de estar constante y punzante en la agenda nacional, y el hartazgo efectivamente ha logrado visibilizarse muchísimo más.

El año pasado un grupo de activistas intervino la Alameda Zaragoza de Torreón como un acto de protesta en contra de esta violencia; tiñeron de rojo el lago Coahuila y pintaron consignas en bancas y algunos otros equipamientos del lugar. Fue evidente que una vez cruzada la línea por las colectividades feministas en la CDMX el 16 de agosto de 2019, hubo (y hay) un importante eco en grupos de otras partes del país. De igual forma, así como sucedió en la capital con las afecciones en el Paseo de la Reforma y el llamado Ángel de la Independencia, en Torreón el gobierno no se hizo esperar para restaurar en uno o dos días los sitios intervenidos: en poco tiempo la rara vez vista eficacia de las autoridades ya había desaparecido las consignas de las bancas y el agua roja del lago.

Estas manifestaciones se han vuelto recurrentes en la ciudad de México, siendo una de las más recientes la del 25 de enero de 2020, cuando se llevó a cabo una protesta contra el feminicidio de las activistas Yunuén López (abogada) e Isabel Cabanillas (artista plástica), y enfrentamientos con la policía capitalina. El contingente protestó frente a Bellas Artes y avanzó hacia el Ángel de la Independencia; en el trayecto se repitieron acciones de las manifestaciones previas.

WHATSAPP: “ANARCAS VIOLADORAS”

El día 2 de octubre de 2019, justo en espera de las manifestaciones y eventos de protesta característicos de la fecha, el diario La Razón publica una nota sobre cómo los sistemas de inteligencia del gobierno capitalino tenían información sobre cuatro grupos radicales que solían ocasionar las pintas, incendios y demás violencia física en las manifestaciones feministas. El reportero Antonio López increpa sobre el asunto esa misma mañana a López Obrador, antes de que la nota se publicara; el presidente responde estar al tanto, recalca que no habrá represión, bromea sobre acusar a las personas encapuchadas con sus madres y abuelas y no da mayor información sobre el asunto.

La nota de La Razón provee solamente dos nombres de los cuatro grupos, diciendo que provienen de los nombres de dos grupos de Whatsapp que los colectivos formaron luego de deber cerrar sus cuentas de Facebook por haber publicado sus propias fotos violentando las manifestaciones. Los dos grupos mencionados son denominados por el medio como “Anarcas violadoras” y “Muerte al pito”; reporta que estas personas suelen vestir de negro y actúan encapuchadas, y que, además, aunque los grupos están fundamentalmente integrados por mujeres, las acciones en las protestas son coordinadas y resguardadas por hombres, a los que nombra “halcones” y quienes también, reporta La Razón, se encargan de cargar los bidones con gasolina y atacar a gente presente en la marcha.

Un párrafo de la nota dice, luego de informar sobre que uno de estos “halcones” ya ha sido identificado en video: “Este sujeto y los colectivos radicales han sido ubicados en las marchas de Ayotzinapa, en la proaborto del sábado pasado [28 de septiembre], y la encabeza por grupos feministas el 16 de agosto, cuando fue herido un reportero de ADN-40. Un integrante de estos grupos autodenominaros anarquistas adelantó a este diario que se harán presentes en la marcha de hoy.”

Sobre el informante la nota no da mayores datos, sólo plasma esa frase y deja ahí la mención sembrada. La evocación del ataque recibido por el reportero de ADN-40, Juan Manuel Jiménez, que en la redacción realmente no se le está atribuyendo a los grupos de los que habla la nota, parece tener una razón más tendenciosa que periodística; recordando que dicho reportero fue agredido por Luis Ángel Estrada, quien fuese detenido desde el 21 de agosto e inicialmente vinculado al grupo de choque “Los Claudios”, conocidos por trabajar en la Ciudad de México para cualquier partido, aunque luego se le deslindara de dicha organización violenta.

El reporte sobre la existencia de estos presuntos cuatro grupos queda sesgado. La nota fue reproducida por algunos medios menores y el caso no tuvo ninguna continuidad mediática.

El análisis exterior, desde atrás de una pantalla, leyendo notas y sin inmiscuirse físicamente en las manifestaciones, no permite asegurar que sean grupos violentadores infiltrados, o llanamente grupos muy reducidos, los que llevan a cabo las pintas y los estropicios; la percepción más común parece ser que estas acciones son la materialización genuina, deliberada y colectivamente aceptadas, de algunas de las mujeres que manifiestan su hartazgo, dolor y rabia ante la insoslayable violencia de género en nuestro país. Lo cierto es que una parte importante de la población, sobre todo jóvenes, parece ver estas acciones como algo plausible y apremiante ante la realidad feminicida.

Luego de casi 7 meses de la manifestación del viernes 16 de agosto, una nueva forma de protesta feminista se plantea para el día 9 de marzo en todo el país: una huelga general en la que se convoca a todas las mujeres mexicanas a no asistir a trabajos, escuelas, ni comercio alguno; es decir, a no consumir ni realizar cualquier actividad económica. ¿Será esta nueva manifestación, mucho más masiva, el siguiente paso complementario y sólido en la lucha feminista? Económicamente, de entrada, será sin duda un golpe más contundente a los intereses gubernamentales y empresariales.

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