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El drama de ser viejo y sin asistencia social

Análisis Político y Social / Opinión / Slider / 30 octubre, 2019

Por: Álvaro González

Rodrigo cumplió este año 74 años de edad, es padre de tres hijos y tiene siete nietos. A los 66 años sufrió un infarto que le retiró de la actividad que había realizado casi toda su vida: el comercio. Como consecuencia de la enfermedad y de las complicaciones que le vinieron, perdió su negocio y gastó todos sus ahorros.

Hoy tiene que vivir del apoyo económico de sus tres hijos, lo que le hace totalmente dependiente de ellos y debe limitar al máximo sus gastos, para su manutención y la de su esposa.

Trabajó cerca de 15 años para una dependencia federal donde tenía un cargo de jefe de departamento, pero en un recorte de empleados, por la crisis económica de principio de los años ochenta, lo dejó sin empleo y con una liquidación que usó para la instalación de un negocio modesto que le permitió mantener dignamente a su familia.

Ahora forma parte de millones de mexicanos que entraron o están ya en los setenta, sin tener una pensión, sin ningún ingreso propio y dependiendo de algún hijo para recibir la atención del IMSS.

Si ya el envejecer suele ser una etapa dura, difícil, debido al desgaste natural del cuerpo y a la frecuente aparición de enfermedades, el enfrentar esta parte de la vida sin una protección económica lo hace mucho más difícil.

CADA VEZ MÁS VIEJOS

De acuerdo a los últimos censos del INEGI realizados en 2014, en México hay 11.7 millones de adultos mayores de 60 o más años, lo que refleja el envejecimiento natural de la población, pues en 1990 había únicamente 5 millones de adultos mayores.

En el mismo año de 2014, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) arroja datos inquietantes al determinar que los adultos mayores representan un 33.7 por ciento de la población económicamente activa, pero un altísimo 74.3 por ciento está en la informalidad, de los cuales un 50.5 por ciento trabaja por cuenta propia; un 4.9 por ciento trabaja sin recibir un pago y el resto trabaja para algún negocio o empresa informal.

De acuerdo a las proyecciones de crecimiento poblacional se estima que el 21.5 por ciento de la población del país tendrá 60 o más años, lo que puede equivaler a 40 millones de personas, en un cálculo conservador, si la población crece por debajo del 2 por ciento anual.

El problema es que los sistemas de seguridad social en México lejos de mejorar han empeorado, con las modificaciones legales realizadas en 1997, por medio de las cuales se crea el sistema de las llamadas Afores, donde los trabajadores gubernamentales conservan sus privilegios pero el resto de los trabajadores fueron sujetos a un sistema de pensiones que, en la opinión de todos los expertos, hará crisis en el 2021, cuando se den las primeras jubilaciones masivas de quienes  están en el régimen de Afores.

Lejos de reducirse el número de ancianos en condiciones de precariedad económica y sin una pensión que les permita un retiro digno, éste aumentará, porque además a la fecha un poco más de los mexicanos económicamente activos sigue estando en la informalidad.

Hasta 2012 hay datos importantes en los estudios del INEGI, como el hecho de que un 61.9 por ciento de los fallecimientos registrados en ese año a nivel nacional (602 mil defunciones) fueron personas de 60 y más años, de los cuales un 18.7% no tenía ningún tipo de servicio médico.

Otro dato que da luz sobre las condiciones y características de los adultos mayores en México es que del total de los ingresos hospitalarios un 13.5 por ciento fue por demencia no especificada, 13.2 por ciento por uso de alcohol y un 12.3 por ciento por trastornos depresivos.

El alcohol y la depresión se establecen como dos problemas de salud importantes en los ancianos.

Así como es de llamar la atención este dato, también destaca el reportado en la Encuesta Nacional Sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, realizado en 2011, donde un 45 por ciento de las mujeres de 60 y más años, refiere que sufrió o sufre algún tipo de violencia por parte de su pareja o ex pareja, lo que rompe la idea de que el adulto mayor es más apacible y se olvida que viene de una cultura tradicional donde predomina el machismo y el patriarcado.

“LOS VIEJITOS DE AMLO”

Tomando como referencia un programa asistencial implementado por Andrés Manuel López Obrador en su periodo como jefe de gobierno de la ciudad de México, Felipe Calderón Hinojosa estableció a nivel nacional un programa de asistencia para los adultos mayores, consistente en la entrega de mil 275 pesos cada dos meses, que beneficiaba a personas de 65 y más años que no tuvieran algún tipo de pensión.

Pese a lo pequeño de la ayuda entregada el programa fue muy exitoso, pero se trata de un programa asistencialista, no un ingreso formalizado como permanente por parte del estado, de tal forma que se puede retirar en cualquier momento si el presupuesto del gobierno federal recortara su gasto o tuviera problemas financieros.

Como parte de su campaña electoral a la presidencia de la república, André Manuel López Obrador ofreció incrementar al doble el monto de dicho programa. Al ocupar la presidencia cumplió el ofrecimiento, incrementado la ayuda bimestral a 2,550, pero la extendió a jubilados y pensionados, a partir de los 68 años de edad.

En 2019 el presupuesto empleado en este programa, denominado Bienestar de las Personas Adultas Mayores, fue de 100 mil millones de pesos y para 2020 el programa recibirá recursos por 126 mil 650 millones de pesos, lo que le convierte en el programa asistencial más importante del nuevo gobierno.

Como tal, el programa es incuestionable como un beneficio al bienestar de los adultos mayores en el país, aunque sí fue cuestionado el que se haya incorporado a personas que ya reciben algún tipo de jubilación o pensión de forma universal, pues se incluye a un grupo, no muy amplio, que goza de una jubilación digna.

Lo que sí aparece como un problema serio es el hecho de que el gobierno federal no está replanteando los sistemas de jubilación que operan en el país, que es un problema de fondo, donde sólo aparece un grupo privilegiado: los propios empleados públicos que están bajo regímenes especiales, a través de los contratos colectivos de trabajo, pero el régimen general, que databa de 1973, fue eliminado para ser sustituido en 1997 por las denominadas Afores.

Ya con el régimen de 1973, que tenía más beneficios para el trabajador, el problema principal es que la mayoría de los trabajadores cotizan ante el IMSS con un sueldo inferior al que realmente perciben, por lo cual al momento de su jubilación el monto recibido mensualmente resulta muy inferior a su último sueldo real.

El actual sistema de Afores cumplirá 24 años en 2021 y la nueva ley establece que se deben haber cotizado al menos mil 250 semanas, pero cerca de 5 millones de trabajadores, de los cuales un 71 por ciento cumplirán 65 años no reúnen esa cantidad de semanas cotizadas, debido a que dejaron de cotizar durante algunos periodos de tiempo por cambios de trabajo o, cosa común, porque alternaron periodos de trabajo formal con periodos de trabajo en la economía informal.

Pero aun cuando el trabajador sí reciba la jubilación por parte de las Afores, sólo recibirá la cantidad de 2 mil 179 pesos mensuales, lo que equivale en promedio a tan solo el 25% de su último salario mensual.

De manera sumamente irresponsable, los gobiernos han evadido la necesidad de que la aportación a las Afores, tanto del trabajador, como del patrón y del estado, debió irse acrecentando hasta alcanzar por lo menos cuatro o cinco veces de la aportación actual.

Actualmente existen en el país un aproximado de 53 millones de personas económicamente activas en el país, de las cuales tan solo un 40% se encuentra afiliada a algún régimen de seguridad social, pero hay 33 millones que trabajan con algún grado de informalidad o en la informalidad, ya que una parte tiene dos trabajos, pero la mitad del total de los 53 millones labora solo en la informalidad, por lo cual llegará a los 65 años sin ningún tipo de jubilación.

El IMSS tiene registrados 18 millones de afiliados, de los cuales sólo 6 millones están inscritos conforme a la “ley Vieja de 1973” y los restantes 12 millones están en la llamada “nueva ley” establecida en 1997.

El programa que está manejando Andrés Manuel López Obrador ayuda al adulto mayor indiscutiblemente, pero sólo es un programa asistencialista, que además se puede convertir, en automático, en un programa clientelar, pues en la práctica se le maneja como una dádiva, no un derecho del trabajador ganado legalmente y pactado como tal con el Estado.

El problema de fondo está irresuelto e irá agravándose en los próximos años, de ahí que un gobierno que se presenta como de izquierda debería estar obligado a llevar a cabo una reforma radical del sistema de pensiones.

Si se desea dejar el sistema de Afores se tiene que modificar, pues la crisis está a la vuelta de la esquina y ésa no se puede arreglar con un programa asistencialista.

Es un estado de bienestar el trabajador recibe una pensión digna y suficiente para solventar sus necesidades básica el resto de su vida, no mil 275 pesos mensuales, como dádiva para ayudarse un poco en sus gastos más elementales.

TRABAJAR HASTA QUE AGUANTE

Zacarías Barrientos trabaja como albañil a sus 70 años. Alto, correoso, con un bigote blanco de morsa se sienta por las mañanas sobre un bote vacío, junto con los compañeros que construyen una residencia en la colonia Campestre la Rosita, sobre la calle Paseo del Campestre.

Sobre dos blocks coloca una lámina que hace las veces de comal y calienta sus tortillas y un traste viejo de aluminio para hacer el almuerzo del día. Otros tres compañeros hacen la bola, gastan bromas y escuchan cumbias en un pequeño radio, al cual no le pueden subir mucho el sonido porque les vienen a llamar la atención los habitantes de las residencias de al lado.

Zacarías sufre dolores en sus piernas y fue operado de un hombro como consecuencia de un accidente hace 15 años, por lo demás goza de buena salud, salvo algunos dolores de espalda que le aquejan en época de frio.

“Oiga, pos yo soy pensionado, ¿pero no va a creer cuánto me dan de pensión?”, pregunta al reportero y ahí mismo se contesta: “pinches dos mil 300 pesos por más de treinta año de trabajo en la obra. ¿Cómo ve? Son chingaderas.”

RdC: ¿Tienes familia que mantener?

ZB: Pos mi vieja y le ayudo a una hija con dos muchachitos que tiene, ella trabaja en una tienda en el centro, pero le mataron al marido en Juárez y se quedó sola y pos hay que ayudar. No pago renta porque yo hice mi propia casita, pero todo lo demás cuesta.

RdC: ¿Hasta cuándo piensas trabajar?

ZB: Pos hasta que pueda, se me hace que ya no me quedan muchos años, pero mientras me den chamba le voy a dar; si no es en la obra, pos haber en qué.

RdC: ¿Recibes el nuevo dinero que está dando el gobierno; los dos mil quinientos cincuenta cada dos meses?

ZB: Pos sí, pero apenas este año a mi mujer y  a mí nos pusieron, es una ayuda y pos ta bien, pero sólo es eso, una ayuda que te dan y pos como yo la veo no te puedes atener a ella. ¿Qué tal si pal año que entra o al siguiente te la quitan? Con lo que nos dan es con lo que estamos ayudando a la hija; pos ojalá nos la sigan dando unos añitos más; vamos a ver qué pasa, mientras yo aquí le voy a seguir chingando un rato.

Al mismo tiempo que platica Zacarías come sus tacos y le da largos tragos a una cocacola grande. De pronto del fondo un sujeto barbado y calvo les grita: ¡A chingarle!

Zacarías se levanta y a manera de despedida le comenta al reportero: “hay le pone que soy Zacarías Barrientos, ´La Foca´, un cabrón muy derecho”.

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Redacción




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