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El misterio de las fortunas del narcotráfico

Análisis Político y Social / Especiales / Slider / 1 agosto, 2019

Por: Gerardo Lozano

El domingo 23 de junio el gobierno federal llevó a cabo una subasta sobre bienes confiscados al narcotráfico, bajo el manejo publicitario que todo lo que sacaran lo iban a destinar a la causa de los pobres, específicamente a los habitantes de la montaña de Guerrero. Se esperaba recabar una suma importante de dinero cercana a los 300 millones de pesos, pero apenas se recaudó la sexta parte.

Todo se preparó para lo que se esperaba como un evento glamoroso, donde los ponentes, ante lo atractivo de los precios, pujarían con entusiasmo por hacerse de alguno de los bienes.

El gobierno no lo admitió directamente, pero el evento fue un fracaso. Se lograron recaudar apenas un poco más de 50 millones de pesos y nadie pujó por la mayoría de las propiedades ofrecidas.

Las pocas crónicas que se realizaron sobre el evento, reportan que los asistentes no eran los esperados; muchas de las propiedades no eran lo atractivo que se deseaba, pues ya se conoce que en asuntos de estética los narcotraficantes van de la extravagancia a la ridiculez, por lo menos ese es el estereotipo.

El problema más importante y bastante justificado fue uno que era obvio pero que fue subestimado por el gobierno federal: el miedo.

Compran la residencia de un mafioso que cuesta realmente 10 millones de pesos en tan solo 5 millones sería una ganga estupenda, por la que irían un gran número de interesados, pero el pequeño problema es que si el mafioso está en la cárcel no va a estar nada feliz con que vendan en remate su residencia; la que diseñó de acuerdo a sus sueños, aunque éstos sean delirantes.

En el supuesto caso de que el mafioso esté muerto, sigue teniendo parientes, quienes consideran que los despojaron de esos bienes; pero además de los parientes está la organización a la que pertenecía.

¿Invertiría usted cinco millones de pesos en una mansión que fue habitada por un narcotraficante? La prudencia indica que tal vez una inversión sensata es comprarse una casa de cinco millones, la mitad de lujosa, pero no meterse en una situación potencialmente peligrosa o, en el mejor de los casos, desconocida.

Si se tratara de bienes confiscados por la Secretaría de Hacienda debido a cuestiones de carácter fiscal, lo que sobran son compradores, pero tratándose de asuntos del narcotráfico la situación es completamente diferente.

¿Y DÓNDE ESTÁ EL DINERO?

La interrogante más grande en la lucha del Estado en contra del narcotráfico es lo que pasa con los bienes de los narcos una vez que son detenidos e inclusive extraditados a los Estados Unidos.

Joaquín Guzmán Loera se convirtió en el capo “de moda”, cuando la revista Forbes lo sacó en su lista internacional de billonarios, atribuyéndole una fortuna personal que rebasaba los mil millones de dólares.

Hoy “El Chapo”, quien se ha convertido en un producto comercial muy atractivo para la televisión de paga, está a punto de terminar en una prisión de ultra-seguridad del estado de Colorado, la cual parece sacada de una película de ficción, pues, de acuerdo a las autoridades norteamericanas, en el imposible caso de que un reo se fugara no podría sobrevivir antes de llegar al lugar civilizado más cercano. A la prisión sólo se llega por aire y entre los nuevos compañeros de “El Chapo” se encuentran varios de los criminales más peligrosos del mundo.

Prisiones ultra-seguras aparte, el caso es preguntar dónde están los mil millones de dólares. Todavía más, la propia DEA norteamericana calcula que anualmente los narcotraficantes mexicanos “lavan” en la economía formal no menos de 25 mil millones de dólares, una montaña de dinero cuyo paradero es un verdadero misterio.

El “lavado” de dinero proveniente del narcotráfico es uno de los grandes motores de la economía mexicana, por ejemplo gran parte del sector turístico no se explica sin ese enorme flujo de dinero negro.

Las subastas como la del domingo 23 de junio pasado son unas “ternuritas” por parte del nuevo gobierno, pero no por ello desaparece el factor miedo que impide vender los bienes que fueron de los mafiosos.

Con las nuevas disposiciones de la nueva Ley de Extinción de Dominio, aprobada por el senado, se podría incrementar el número de propiedades incautadas al crimen, pero también hay una serie de problemas legales muy delicados y, ya se sabe, el crimen ordinariamente va tres pasos delante de la ley, por lo menos en México.

Los asistentes no eran los esperados; muchas de las propiedades no eran lo atractivo que se deseaba, pues ya se conoce que en asuntos de estética los narcotraficantes van de la extravagancia a la ridiculez, por lo menos ese es el estereotipo. El problema más importante y bastante justificado fue uno que era obvio pero que fue subestimado por el gobierno federal: el miedo.

Si la tal ley no es algo realmente bien elaborado, habrá recursos de amparo, violaciones al debido proceso, porque, de inicio, se pretendía la confiscación de los bienes antes de concluir el proceso judicial mismo, por lo menos se manejaban tales términos en el texto original propuesto.

Sólo en algunos países europeos, como Italia, los operativos en contra del crimen organizado son hechos de tal manera que incluyen a los capos, a sus socios y a sus empresas. Cuando, después de años de investigación, la ley cae sobre ellos, van a parar a manos de la hacienda pública ranchos, empresas, cuentas bancarias y todo tipo de bienes y raíces.

En México al capo, por más importante que sea, se le puede detener a la salida de una alcantarilla, literalmente, sucio, maloliente, sin un peso encima, aunque valga una fortuna, y su organización puede quedar casi intacta, continuando el negocio.

LA INTELIGENCIA DEL NARCO

Un ejemplo típico es el del capo Rafael Caro Quintero, quien purgó una condena carcelaria de más de 20 años y fue puesto en libertad por la orden de un juzgador, pero la DEA norteamericana lo quiere para fincarle otro juicio y meterlo a la cárcel de por vida.

Caro Quintero entró a la cárcel con lo que traía puesto, pero todo indica que sus bienes, entre ellos varias empresas inmobiliarias, ranchos y otras propiedades, jamás fueron tocados y permanecieron en manos de la familia.

En México no hay, en el sentido estricto del término, una central de inteligencia o una policía realmente especializada, equivalente al FBI, a la DEA y a la CIA estadunidenses. Lo poco que hay, como el Cisen, lo desmantelan y arman cada cambio de sexenio, porque el nuevo gobierno desconfía del anterior.

La única institución que tiene un área de inteligencia es el ejército y la armada, pero es algo reciente y opera con recursos limitados.

La máxima de la investigación criminal, más tratándose del crimen organizado, es “sigue el dinero”, pero los capos parecen tener una mayor capacidad para contratar los servicios de expertos en lavado de dinero y manejan sus fortunas de tal manera que se mantengan a salvo aun cuando ellos vayan a la cárcel, en el caso de que se vuelvan figuras famosas y visibles, lo que es uno de los peores errores de cualquier capo.

Para darle una idea de un caso sumamente especial: todas las mañas, los trucos, las maniobras sucias, el estilo de conducirse frente a sus adversarios y frente a aquellos que desea sacar ventaja, Donald Trump se lo aprendió al abogado Michael Cohen, un personaje verdaderamente tenebroso que fuera su mentor y quien llevaba los asuntos legales de las grandes familias de la mafia en New York.

Las crónicas de la época refieren que hablar con Michael Cohen era lo más parecido a conversar con el diablo.

A Donald Trump le fascinan los litigios legales, algo que aborrecemos el común de las personas, pero éste sátrapa millonario metido a político hace cerca de 20 años que no paga impuestos, en un país donde es dicho popular que “ lo único seguro es que morirás y tendrás que pagar tus impuestos”.

Pero además de que no paga impuestos, se ha dedicado a hacer negocios truculentos toda su vida sin que la justicia estadunidense, que sí funciona, no como la nuestra, le eche la mano encima.

Pero si a usted le gusta el peligro o vivir bajo zozobra, puede acudir a alguna de las subastas públicas del gobierno federal, donde podrá adquirir una exótica mansión, con todo y capilla para la adoración de la santa muerte, con lo cual podrá ayudar a los pobres de la montaña de Guerrero o de Oaxaca.

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