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Nueva sexología: todo se vale

Análisis Político y Social / Opinión / 1 diciembre, 2019

Por: Marcela Valles

La nueva corriente de la sexología, que adoptan y difunden terapistas de la psicología, es que en el reentendimiento del amor y las relaciones amorosas todo se vale: “poliamor”, “pareja abierta”, “pareja híbrida”, “swingers”, “flexiamor” e inclusive el “sexting” o sexo virtual a través de las redes sociales. ¿Para las nuevas generaciones ha pasado a segundo plano la construcción tradicional de la pareja monógama?

La teoría del Triángulo del Amor, difundida en 1986 por el terapeuta norteamericano Robert Sternberg, establece que una relación debe tener, para ser plena, compromiso, intimidad y pasión.

De acuerdo a esta teoría el autor clasifica siete tipos de amor, dependiendo de cómo se dé la combinación de los tres elementos o la ausencia de cada uno de ellos. Es una teoría muy aceptada dentro del medio académico de la psicología a nivel mundial y un referente obligado.

Pero las nuevas corrientes de la sexología no sólo intentan revisar los planteamientos de Sternberg y de muchos otros especialistas, sino derrumbarlos hasta hacerlos polvo.

Todo comienza con el planteamiento de que la monogamia es sólo una forma de relación sentimental junto a la cual existe toda una variedad de opciones, las cuales, si son aceptadas conscientemente, son válidas y saludables.

Pudiera parecer una excentricidad escuchar todas las nuevas posibilidades de relación que se manejan ahora en alguna conferencia, artículo o ensayo de algún sexólogo en particular, pero en la consulta de un terapeuta no deja de asombrar, por las consecuencias que puede tener en la práctica para una persona, tanto hombre como mujer u otro género.

La lista comienza con la “pareja híbrida”, donde las dos partes convienen en que una de ellas tenga otra pareja, lo que termina con la idea de transgresión social de la amante, el amante o el llamado coloquialmente “segundo frente” o “casa chica”, tan común dentro de nuestra sociedad y cultura, donde era una práctica de lo más común entre los hombres y ahora, cada vez en mayor proporción, entre las mujeres.

El planteamiento se simplifica: una pareja puede tener intimidad y compromiso, pero ha perdido la pasión, la atracción hormonal y el sexo, por lo que pueden llegar a un acuerdo para que el otro busque esa atracción hormonal y sexo con otra persona, sin problemas, sin conflictos tormentosos. Es una relación de tres o de cuatro, consentida.

La “pareja abierta” es algo más light o líquido, en términos de la posmodernidad, por la cual una pareja tiene una relación formal, pero acuerdan que cada cual por su parte puede tener las relaciones que quiera y con quien quiera, se supone que siempre y cuando se proteja contra enfermedades de transmisión sexual y se mantenga dentro de la orientación sexual de la pareja. Se plantea también que con algunas de esas relaciones se establece intimidad y pasión, pero no compromiso.

El “poliamor” se entiende como una modalidad por la cual una persona puede tener varias parejas y por todas ellas siente amor, que es entendido como una etapa transitoria, que dura aproximadamente dos años o un poco más, que es fundamentalmente pasional, hormonal y una especie de estado de fantasía. Una poligamia que es necesariamente transitoria. El “poliamor” incluye básicamente pasión y el periodo del amor, mientras dure.

El “flexiamor” es muy parecido al “poliamor”, con la diferencia de que no tiene limitaciones de género. Se puede dar cualquier posibilidad de relación, ya sea con hombre, con mujer, con una persona, con dos, con tres, con dos al mismo tiempo y cualquier otra posibilidad.

La llamada “swinger” es una práctica ya algo vieja que se da principalmente en ciudades grandes, por la cual un grupo de parejas acuerdan reunirse en un determinado lugar e intercambian parejas en cada encuentro, con pleno consentimiento y bajo ciertas reglas mínimas, como la que establece que antes de tener relación la pareja de intercambio acuerda qué está dispuesto a realizar y qué no en la relación sexual. Sólo hay sexo básicamente, porque en cada reunión hay cambio de pareja y difícilmente se da la intimidad.

El “sexting” o sexo virtual por medio de las redes sociales es una novedad, por la cual dos personas convienen en sostener una relación de intimidad y de pasión, muy raras veces de compromiso.

La intimidad se da a través de la conversación y la relación visual que permiten las cámaras, lo mismo que las prácticas sexuales que cada uno realiza para el otro.

LA TEORÍA Y LA REALIDAD

Estas nuevas formas definidas de relación se escuchan postmodernas y progresistas, aunque a la mayor parte de hombres y mujeres adultos muchas de estas opciones les parezcan una extravagancia, si se parte de un abordaje tradicional de las relaciones de pareja, pero son tendencia en las nuevas corrientes de la psicología que se está enseñando en las universidades.

Por lo menos en dos ocasiones recientes me ha tocado escuchar entrevistas en la radio local a psicólogas que hablan de sexualidad y, ambas, expusieron lo antes mencionado, lo mismo que una ponente que dio una conferencia en un reciente evento al que he asistido. En ninguno de los casos se dio debate o discusión entre especialistas y profesionales de otras disciplinas, lo que resulta poco periodístico y también poco académico, convirtiéndose en difusión.

Como la presenta Sternberg, la intimidad se entendería como el acercamiento, vínculo, conexión y principalmente la autorrevelación (abrir al otro todos los aspectos personales, incluidos los que sólo él conoce) y estar dispuesto a dar, recibir y compartir.

Esto se da en una buena amistad, aunque cada vez menos debido a lo “líquido” o superficial que se está convirtiendo en tendencia dentro de nuestra sociedad, donde se habla mucho pero de fondo realmente se dice muy poco.

La pasión se entiende como el deseo mutuo; un gran deseo sexual acompañado de excitación psicológica. En una relación adulta lo más difícil de la pasión es hacer lo necesario para que perdure, aunque ordinariamente desciende con la edad y la disminución de la producción hormonal, a partir de cambios fisiológicos que se presentan después de los cincuenta años y en ocasiones inclusive antes de alcanzar esta edad.

El compromiso es, de acuerdo a la Teoría del Triángulo del Amor, la decisión consciente de amar a otra persona y el compromiso para mantener ese amor, en los buenos y en los malos momentos, durante las diferentes etapas de la vida. Es como la estructura que soporta toda la construcción en una relación.

La combinación de los tres elementos permitiría la plenitud del amor en una pareja, mientras que la desaparición de los tres sería la disolución o no existencia del amor.

¿Es posible que, por ejemplo, en una pareja abierta se den estos tres elementos? Es de sentido común que no, aun haciendo a un lado el factor de la fidelidad, sino incluso por lo que se refiere a la intimidad. En una relación furtiva, líquida, no es posible alcanzar la intimidad de una pareja, inclusive es cuestionable si existe pareja y no una simple relación de atracción sexual de corta duración, en la cual tampoco nadie se compromete a nada.

Entre la nueva generación se da cada vez con más frecuencia lo que ellos denominan como free o encuentros sexuales ocasionales sin tener una relación formal de pareja, inclusive sin tener una relación amistosa.

Pese a toda la aparente liberalidad que se toma como saludable en la mayoría de los consultorios de los terapeutas, las estadísticas muestran que las parejas jóvenes son más intolerantes a la infidelidad, en relación a sus padres, particularmente en lo que se refiere a las mujeres.

El índice de divorcios y la duración de las relaciones formales de parejas que han establecido un matrimonio legal, muestran estadísticas bastante inquietantes: la cantidad de divorcios está creciendo exponencialmente, mientras que la duración promedio de la relación matrimonial de pareja ha disminuido de manera notoria.

Coahuila, de acuerdo a las últimas estadísticas proporcionadas por el INEGI, ocupa el sexto lugar a nivel nacional en el índice de divorcios. Por cada 100 nuevos matrimonios que se contraen se registran 42.2 divorcios. Para 2018 la edad promedio de divorcio en los hombres es de 40 años, mientras que en las mujeres es de 38.

Lo más delicado de estas estadísticas es que cuando se da el divorcio ordinariamente ya existen hijos (dos en promedio), lo que tiene toda una serie de problemas e implicaciones.

La principal causa de divorcio, de acuerdo a las estadísticas del Tribunal Superior de Justicia del Estado, son los problemas de carácter económico, seguidos de los conflictos de pareja, entre los que sobresale la infidelidad de una de las partes, principalmente de parte de los hombres.

En los casos de los llamados poliamor, pareja abierta y flexiamor las autoridades sanitarias consideran, independientes de la opinión de los psicólogos, que hay un fuerte riesgo de salud por la potencial contracción en enfermedades de transmisión sexual, generadas por tener habitualmente relaciones con diferentes parejas.

Además del riesgo de salud física, hay otras corrientes dentro de la psicología que consideran que el fomento de ciertas modalidades de parejas abiertas y de rotación continua, puede evidenciar problemas en las personas para establecer relaciones afectivas profundas y duraderas, además de una baja madurez al evitar contraer un compromiso.

En el caso de relaciones virtuales por medio de la internet, se pueden grabar conversaciones, fotografías e inclusive actos explícitos de tipo sexual, lo que deja expuesta a las personas a un mal uso de dicho material, pero además está el cuestionamiento de si una relación por medio de las redes es real y no una simple ficción, que puede tener también consecuencias.

¿Y LA FAMILIA?

Paralelamente a la difusión de todas las nuevas formas de relación de pareja se han ido generando nuevos conceptos en torno a la familia, donde la familia “tradicional” (padre, madre e hijos) es severamente cuestionada y considerada sólo como una opción más.

En apariencia muchas corrientes psicológicas están poniendo la relación de pareja por encima de la formación de una familia, al considerar que un porcentaje cada vez más alto de parejas no tienen como propósito el tener hijos ni establecer una relación de compromiso, por lo menos no a largo plazo.

En países como México y, en consecuencia en estados como Coahuila y Durango, la edad de los jóvenes para formalizar una relación de pareja se ha ido incrementando, al pasar de los 19 años para las mujeres y 21 para los hombres en 1970, hasta 28 y 30 años en las zonas urbanas más pobladas.

Si, de acuerdo a la nueva apertura y el reentendimiento de la sexología, son bienvenidos estos nuevos modelos en una relación de pareja o en las relaciones sexuales de un individuo, es posible que entre las nuevas generaciones no sobreviva el modelo tradicional de pareja, o por lo menos no lo que hoy tradicionalmente conocemos como una relación amorosa monógama.

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