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El nuevo rostro de La Laguna rural

Análisis Político y Social / Coahuila / Coahuila Principal / Durango / Durango Principal / Slider / 30 octubre, 2019

Por: Eduardo Rodríguez

La televisión, el contacto con la cultura norteamericana, los mensajes en la música de moda, el alcohol, las drogas, y la presencia del crimen organizado se han mezclado con la cultura tradicional de los ranchos y pueblos rurales de La Laguna; se ha creado una combinación contradictoria, donde lo mismo asoman algunos avances como una serie de costumbres y vicios que se muestran muy perniciosos, sobre todo entre los jóvenes, una generación con un grave problema de desempleo, sueldos muy bajos y falta de oportunidades.

El alcoholismo, que ha sido siempre un problema en el medio rural de todo el país y que se daba de manera casi exclusiva entre los hombres, lejos de disminuir se ha incrementado notoriamente, pero ahora también se han ido incorporando mujeres jóvenes.

Se comienza a beber desde los 15 años en el caso de los hombres y de 17 en el de las mujeres, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Adicciones.

Los expendios de cerveza se han incrementado en número, pero además del crecimiento del alcoholismo ha aparecido en las últimas dos décadas el consumo creciente de drogas, como la cocaína (alias la “soda”), el cristal e inclusive la heroína.

En las llamadas villas de municipios como Lerdo, Durango, hace aproximadamente 10 años comenzó a venderse el cristal por parte de algunos “puchadores”.

En municipios como San Pedro de las Colonias, Coahuila, la heroína es una droga que apareció de manera muy temprana y anómala desde la década de los noventa y se ha mantenido.

Tradicionalmente la única droga que se cultivaba y se vendía en los ranchos y pueblos rurales era la mariguana, desde principios del siglo pasado, pero era de consumo limitado a una parte pequeña de la población, compuesta únicamente por hombres.

Además de la expansión de las organizaciones del narcotráfico, el fenómeno de la migración hacia ciudades fronterizas como Ciudad Juárez, Chihuahua, y a ciudades de los Estados Unidos, tiene influencia en el consumo de drogas, pero además en varios comportamientos sociales.

Muchos habitantes del medio rural migran por temporadas, lo que introduce cambios en aspectos tan diversos como la sexualidad, los hábitos de consumo, las formas de vestirse e inclusive las formas de cortarse el pelo o hacerse tatuajes.

En lo referente a los hábitos de consumo, la mayoría de los jóvenes que se inician en el trabajo tienen como principal expectativa el adquirir un vehículo automotriz, seguido por el teléfono celular, la televisión de gran formato y un aparato de música.

Esto genera lo que se denomina como un “consumo sesgado”, consistente en utilizar la mayor parte del ingreso en bienes que no son de primera necesidad, no son duraderos y no incrementan la calidad de vida.

Todos los ranchos y pueblos están atestados de vehículos “chocolates”, que se adquieren de forma ilegal, son viejos, generan un gasto considerable y tienen una baja durabilidad.

Un porcentaje muy alto de viviendas, muchas de ellas de adobe y sin drenaje, tienen contrato de servicios de televisión por cable, como Dish, para conectarlo a televisiones planas de gran formato, compradas en abonos en tiendas como Coppel y Elektra, donde el producto es caro y los intereses altísimos.

La música es otro aspecto que ha cambiado radicalmente, al pasar de música ranchera y la balada tradicional a la música de banda, grupera, los corridos alterados y el reguetón.

Esta música introduce varios elementos nuevos con respecto a la música tradicional: el manejo de estereotipos de machismo, violencia, la presentación de la mujer como objeto sexual, la pretensión de una vida ostentosa pero no obtenida con el trabajo y el esfuerzo y ciertas modas en el vestir, tanto en los hombres como en las mujeres, además de un lenguaje agresivo.

Hay canciones como la que cantan Los Originales de San Juan, de la autoría de El Chapo de Sinaloa, denominada “A chingar a tu madre”, que obviamente es la modalidad grupera y norteña de la canción de despecho. La canción repite seis o siete veces la misma frase.

La música ya no sólo se escucha sino que se ve por la televisión a través de “videoclips”, donde se agregan muchos de esos elementos mencionados anteriormente.

UN TRABAJO DURO

Los viejos y las generaciones de edad media tienen un índice de escolaridad que va de la primaria no terminada a la secundaria no terminada, pero entre la nueva generación, que dispone ahora de escuelas preparatorias, tecnológicos y universidades públicas cercanas, el índice de deserción escolar es muy alto a partir del nivel del último año de secundaria, pero se acentúa en el nivel medio superior.

El abandono de la educación escolar se debe a factores muy diversos, como la misma economía rural, la familia, las deficiencias del sistema de educación pública rural y el bajo estímulo social que se le da a la misma.

La jornada agrícola, que consta de cinco horas, ordinariamente de las ocho de la mañana a la una de la tarde, se paga en el valle de Villa Juárez, Durango, en 200 pesos promedio y la “tardeada”, que es de tres horas, en 150 pesos, sin ningún tipo de prestación y además por periodos estacionales, que coinciden con la cosecha de los diferentes cultivos.

En el sector ganadero y en la maquila el salario es más o menos equivalente; de 4 mil a 4,500 pesos mensuales si el trabajo es fijo.

En ambos casos el trabajo es duro. La diferencia importante es que la maquila ocupa a más mujeres que hombres, lo que hace que la mujer ingrese al medio laboral, saliendo de su rol tradicional de limitarse a los quehaceres del hogar.

Aun con estos sueldos tan bajos y lo duro del trabajo agrícola y maquilador, todavía en el medio rural se le da poca importancia a la educación escolar como una forma de lograr una mejor vida.

Parece haber urgencia en los adolescentes por volverse “hombres” y lo mismo ocurre con las adolescentes que al final de la secundaria piensan en casarse, más que en tener una preparación escolar y mucho menos profesional. Tener un trabajo lo más pronto posible y ganar dinero es la consigna que se transmite de padres a hijos.

A lo anterior hay que agregar lo poco estimulante y enfocada que está la educación media superior en el medio rural, donde, entre otros problemas, se da un gran ausentismo crónico, tanto de parte de los maestros como de los alumnos.

La cultura agrícola sigue siendo tan pobre como lo era desde mediados del siglo pasado, donde la única agroindustria que se extendió fueron las despepitadoras, pero comenzaron a desaparecer con el cultivo del algodón desde finales del siglo pasado.

Para los jóvenes el trabajo agrícola resulta poco atractivo, pero tampoco han aprendido conocimientos y tecnologías nuevas, las cuales son controladas por unos cuantos empresarios privados, quienes los contratan como empleados a bajos salarios.

Las familias que conservan productivas sus parcelas, están apegadas a cultivos tradicionales y totalmente desprotegidos dentro del mercado agropecuario regional y nacional.

Los programas gubernamentales han sido un fracaso sistemático por su falta de planeación, continuidad y por la corrupción, que les acompañó desde el inicio.

UN MUNDO PRECOZ

Estéfany acaba de cumplir apenas 19 años de edad y ya es divorciada, pues se casó a los 16 con un muchacho de Nazas, Durango, pero lo dejó “porque andaba con otra y es muy borracho”.

Al casarse iba a comenzar apenas el segundo año de preparatoria, por lo que abandonó los estudios y a los 18 comenzó a estudiar cultura de belleza, para lo cual tiene que trasladarse de su rancho “Las Piedras”, municipio de Lerdo, a Torreón.

Su apariencia rompe radicalmente con una muchacha de rancho tradicional. Usa un maquillaje recargado, con pestañas postizas y un corte de pelo largo, “planchado”, pero si esto ya rompe el patrón, su ropa alcanza de cerca lo exótico: shorts de licra negros, cortísimos, una blusa amarilla con estampados brillantes, escote pronunciado y zapatillas de tacón alto de un color fosforescente.

“aquí no saco más que para irla pasando”

Apenas sabe cocinar lo indispensable, no le gusta realizar trabajos domésticos y para desplazarse dentro del rancho, ir a Villa Juárez, una de las cuatro villas del municipio de Lerdo, Durango, utiliza un carro “chocolate” de la marca Nissan que le regaló su exmarido.

No va a ninguna parte si no lleva un teléfono celular de tamaño ostentoso, con un protector de color oro.

Cada fin de semana se va de fiesta con las amigas y los amigos, donde al son de la música grupera y la cerveza, bebe casi a la par de los hombres. Comenzó a tener una vida sexual activa desde los 15 años, sin muchos cuidados de higiene para proteger su salud. Toma píldoras anticonceptivas, pero se queja de que la engordan, pero como era delgada su cuerpo se ha tornado más voluptuoso, lo cual parece agradarle.

Ángel tiene 21 años de edad, está casado desde los 19 y es padre de una niña. Dejó los estudios de preparatoria en el segundo año porque se fue de migrante ilegal a los Estados Unidos por dos años, juntó cierto dinero y lo empleó para comprarse una camioneta y amueblar su casa, la cual le presta un tío; una pequeña casa de tres habitaciones: cocina, sala comedor y una recámara, más un baño al fondo.

MEJOR LOS DÓLARES

Para ganarse la vida Ángel trabaja en un establo, con un sueldo de 4 mil 500 pesos mensuales. Como no le alcanza se ocupa por las tardes en el corte del cilantro y hortalizas de acuerdo a la temporada, donde le pagan 150 pesos por la “tardeada” de 3 horas. También ayuda a su papá en el cultivo de flor para su venta el día de muertos, de dónde saca un extra para los gastos de fin de año.

Como gran parte de los jóvenes de su edad, casados o solteros, Ángel bebe cada fin de semana, los sábados por la tarde hasta ya muy avanzada la noche; es algo infaltable que realiza desde los 17 años.

Afirma que en el rancho, en La Loma, no ve que haya oportunidades para mejorar su economía y la de su familia, por lo que espera que las cosas se pongan menos duras para tratar de volver como migrante a los Estados Unidos, si puede junto con su esposa e hija, lo que ve más complicado; si no, él solo y luego buscar que lo alcance su familia.

Tiene parientes en Kansas, donde dice “hay mucho trabajo, pagan bien y la chinga viene siendo más o menos la misma que aquí, pero allá gano dólares; si he sabido que se iba a complicar la pasada como está ahora, no me vengo; yo estaba bien allá, pero pues mi morra y mi niña no pudieron pasar”.

Alto, delgado, requemado de la piel, Ángel afirma que le gusta la música grupera, los caballos, la cerveza, pero a la droga no le entra y tampoco le gustan los tatuajes, porque son de cholos y de “malosos”, tampoco la ropa “tumbada”, de pantalones sueltos y caídos con camisetas estampadas hasta la rodilla, “eso es de payasos”, dice, “y yo soy ranchero, pero no cholo o payaso”.

Su ilusión sería el tener un ranchito propio, “porque a mí me gusta el trabajo pero pos no tengo con qué”, “aquí no saco más que para irla pasando”.

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Redacción




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