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La lucha por el control de la prensa

Análisis Político y Social / Opinión / Slider / 2 octubre, 2019

Por: Gerardo Lozano

Todas las noticias que nos llegan a diario sobre el gobierno central y la mayoría de los acontecimientos de alcance nacional vienen de la Ciudad de México. Así ha sido desde que existe prensa en México.

Vivimos no sólo un centralismo gubernamental y político, sino un centralismo informativo. Todos lo que se lee, se escucha o se ve, que no sea tema local o regional, llega todos los días de la Ciudad de México y está controlado por un grupo de empresas que pueden ser o no profesionales en el manejo de la información.

Una constante de todos los gobiernos centrales había sido el control de los medios más importantes de comunicación, no sólo a través del gasto publicitario, que puede resultar el menor, sino a través de negocios que otorga el poder federal a través de sus secretarías y organismos, que son una cantidad enorme.

En los dos gobiernos panistas, los de Vicente Fox y Felipe Calderón, se comenzó a dar un proceso de mayor apertura al perder su hegemonía ciertos medios tradicionales y al surgir el fenómeno tan poderoso de las redes sociales, pero Enrique Peña Nieto restableció algunos de los vicios más fuertes que existían.

En ese contexto, muchos medios tuvieron que ser más críticos y abiertos en el manejo de sus políticas informativas, mientras que varios medios alternativos con tendencia de izquierdas o sencillamente críticos y plurales pudieron posicionarse, al mismo tiempo que las redes sociales se expandieron cada vez más, pero esto se ha convertido en una hoja de dos filos, que tanto ayuda a la libertad de expresión como se vuelve un gigantesco foro banal, caótico y manipulado.

Hoy estamos viviendo lo que pudiera parecer una gran apertura a la libertad de expresión, la eliminación de la corrupción y la intolerancia gubernamental, pero la realidad es lamentablemente muy distinta y amenaza, de forma directa, la libertad de expresión y la manipulación informativa.

En términos objetivos, en el gobierno de Peña Nieto sufríamos de un mayor ocultamiento de mucha información delicada, pero en el nuevo gobierno morenista se está presentando un fenómeno igual o más delicado: la manipulación intencional, abierta y sistemática de la información gubernamental, no sólo por parte de funcionarios de primer nivel, sino del propio presidente de la república.

Vivimos un centralismo ya no fincado en un aparato gubernamental, sino en una sola persona: el propio presidente, quien se ha convertido en una especie de embudo gigantesco, por el cual tiene que pasar toda la información, algo que no se había visto ni en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, un presidente decididamente centralista, autoritario.

DESCALIFICAR, INSULTAR Y AGREDIR

A través de una conferencia diaria de prensa, que en realidad es mucho más que eso, López Obrador informa, adoctrina, ataca a sus adversarios, descalifica a sus críticos y, de forma directa, agrede a los medios de comunicación que le cuestionan, algo que es completamente inédito en un régimen democrático.

Día con día, los medios de comunicación de la Ciudad de México cubren las “mañaneras”, inicialmente complacientes, entusiastas, pero a medida que transcurren los meses esto se ha vuelto más incómodo.

Al no haber fijado desde el inicio una dinámica estrictamente noticiosa, periodística, sino un nuevo ritual presidencial que busca, como se dice en el ámbito, “marcar la agenda” de todos los medios de comunicación del país, sólo ocasionalmente se da un verdadero intercambio de preguntas y respuestas con el presidente, al grado que en la última “mañanera” de agosto, les pidió a los periodistas que le aplaudieran a él y a un grupo de empresarios con los que había llegado a un acuerdo económico. “¿Qué la prensa no aplaude?” preguntó López Obrador al numeroso grupo de reporteros.

Un gobernante pidiendo que la prensa lo aplauda es a donde han llegado “las mañaneras”.

Un reflejo fiel de lo que está sucediendo: una información gubernamental que se está distanciando cada vez más de la realidad, cuando la obligación de todo medio es apegarse lo más rigurosamente posible a esa realidad.

Si ya había problemas de credibilidad y de imparcialidad en buena parte de la información que fluye a todo el país desde los medios de la Ciudad de México, las cosas pueden pasar a un punto crítico donde los medios tendrán que optar por tensar sus relaciones con el poder central para sostener políticas editoriales serias, que atiendan a una clientela cada vez más crítica y exigente.

La creación, por parte de López Obrador, de una categorización ficticia de “neoliberales”, “conservadores”, “fifís” y demás, no es sino una forma perversa para tratar de descalificar a todo aquel que difiera de sus políticas y de su cada vez más controversial toma de decisiones e ideología.

Hay muchos recursos que está empleando López Obrador que parecieran espontáneos, ocurrencias, pero que están diseñados por un equipo de asesores para servir de distractores a problemas importantes o errores delicados cometidos por el nuevo gobierno.

Si hay un problema grave de seguridad en el país, donde las organizaciones criminales están fuera de control, una trivialidad como designar a Felipe Calderón “Comandante Borolas” y burlarse de que un saco militar le quedaba grande es muy útil para tratar de bajarle la presión a ese grave problema nacional, especialmente antes de un informe.

Ante un crecimiento económico de cero, es, en apariencia, muy útil poner a decir a Carlos Slim, el hombre más rico del país, que esto no tiene mayor importancia. Slim les hace el favor porque acaba de arreglar su problema de inversión en los gasoductos y está tratando de salvar otros negocios, lo que le llevó al pragmatismo que le ha caracterizado siempre, pero también al descrédito; pero él, como siempre, va por su dinero.

PEÑA NIETO Y EL CASO IMAGEN

Olegario Vázquez Raña se había dedicado originalmente al negocio de las mueblerías (Hermanos Vázquez) junto con su hermano Mario, quien poseía una cadena de periódicos.

Posteriormente incursiona en el negocio hospitalario, con el Grupo Empresarial Ángeles (GEA), entre otros negocios como la cadena de hoteles Camino Real, pero a la llegada de la nueva generación (Olegario Vázquez Aldir), encuentran que los medios de comunicación pueden ser un importante recurso para abrir las puertas en los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Para ello constituyen la empresa constructora Prodemex, con lo cual inician la cadena medios-gobiernos-negocios.

En 2003, GEA adquiere Grupo Imagen, incluyendo las estaciones de radio 90.5 y 98.5, ambas de FM.

En 2006 compra el periódico Excélsior, que se encontraba en malas condiciones pero había sido el diario más importante del país.

En 2007 comienza transmisiones de Cadena Tres, a través del Canal 28 de televisión abierta.

En 2016 adquieren una de las cadenas de televisión abierta, con cubertura nacional, licitadas por el gobierno de Enrique Peña Nieto. Pagan 1,808 millones de pesos para competir, en teoría, con Televisa y TV Azteca.

Se constituye de esta manera un grupo multimedia, al cual denominaron como “el grupo mediático más grande de América Latina”, bautizando a sus instalaciones como “ciudad Imagen”.

De acuerdo a fuentes como Animal Político, el Grupo Imagen recibió durante el gobierno de Enrique Peña Nieto alrededor de 3 mil millones de pesos, distribuidos de la siguiente manera: Imagen Televisión recibió 1’062 millones 801 mil 282 pesos bajo la razón social de GIM Televisión Nacional, S.A de C.V.; el periódico Excélsior obtuvo contratos por 1,040 millones 318 mil 676 pesos; Imagen Radio Comercial obtuvo 629 millones 036 mil 374 pesos, más 186 millones 256 mil 624 pesos a través de Imagen Soluciones Integrales.

Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador las cosas cambiaron dramáticamente.

Sólo de entrada, a Prodemex se le cancelaron seis contratos del NAIM Texcoco, equivalente a 10,372 millones de pesos. La situación se complicó y el grupo mediático dejó de tener utilidad para los Vázquez. La venta comenzó.

En junio pasado se emitió un comunicado por parte de Grupo Imagen y Grupo Andrade, por medio del cual El Heraldo de México anunció la compra de las frecuencias de radio 98.5 FM en la ciudad de México y 100.3 en Guadalajara.

Existen filtraciones en el sentido de que hay pláticas muy avanzadas para vender a Grupo Imagen. El comprador sería Ángel Mieres, presidente del Consejo de Administración de El Heraldo de México.

La televisora Imagen Televisión tendría el inconveniente legal de que no puede ser vendida hasta que cumpla 10 años de operación, pero podría haber una renta o traspaso simulado.

Mientras muchos medios que dependían del dinero público o eran empleados como instrumentos para hacer negocios con los gobiernos federal y estatales están en problemas, con un despido enorme de trabajadores y de periodistas, otros medios han entrado al nuevo círculo gubernamental, y no casualmente uno de ellos es precisamente Ángel Mieres, quien puede terminar como dueño del Grupo Imagen completo.

Varios medios denunciaron el arrendamiento de 1,855 patrullas para el gobierno de la ciudad de México, que encabeza Claudia Sheimbaum, a una empresa de simulación que es realmente propiedad del Grupo Andrade, Ángel Mieres, quien ya hacía los mismos negocios con el gobierno de Enrique Peña Nieto. El contrato es por la enorme cantidad de 3 mil 299 millones de pesos, por lo cual el costo promedio por patrulla será de 2 millones de pesos.

Ante la publicación de semejante contrato, se han dado varias justificaciones: que muchas de las patrullas tienen blindaje nivel 5, que se incluye el mantenimiento y reposición de unidades siniestradas, entre otras cosas, pero el contrato resulta algo escandaloso, lo que pone de manifiesto que unos medios han salido del presupuesto gubernamental, otros han sido castigados con presupuestos muy bajos y otros son objeto de ataques, pero hay nuevo beneficiarios del gobierno de López Obrador.

Como lo muestra el caso del Grupo Imagen, el presupuesto y el gasto publicitarios pueden ser bajos, pero los negocios que puede otorgar el gobierno federal pueden ser muy grandes, y ahora sin tener siquiera de por medio licitaciones.

Incluso medios como la revista Proceso, a quien López Obrador y en general la izquierda mexicana deben históricamente más que a ningún otro medio, son blanco de la intolerancia y la crítica presidencial, pero tienen la ventaja de que no viven del dinero gubernamental, porque han sobrevivido décadas con muy baja publicidad oficial.

López Obrador pensó que el colocar a Julio Scherer hijo como asesor jurídico de la presidencia de la república le garantizaba alinear a Proceso y convertirlo en un proselitista de su gobierno, lo cual no sucedió, pues hace 20 años que Julio Scherer padre se retiró de la dirección de la revista.

El diario Reforma, que tuvo que librar toda una batalla para poder ingresar a la ciudad de México al ser fundado, se ha convertido en el “coco” de los medios a los que AMLO llama “fifí”, pero no depende del dinero público.

Como en ningún otro gobierno, se ha exhibido una lista de los periodistas “fifí”, considerados perversamente como ultraconservadores y enemigos de la incomprensible 4T, donde se coloca, intencionalmente, a unos pocos periodistas reconocidamente corruptos, pero a una mayoría que son sencillamente críticos; periodistas y medios como el digital Animal Político o SinEmbargoMx, entre muchos otros.

Ante la debilidad y la crisis en que se encuentran los partidos políticos opositores, el ataque a los organismos autónomos, el intento de desplazar a las ONGs y la ausencia de contrapesos fuertes, la libertad de expresión es el más importante bastión que no puede perder una democracia todavía muy incipiente como lo es la mexicana, la que puede tener graves retrocesos, con la formación de un nuevo partido hegemónico y la vuelta impresionante del presidencialismo, llevado a extremos inesperados y peligrosos para el país.

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