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El porqué de la irritación ciudadana contra los “tránsitos”

Análisis Político y Social / Opinión / Slider / 2 octubre, 2019

Por: Eduardo Rodríguez

Los agentes de tránsito, popularmente conocidos como “tránsitos”, “mordelones” y anteriormente “tamarindos” por el color del uniforme, son uno de los personajes públicos que han pasado a la picaresca del mexicano como símbolos de corrupción, al grado de ser llevados como personajes a comedias televisivas, películas, caricaturas, cómics y en general al humor colectivo.

Existen inclusive canciones, como la de “Señor Tamarindo”, que interpreta un grupo local y es muy escuchada en la radio.

Varios actores de comedia hicieron del “tamarindo” o “mordelón” uno de sus personajes preferidos. El más conocido en el papel fue Sergio Ramos, “El Comanche”, seguido por Guillermo Rivas, “El Borras”, y más recientemente Miguel Galván, “La Tartamuda”, un actor fallecido relativamente joven y con mucha presencia en la televisión.

Los únicos que le dieron a los “tránsitos” una representación romántica y hasta de galanura fueron Pedro Infante y Luis Aguilar, en la película clásica de la época de oro “A toda máquina”.

Fuera de esta cinta el personaje fue siempre manejado desde la comicidad por su corrupción anecdótica.

Hoy en Torreón hay una evidente irritación ciudadana en contra del cuerpo de agentes de vialidad, que visten de blanco y azul con estampados fosforescentes en la camisa o los chalecos.

Esto es parte de la actual administración municipal que encabeza Jorge Zermeño Infante, quien colocó, desde el mini gobierno del año pasado, a Pedro Luis Bernal como director de vialidad; un personaje panista tortuoso e inclusive con ciertos rasgos torvos.

Con el pretexto de acabar con la corrupción y las malas prácticas tradicionales de lo que ha sido la dirección de tránsito municipal, ahora llamada de vialidad y movilidad, que es lo mismo, los agentes han desatado una campaña de infracciones. Aprovechando que de acuerdo a la reglamentación vigente hay cerca de cien causas para imponer una multa de tránsito, los agentes han incrementado muy notoriamente las multas.

De fondo, hay también una evidente intención recaudatoria, con la intención de incrementar los ingresos propios del ayuntamiento. Jorge Zermeño jamás lo reconocerá públicamente, pero en la dirección de vialidad es vox populi que deben buscar la meta de recaudar en este año 50 millones de pesos por concepto de multas a los automovilistas.

Esto hace que se dé una tensión que está en ascenso entre el ciudadano y el agente de vialidad, que está en busca de la infracción, más que del respeto a las normas de tránsito, muchas de las cuales son desconocidas por gran parte de los automovilistas, como son desconocidas la gran mayoría de las causas por las cuales se le puede infraccionar.

Esta tensión ha generado una inusual serie de enfrentamientos entre los agente y los conductores, llegando a la violencia física, lo que no había sucedido en ningún gobierno anterior, por lo menos no se tienen registros ni periodísticos ni judiciales al respecto.

Con la facilidad que dan ahora los teléfonos móviles, muchos de estos incidentes han sido grabados y varios de ellos puestos en las redes sociales, lo que propaga el enojo colectivo.

Como en todos los demás casos en que los funcionarios o empleados públicos caen en excesos o cometen faltas, inclusive graves algunas de ellas, Jorge Zermeño Infante se convierte en un alcalde gruñón, malhumorado, que invariablemente justifica a los funcionarios y empleados y “regaña” inclusive a la ciudadanía, a los empresarios, a funcionarios de dependencias no municipales y, más aún, a políticos de partidos opositores al suyo. Jamás emite una autocrítica o acepta que debe tomar medidas por quejas o denuncias ciudadanas.

Es evidente que hay agentes de vialidad que se están extralimitando en sus funciones, incluido el propio Pedro Luis Bernal, como se puede observar en los videos que aparecen en las redes sociales, pero el presidente municipal nunca atiende a las quejas ciudadanas, lo cual no sucede solo con el problemas de las multas de tránsito, sino en las deficiencias de muchos otros servicios.

La figura del “mordelón” sigue vigente, sólo que la sociedad actual ha cambiado: es mucho menos tolerante y la relación ciudadano-agente de vialidad ya no cabe en la comicidad sino en el enojo, porque además el sistema de infracciones es obsoleto.

Si tomamos como referencia al vecino país del norte, al automovilista se le aplica una multa, pero la boleta de la infracción es al mismo tiempo un sobre, donde se puede colocar el monto de la multa y depositarlo en el buzón de correos más cercano. No se quitan placas, ni documentos, que luego hay que ir a recuperar por medio de un engorroso trámite burocrático al edificio de la presidencia municipal, que se ubica en el centro de la ciudad.

También es indiscutible que los agentes de seguridad pública son estrictos en los EEUU y son incorruptibles, pero se apegan puntualmente al reglamento.

Aquí estamos viendo cuadrillas de agentes que han sido habilitados específicamente para recorrer ciertos sectores y aplicar multas, la mayoría de ellas por estar estacionado en un lugar considerado prohibido.

No tenemos la infraestructura del vecino país, pero sí se podría modernizar el procedimiento de aplicar multas, que data por lo menos de mediados del siglo pasado.

Lo que es innegable es que la dirección de vialidad del gobierno municipal de Torreón le está agregando tensión y enojo a las relaciones entre el ciudadano común y su gobierno inmediato, en un ambiente que de por sí está ya muy tenso por la problemática general que se tiene que vivir todos los días.

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